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Estados Unidos de Aridoamérica
¿Con qué cara podemos los norteños ufanarnos de ser autosuficientes y capaces de constituir una nación independiente?
La experiencia catalana, una intentona independentista por separarse del Estado Español, que terminó con la fuga de los líderes políticos de este movimiento y una comunidad completamente desmoralizada y vapuleada, nos recuerda que una entidad política no alienta jamás la fragmentación, ni permite que sus componentes, territoriales o humanos, se le desbanden así como así nomás porque un día les amaneció hinchada su gana.
Más tardaron los catalanes en pintar sus consignas y gritar “¡Catalunya lliure!” que la fuerza pública en caerles con todo su peso y rigor. Hoy su expresidente, Carles Puigdemont, se esconde en Bélgica con tal de no afrontar los cargos de traición a la patria y sedición, lo que en casi cualquier país se paga con la vida y una multa de 38 euros.
Y no es que yo no simpatice con las causas independentistas. Para mí nada como la autodeterminación de los pueblos.
¡Pero vamos! Que hay que tener, además de muy buenas razones para emanciparse, el tino de escoger un momento coyuntural para que esta separación cueste al pueblo la menor cantidad posible de sangre y sufrimiento. Si no, luego de una cruenta revolución, ocurre que le otorgan la independencia casi por pura lástima cuando ya no queda nada en pie sobre qué levantar la nueva república y allí tiene el mundo que lidiar con un nuevo país recién nacido en la miseria.
Más en broma que otra cosa, pero siempre con el afán de ver qué tanta repercusión llega a tener, se lanzó en redes un movimiento por la independencia de los estados del norte de México.
Insisto, tiene tintes de ser broma, aunque no falta el trasnochado que se lo toma en serio y lo celebra como una gran iniciativa.
La República de México del Norte o Estados Unidos de Aridoamérica agruparía la península de las Californias, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Durango y Sinaloa (aunque ya entrados en gastos deberíamos anexarnos de una buena vez California, Arizona, Nuevo México, Texas y Nayarit… digo).
Como principal argumento, los entusiastas de esta iniciativa esgrimen la política centralista que siempre ha caracterizado al Gobierno de México, en el que todas las entidades subsidian a la CDMX (antes Gran Tenochtitlán), cuya única gracia es concentrar todo el poder y las sedes burocráticas del Estado (así como acaparar los mejores conciertos y espectáculos).
Lo anterior, desde el supuesto de que los estados norteños, por ser industrializados, somos altamente productivos y no tenemos por qué andar compartiendo nuestra riqueza y prosperidad con el México agrícola que vive allá en el sur y del que no necesitamos nada (ajá).
Creo que como chiste aguanta, tanto como el debate de la quesadilla sin queso (que sí lleva, por cierto). Pero ya andarlo cabildeando como posibilidad real es para dar penita, propia y ajena.
¿Con qué pinche cara podemos los norteños ufanarnos de ser autosuficientes y capaces de constituir una nación independiente, si nosotros mismos hemos permitido o contribuido con el desastre de nuestra antes orgullosa región?
Para empezar, en el norte hemos tomado por mucho las peores decisiones electorales. Si nuestros recientes gobernadores han sido linduras como César Duarte, Tomás Yárrington, Egidio Torre, Guillermo Padrés y ¡dos Moreiras! ¿Se puede usted imaginar con qué criterio de subnormales elegiríamos un Presidente en estos hipotéticos Estados Unidos de Aridoamérica? ¡Árida tenemos la sesera! Reseca por completo, según refleja nuestro ejercicio de la democracia.
Recordemos también que dos entidades federativas de este “dream team” son auténticos infiernos, estados fallidos en los que el crimen organizado pudo más que el Gobierno y las instituciones: Sinaloa y Tamaulipas, sedes de los más temibles, violentos y sanguinarios cárteles. Ello por no mencionar los feminicidios de Juárez, Tijuana, la región Lagunera, los 300 de Allende, el Penal de Piedras Negras. ¡Pura chulada! ¡Arriba el norti!
Y esa industriosa prosperidad de la que tanto nos enorgullecemos no deja de ser un conjunto de empresas, muchas de ellas extranjeras, que se dedican a explotar los recursos naturales y humanos sin ningún tipo de remordimiento.
Por último, no podemos decir que culturalmente estemos como para ponernos en un pedestal, desmarcarnos o declararnos superiores a nadie, si nuestro hermoso folclor norteño derivó en música de quinta, en la que se hace apología de las peores prácticas, usos y costumbres. Y pareciera que ser norteño significa ahora ser un orangután con botas y una impúdica idolatría por la cultura del narco (“buchones” creo que les llaman).
En Estados Unidos de Aridoamérica o República del Norte de México, ¿cuál sería nuestro himno nacional? ¿Una canción del Komander? ¿Y nuestra bandera la carne asada? Eso porque el platillo regional sería un macabro pozole de cristiano en tambo.
Lo dicho, como chiste, vale. Pero no concibo que alguien medio considere de verdad que tenemos los atributos como para autoproclamarnos república independiente. Y si por alguna razón llegara a suceder, mejor buscar asilo en... no sé, Siria, tal vez.
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