Nacido en la ciudad universitaria de Oxford, cerca de Londres, el 8 de enero de 1942, en el tricentenario de Galileo, Stephen William Hawking siempre creyó que la ciencia era su destino.
Pero el destino fue cruel. A los 21 años le diagnosticaron una forma atípica de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad que ataca a las neuronas motoras encargadas de controlar los movimientos voluntarios.
Contra todo pronóstico, superó las predicciones que le daban entre dos y tres años de vida, aunque sufrió los devastadores efectos que progresivamente le dejaron paralizado y le permitieron comunicarse sólo a través de una computadora.
Esto no impidió que siguiera trabajando en sus teorías y difundiéndolas por medio de libros y eventos públicos.
En 1988 había completado su "Breve Historia del Tiempo", que con más de 10 millones de copias vendidas en todo el mundo se convirtió en un éxito absoluto.
Una de sus afirmaciones más osadas fue la de considerar que la Teoría General de la Relatividad formulada por Einstein implicaba que el espacio y el tiempo tuvieron un principio en el Big Bang y su fin en los agujeros negros.
En 1976, y siguiendo los enunciados de la física cuántica, Hawking concluyó en su "Teoría de la Radiación" que los agujeros negros -esas regiones con tal fuerza de gravedad que ni la luz puede escapar de ellas- eran capaces de emitir energía y perder materia.
En 2004 se refutó a sí mismoy llegó a la conclusión de que los agujeros negros no lo absorben todo.
"El agujero negro sólo aparece en silueta pero luego se abre y revela información sobre lo que ha caído dentro. Eso nos permite cerciorarnos sobre el pasado y prever el futuro", dijo el científico.
El físico británico intentó por todos los medios que la gente se acercara a los misterios del universo y en busca de este objetivo no dudó en recurrir al humor.