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Favores

Un señor le preguntó a su hija: “Susiflor: ¿sabes de educación sexual?”. “Claro que sí –responde ella-. Al terminar siempre les digo a los muchachos: ‘Muchas gracias’”. Feo defecto es ese de la ingratitud. Decía un señor: “No sé por qué Fulano habla tan mal de mí. Jamás le he hecho un favor”. En la playa un niño pequeño se estaba ahogando entre las olas. Un valeroso joven acudió nadando y lo salvó. Poco después la madre del pequeño fue con el muchacho y le preguntó: “¿Usted fue el joven que salvó a mi hijo?”. “Sí, señora” –respondió el muchacho esperando oír alguna palabra de agradecimiento. Le dijo la mujer con tono áspero: “¿Y dónde está la gorrita que traía el niño?" Recordemos siempre los favores recibidos, y olvidemos los que nosotros hemos hecho. Pero que conste...

APARIENCIAS.  Un majadero individuo llamado Caprono decía: “Mi esposa tiene las medidas de Miss México, Miss Venezuela y Miss Brasil. Pero de las tres juntas". No cabe duda de que eso de la belleza y la figura somete a muchas mujeres a una presión social que no debería existir. Alguna vez conté que mi abuela Liberata, mujer sabia y prudente, daba un buen consejo a sus hijos en trance de buscar esposa. Les decía: Hijos: La mujer por lo que valga, no por la nalga. En efecto: la apariencia física es cosa que se lleva ese viento implacable que se llama el tiempo. Lo que importa son los buenos sentimientos. Pero que conste...

JUSTICIA. En tiempos del reparto agrario, cuando las tierras de los latifundistas eran entregadas a los campesinos, los hijos de un rico hacendado de Coahuila le dijeron a su padre que se iban a levantar en armas. El señor, que conocía bien a sus retoños, les contestó: "¡Ya quisieran levantarse temprano, flojones!”. Claro que no les dijo “flojones”, pero yo tengo que decir así. En nuestro país el reloj de la justicia social está trágicamente atrasado. Debemos ir hacia los pobres de México, antes de que ellos vengan contra nosotros. Pero que conste...

FUERZA. El niñito lloraba porque su papá iba a salir de viaje. "-No llores, hijito -le dice el señor-. Mira: te doy permiso de que te duermas en mi cama con tu mamá". Contesta el chiquillo entre sus lágrimas: "-¿Y de qué sirve que me des permiso? Siempre llega tu compadre y me gana el lugar". Un señor estaba leyendo el periódico. Le comentó a su mujer: "Mira, aquí dice que el sexo es la fuerza que mueve al mundo". "Será -contesta ella-, pero tú ya no estás empujando nada". Pobre señor: dormía con su esposa en cama de agua, y la señora decía que la cama era "El mar muerto". Empujemos todos, pues, -me refiero a la fuerza que mueve a la nación-, pues de otra manera habremos perdido el tiempo valioso que necesitamos a fin de hacer de este país una casa mejor para nuestros hijos. Pero que conste...

PARTIDOS. Libidiano Pitongo, galán concupiscente y diestro en toda suerte de voluptuosidades, le hizo una proposición a Dulcilí, muchacha ingenua. Le dijo: "Vamos a jugar al muerto y al vivo". Pregunta Dulcilí: "¿Cómo se juega a eso?". Responde Libidiano: "Tú te acuestas en la cama y te haces la muerta. Entonces yo me subo a la cama y me hago el vivo". Algunos partidos políticos también se hacen los vivos. Son en verdad empresas de familia que nos cuestan mucho dinero a los contribuyentes. Una señora tenía ya 15 hijos. El médico le dijo al esposo: ¿No cree usted que debería practicar la paternidad responsable?". "-Doctor -contestó el hombre-. Los hijos nos los manda el Señor". "-Es cierto -reconoció el médico-. Y también nos manda la lluvia, pero nosotros nos ponemos impermeable". La democracia tiene muchos costos. Entre ellos, sin embargo, no debe estar el de mantener tantos partidos que reciben mucho y no dan absolutamente nada. Pero que conste...

PRÓJIMO. A don Cornulio le gustaba poner en su casa pequeños carteles con frases conocidas. En su recámara tenía uno que decía: "Ama a tu prójimo". Cierto día llegó a su domicilio, entró en la alcoba y halló a su esposa en brazos de un desconocido. Sin inmutarse le dice el individuo: "-Hola. Soy el prójimo". La historietilla, claro, desvirtúa un concepto fundamental en nuestra vida diaria: el concepto del prójimo. Si pensáramos en el prójimo -en cualquier prójimo- como alguien que es como yo, que sufre, se alegra, sueña y tiene esperanzas como yo, veríamos en él a un hermano unido a nosotros por la común fraternidad humana. No lo dañaríamos entonces con nuestros egoísmos, nuestras violencias o nuestra maldad, y así nuestra vida sería más fructífera. Pero que conste.