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Flojito y cooperando
Una amiga me escribe. Estamos a más de 800 kilómetros de distancia como para poder vernos y beber un café o cerveza, así que nos conformamos con esto. Yo lo hago al menos. Hace mucho tiempo que asumí la idea de la distancia como un inconveniente infranqueable en lo que se refiere a la posibilidad de ver a mis seres queridos. La distancia, dicen algunos, es sólo una circunstancia. Puede ser. En la antigüedad la gente caminaba y no dependía de otra cosa más que de su voluntad para desplazarse. Quizás es eso realmente. No tengo la voluntad necesaria para ver a toda la gente que dejé atrás. Es eso o simplemente mi voluntad es quedarme en donde estoy porque este lugar es lo que necesito y lo que quiero ahora.
1. “Oh tonight, I miss you... Could be here with me but I won't see you 'til you've made it back again”, dicen los Pet Shop Boys en “Home and Dry”. La nostalgia siempre aparece, pero es inevitable. Tiene que ceder de alguna manera, pero verla como una tortura no es lo más recomendable. Cada quien sigue su propio camino incluso quedándose quieto. Somos como el tránsito planetario. A veces los cuerpos celestes se alínean, y en otras cada uno orbita por rumbo distinto alrededor del Sol. Las señales que se le puedan atribuir a estas “reuniones” ya dependen de cada quien.
2. La aparente aleatoriedad de los sucesos es todo un tema; pero, ya sea que se crea en un plan maestro o en el azar, todo responde a la necesidad de darnos confort. Somos, aunque lo neguemos, los primeros en darnos palmadas en la espalda. Así que si queremos creer que “somos accidentes esperando ocurrir”, como dice Radiohead en “There there”, es válido.
3. La ausencia (es obvio) no se encuentra atada a la distancia. Puede haber millones de kilómetros entre dos personas en la misma habitación, mientras que una llamada nos pone en la oreja, aunque sea con interferencia, la voz de alguien a quien no hemos visto y tocado desde hace años. En lo particular rara vez hablo por teléfono con mis amigos lejanos, a ellos más bien les escribo. Chateamos, pues. Yo, más bien, recuerdo siempre esto cuando le llamo a alguien con quien tengo una relación en curso. Invariablemente siempre me viene a la mente “Flavors” de Gomez. “There were two lovers separated by the telephone”. Sí, es una línea simple, perfecta y melancólica como debe corresponder a una buena historia de amantes.
4. Para Chuck Palahniuk el asunto con los teléfonos y la distancia es más simple. Según el escritor, la personas los usan porque odian estar cerca unos de otros y, al mismo tiempo, porque temen estar solos. Tiene razón, para la mayoría de las personas la soledad es como la peste misma.
5. La soledad tiene sus entresijos. Muchos. Y sí, si reducimos todo a la miníma expresión de nuestros cuerpos y pensamientos, es verdad: estamos jodidamente solos. Sin embargo, no es la soledad misma la que tememos, sino lo que nos provoca a cada uno o lo que entendemos como tal. Para mí, por ejemplo, la idea de temerle a la soledad se reduce a que cuando estoy en casa pienso, de manera absurda, que puede llegarme la muerte en un accidente tonto como resbalarme mientras me baño. Para otros, en cambio, quizás lo que les intimide puede ser el desamparo que una situación de aislamiento les evoque. Por supuesto, en mi caso, estar acompañado no evitará que un día me ahogue con una pieza de pollo mientras como, pero la idea de un testigo me hace sentir mejor. Como dicen los War Boys en Mad Max: “Witness Me”.
6. Yo no podría hacer un tratado sobre la soledad y dar consejos para sobrellevar su padecimiento. Se me antoja digno de charlatanes y falsos profetas. Pienso que como toda neurosis, cada quién tiene su propia receta y yo... yo sólo me dejo ir. Flojito y cooperando, como dice el dicho. Si he de escoger una soledad, que sea una movida como la de Mano Negra. Y canto mientras hago un eslám solitario en la sala de mi departamento. “Here I am alone, with nowhere to go...”.