Esperanza en el futuro

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Esperanza en el futuro


Lo que el país en su conjunto debiera inspirar a niños y jóvenes en la actualidad radica, en gran medida, en sentimientos de esperanza e identidad. Son muchas las condiciones por las cuales los jóvenes de hoy no experimentan un sentimiento de esperanza, entre ellas, la situación económica y social que va destruyendo sus expectativas conforme avanzan en sus estudios.

Se preguntan el porqué del esfuerzo cotidiano, el para qué de los gastos que por ellos hacen sus padres o tutores, cuando en la realidad ven a esos padres y tutores en condiciones económicas que apenas alcanzan para sobrevivir, o se ven con escasas posibilidades de seguir creciendo profesionalmente. Estancados, sin expectativas de futuro. Abatidos y, en muchos sentidos, descorazonados.

Si bien esto persiste en la mentalidad de los muchachos de la clase media –pues la clase económicamente colocada en niveles más altos ha resuelto ese aspecto de su vida–, en el caso de la clase social más baja la esperanza de poder salir de un mismo medio apenas ofrece una luz al final del túnel. El desaliento se apodera de muchos y de ahí su decisión de desertar de la escuela.

La esperanza de salir de un medio en que se sienten enajenados se ve debilitada, aún más cuando existe la conciencia de cómo el mercado y el consumismo lo abarrotan todo. También la dependencia de los sistemas de comunicación digital, de los cuales una gran mayoría no dispone aún de ellos en los hogares, produce en los jóvenes un hándicap en cualquiera de los ámbitos en que habrían de desarrollarse. 

Sin esperanza en un futuro mejor, muchos jóvenes –que no se sienten inspirados– en lo menos que piensan es en experimentar sentimientos o pensamientos de identidad y pertenencia. Ambos con respecto al país donde debieran cifrar sus expectativas y trabajar sintiéndose parte de una misma nación.

De la falta de esperanzas, de un ideal de identificación con el resto de sus compatriotas y de formar parte de un país se deriva la escasa o nula empatía hacia los problemas nacionales. Así, las oportunidades de salir al extranjero serán tomadas a la menor provocación para intentar salir de un lugar que les ofrece escasas y poco prometedoras perspectivas de desarrollo, evadiéndose de los problemas existentes en su patria. 

Habría que ver qué estamos haciendo desde los gobiernos, desde las escuelas, públicas y privadas, y entre los propios ciudadanos para insuflar de sentimientos de optimismo y esperanza a los niños y jóvenes de hoy. ¿Qué esperamos para darnos cuenta de que inspirar sentimientos de identidad y pertenencia resulta importante para que nuestra pequeña comunidad, nuestras grandes sociedades, puedan pensar en el objetivo común de fortalecer sentimientos de unión y prosperidad? ¿Qué, en lo concreto, esperamos poder hacer?

Este año en que se celebrarán elecciones para la presidencia de la República, los ciudadanos que definirán con su voto los resultados darán, cada uno en el momento de presentarse en la urna, la idea que esperan de la nación. Una nación que esperamos no se vea resquebrajada por la diferencia de opiniones sino fortalecida en la democracia y alentando, inspirando a la sociedad. De esa inspiración que necesitamos se promueva entre los niños y los jóvenes, un modelo de sociedad de la cual se sienta uno orgulloso de pertenecer. No hablamos de falsos nacionalismos que alejan a las sociedades de otras. Nos referimos al amor por el terruño, por la patria chica y al esfuerzo que podemos ofrecer para engrandecerla.

La responsabilidad de quienes anteceden a estos jóvenes, hablando de generaciones, es mayúscula. Y con el tiempo sabremos cómo y quiénes aceptaron tomar esa responsabilidad con verdadero compromiso.

Miles de estudiantes de todo el país están ahora mismo esforzándose por dar lo mejor de sí mismos en las aulas de sus escuelas. Que no sea en vano el esfuerzo que realizan ellos y sus maestros. Que contemplen con esperanza su futuro en el ámbito laboral y finquen sus trabajos en un sentido de identidad con el país que ahora los ve esforzándose cada día. 

Y que nosotros, desde la trinchera en que nos encontremos, seamos capaces de andar con ellos, juntos, en esta senda.