Es un encuentro con el Papa

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Es un encuentro con el Papa

Una Jornada que inauguró el hoy santo canonizado Juan Pablo II. En los días últimos de su vida, Roma estaba llena de jóvenes. Él dio el paso de convocatoria y las respuestas en su pontificado fueron de amplia representación y número impresionante. Muchos jóvenes viajaron y pudieron asistir a la misa de su Pascua.

Son inolvidables las imágenes de Benedicto XVI navegando en las aguas del río Rhin. Al pasar estaban, en las laderas, los jóvenes que saludaban, oraban y cantaban. En el actual pontificado de Francisco han sido notables, sobre todas, las Jornadas tenidas en Río de Janeiro, en Colonia, en Cracovia y ahora en Panamá.

El ambiente de los peregrinos en ese país ístmico de Centroamérica ha sido de contagioso júbilo, de participación entusiasta, de rico intercambio de destrezas y de peculiaridades culturales.

El mensaje coloquial del pontífice ha despertado las frases clamorosas con que salpicaban los presentes la conversación ungida, sencilla y amistosa. La Palabra revelada llegaba a sus oídos y a sus corazones. Todo centrado en Cristo,  como vértice de la fe y en María, cuya intercesión se subrayaba al recordar el milagro de las bodas de Caná.

El escenario de varios niveles logró hacer visibles las representaciones, las danzas rituales, la procesión de ofrendas. En varios idiomas se hicieron las peticiones de la oración comunitaria. Muchachos y muchachas hacían resonar sus voces en cada plegaria. El coro y los asistentes apoyaban cada frase con cánticos simultáneos.

En el viacrucis, los jóvenes elevaron en posición horizontal, la cruz regalada por el Papa polaco. Esa cruz de madera los ha acompañado en todas las jornadas subsecuentes. Descendían la escalinata recorriendo las catorce estaciones. Danzantes, con blanco atuendo, acompañaban los desplazamientos. Con notable coreografìa, aprovechaban el ritmo de la música sacra.

En esta época de grandes confusiones, de falsos modelos de éxito y felicidad, de corrientes de opinión utilitaristas, de pelagianismos que tachan la gracia y de gnosticismos que privilegian el intelectualismo desencarnado, los jóvenes se topan con los inmanentismos antropológicos que desembocan en una autoidolatría. Se quiere sustituir la fe con falsas credulidades narcisistas. La sana laicidad se deforma en un laicismo que empieza reconociendo sanamente los valores mundanos y temporales pero acaba queriendo negar la divinidad que da el ser a todo lo que existe.

La fe bautismal de los jóvenes se encuentra con el doble reto de ilustrar su fe con estudio y reflexión y de ser congruentes al iluminar con ella los pasos de su vida. En estas jornadas mundiales de la juventud, renace el entusiasmo por lo esencial y es para ellos un recuerdo y una experiencia transformadora que se proyecta después en sus vidas diarias al volver a sus países de origen...