Esa cosa mexicana

Usted está aquí

Esa cosa mexicana

¿Vas a volver a sacudir la cosa esa sobre México? 
Mike Pence

#ThatMexicanThing. Cuando tenía 13 años, me gustaba ir a ayudar a mi madre en su segundo trabajo, limpiando oficinas, para ver lo que era el trabajo duro. (Sam, Twitter)

Con un cansancio que la hace trabajar más allá de sus fuerzas, observa que aún falta por completar la limpieza de la base en que están asentadas las hornillas de la estufa. Tendrá que desmontarlas y, con las rejillas que integran el conjunto total, hacer un minucioso cepillado, que más tarde obtendrá o no el visto bueno del supervisor. Hacia esa área dirige sus pasos. Lleva en la mano una esponja de color amarillo que, al contacto con el jabón y el agua y apretándola, deja iridiscentes burbujas. Por un instante la mujer se fascina con ellas, pero el agotamiento le hace recordar que la esperan igualmente los trastos que permanecen secándose y requieren ser distribuidos en sus respectivos espacios.

Talla enérgicamente, experimenta la sensación de que el cansancio adquiriera densidad y le corriera a través de sus venas. Los ojos se le cierran contra su voluntad.

Se da ánimos y regresa al fregadero. Todo en esta cocina es un ir y venir constantes. No es la única atareada en enjabonar, barrer, trapear, cepillar. Otros más, otras más, igual que ella, se afanan para dejar el lugar en limpísimo estado, condición indispensable para un restaurante de prestigio.

“Hasta la última cuchara”, se dice en voz baja. Esta frase significa mucho para ella. Hay que dar, hay que imprimir el mayor esfuerzo, pese al intenso agobio. Hasta la última cuchara significa, desde hace mucho tiempo para ella, concluir la tarea completamente. Es una expresión que emplea en casa cuando habla con su hijo.

A esta mujer, como a muchas iguales que ella que viven en el país, que un día soñaron en este territorio como la más buena idea, la mejor opción, la esperan en casa problemas. Su hijo, aún pequeño, la esperará, solo, dormido. Demanda de su madre toda la atención: su salud, la comida, el uniforme, los libros, los cuadernos, la ropa. Piyama caliente para este invierno. ¡Ha crecido tanto!

Pero para eso está ella afanándose en el trabajo, como lo hace ahora mismo. Buscó que los dos tuvieran una mejor oportunidad. Buscó escapar de la inseguridad de su propia tierra; de la violencia que allá imperaba, de la desolación, de la desesperanza. De continuas horas de angustia en las que no veía ningún futuro.

Y aunque el más cercano de los futuros fuera incierto, incluso así cruzó caminos. ¡Cuántos caminos!, con el niño en brazos y con el hombre con quien había decidido llegar hasta el final. A éste lo perdió un día. En una de ésas, simplemente no supo más de él. Desaparecido. ¿A quién culpar por esta desaparición? ¿A quién exigirle? Su figura se perdió en las llanuras interminables de una tierra desconocida para ella. Y a estas alturas, únicamente queda una imagen borrosa. Muy triste, pero borrosa.

Ella continuó andando, pidiendo ayuda en los cruceros de automóviles. Debajo de los puentes de la gran ciudad. ¿Le afectaba el gesto de desagrado que tantas veces encontró en los automovilistas que deseaban se marchase lo más pronto de ahí? No. Lo importante era seguir. ¿Cómo se enteró que en algunas ciudades existen albergues donde podrían recibirla a ella y a su hijo y proporcionarles alimento y ropa?

Así, un día bajaron del tren ella, su hijo y otros más que quién sabe si volvería a ver, en esta ciudad que se veía agradable. Buen clima, al menos. 

Encontró un refugio triste, lleno de la miseria y la desgracia de todos cuantos arriban a él. Gracias a buena gente que apoya causas como esta casa y otros refugios, la mujer y su hijo recibieron ropa, comida y un lugar donde pasar la noche.

No era esta ciudad su destino. Más allá, escuchaba que decían los demás. Aquí, por lo pronto, era de tránsito. 
Vuelve a la realidad. En casa, su hijo duerme. Ella, mañana y pasado, seguirá en la faena. Él, la siguiente generación, es para ella su esperanza.

#ThatMexicanThing. Era mi madre arriesgando su vida no una, ni dos, ni tres: cuatro veces para dar a sus hijos las oportunidades que ella no tenía. (UNT, Twitter)