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En este espacio he tratado de dejar clara una cosa desde hace tiempo: el Imperio del machismo sigue dominando al mundo. Cuando se habla de los “derechos conquistados por las mujeres” o de la “igualdad de géneros” en las empresas y en la sociedad, a mi solamente me da un ataque de risa. Todavía tenemos frente a nosostros una tarea monumental que hacer para que todos los seres humanos, sin importar el género, seamos verdaderamente iguales y tengamos una presencia equitativa en este mundo.
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Al ser reflejo de nuestra sociedad, el mundo del espectáculo nos muestra que ese machismo, el cual a veces se viste de verdadera misoginia, sigue poniendo a las mujeres en desventaja frente a los hombres. Es cierto que estamos inmersos en una avalancha de acusaciones de acoso y abuso sexual que se ha vuelto tan abrumadora y generalizada como la peste negra que acabó con una tercera parte de la población en la Europa del siglo catorce. Pero esta es una manifestación muy obvia del machismo. Hay otras infinitamente más sutiles.
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Debido a que esa creencia, la cual afirma que el hombre es superior por naturaleza a la mujer, está arraigada en la mente de las personas desde la más tierna infancia, es que nos encontramos con situaciones cotidianas verdaderamente insultantes para cualquier ser humano de sexo femenino. Y hace unos días la cantante chilena Mon Laferte ¡ya no pudo más con esta situación! En una conferencia de prensa donde ella presentaba su más reciente material discográfico, un reportero (varón, por supuesto) le hizo una pregunta absurda con una naturalidad impresionante.
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El periodista de espectáculos la cuestionó sobre su secreto para que las mujeres fueran su público mayoritario siendo que son el género que más se atacan entre ellas. Por el tono y el modo de expresar la pregunta, quedó perfectamente claro que el hombre no se daba cuenta del profundo machismo que expresaba con sus palabras. La cantante en un principio empezó a contestar en un tono contenido, como para evitar desbordarse. “Creo que no hay secreto para nada…tampoco me parece que las mujeres se ataquen, creo que tu comentario es un poco machista.”
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Pero después, al momento en que el reportero trató de corregir la situación, reformulando la pregunta y cantinfleando sin parar, Mon Laferte dijo con fastidio: “Tu conferencia wey, habla…¿Qué quieres? Hablar.” Acto seguido, el hombre dijo que ya no quería decirle nada a ella. Y, ahora sí, la cantante estalló: “¿Sabes lo que pasa? Yo como mujer estoy hasta la madre de que me hagan preguntas pen... machistas, de verdad. Me harto…siempre me van a juzgar más sólo por el hecho de ser mujer y me va a costar el doble porque soy mujer. Estoy un poco hasta la madre de eso.”
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Después, la indignada artista, siguió hablando sobre el enorme esfuerzo que ella y su equipo habían puesto en la producción que estaban presentando para que al final sólo le hicieran preguntas que implican odio contra la mujeres. Y cerró el tema exigiendo al resto de los presentes: “¿Alguna otra pregunta? Una coherente, por favor.” Me imagino claramente la ira que debió sentir Mon Laferte y la tensión en esa conferencia de prensa. Habiendo asistido a montones de ellas, me queda claro que no se trata de hacer preguntas halagadoras y vacías, pero atacar directamente a quien ofrece la conferencia, tampoco es correcto.
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Muchas compañeras que he tenido a lo largo de la vida en el mundo del espectáculo y de las comunicaciones son percibidas como mujeres malhumoradas y dominadoras. Pero a mi me queda claro que están defendiendo con uñas y dientes un lugar que les ha costado dos o tres veces más que a cualquier hombre en su misma situación. “Esa perra siempre está de malas y gritando órdenes” he escuchado decir a muchos compañeros. Y luego la saludan de mucho beso y abrazo. El día que dejemos de ser hombres y mujeres para convertirnos en personas, las cosas verdaderamente habrán cambiado.