Esas enormes filas

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Esas enormes filas


Por muchos años, cuando un saltillense regresaba a casa luego de una jornada pasada en bancos o centros comerciales, la novedad que podía comunicar a su familia era que había encontrado “mucha fila” en las actividades que habría tenido que realizar. Era la novedad porque usualmente eso no ocurría. Era la novedad porque en general se llegaban a ejecutar los trámites con relativa rapidez.

Ahora, a dos o tres décadas de distancia, luego de una jornada pasada frente a cajeros automáticos, en los supermercados, en los restaurantes de comida rápida, en los centros de salud, en los servicios de lavado de automóvil, en los servicios de atención sociales, la novedad que, eventualmente, muy eventualmente, podríamos llegar a comunicar a casa es, en un caso extremo de suerte, que no encontramos fila para acceder a tal o cual servicio o realizar tal o cual compra.

Las filas que se hacen en cada uno de los casos mencionados son, hoy por hoy, larguísimas. En algunas de ellas es posible observar que concentran más de 40 personas que intentan acceder a un servicio, lo cual representa una hora o más aguardando.

Si bien es cierto que tanto unos como otros establecimientos públicos y privados se han modernizado, empleando en algunos, incluso, la tecnología, a través del uso de los cajeros automáticos, ocurren alrededor muchos factores que impiden que realmente el sistema funcione adecuadamente. Por un lado, la escasa familiarización de los propios usuarios, pero añadida a esta, la ausencia de personal suficiente para tener la posibilidad de auxiliar a aquellos que poco trato han tenido con las máquinas. También es muy frecuente que, de las 10 máquinas instaladas, funcionen exclusivamente dos o tres, lo que vuelve un martirio la espera.

A Saltillo lo está rebasando su propia población. La cada vez más imperante necesidad de hacer los trámites frente a una máquina, con una población que crece a un ritmo acelerado, no va a la par de la capacidad (e intereses) de los establecimientos comerciales, bancarios y de servicios.

Las poblaciones comenzaron un intenso proceso de urbanización, con la presencia de la industria. No es un caso único el de nuestra ciudad, que se está acercando al millón de habitantes. Con el crecimiento de las necesidades, los problemas, por supuesto, se multiplican y a ellos hay que hacer frente.

Quienes tienen en sus manos la posibilidad de planeación, que ya no es la misma de hace una década, pudieran emprender acciones que faciliten de mejor manera la vida en nuestra comunidad.

La actuación de los Gobiernos, así como una mayor conciencia de los empresarios, es fundamental para que la ciudad no se desborde. Lo que estamos viviendo ahora mismo, casi en cualquier lugar al que nos acerquemos a realizar un trámite o solucionar un problema, seguirá multiplicándose si no hay quién ponga cartas en el asunto. Háblese desde la obligación de poner en marcha el total de servicio, máquinas y personal, hasta el deber de informar adecuadamente a los usuarios.

Las filas en los establecimientos comienzan desde muy temprano, por temor a lo que vendrá en el día. Si no se agilizan los trámites, si no se proporciona información adecuada, si en el momento se atiende al público morosamente, las filas que ya estamos sufriendo se verán multiplicadas y, por desgracia, podrán convertirse en parte de la vida –y el viacrucis– cotidiana.

Salir de casa no es para muchos la mejor solución. De pronto, se ven separados de la fila por el personal a cargo y resulta que los atenderá un funcionario que se encarga de su trámite. El funcionario que se encargará de su trámite tarda dos horas en atenderlo, pues hay preferencia en la atención a otros clientes.

Ojalá y sea capaz la ciudad de enfrentar los retos y los problemas de su crecimiento. Una ciudad que no está compuesta solamente de los miles y miles que tienen que hacer esas enormes y desesperantes filas.