Garrincha y la aporofobia

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Garrincha y la aporofobia

Un fantasma recorre el mundo, es la aporofobia: el miedo, la repugnancia hacia el pobre. En un entorno plagado de riquezas, la reconfiguración de los dineros y fortunas señalan que sólo el 1 por ciento de la población concentra el 50 por ciento de la riqueza mundial. ¿Los demás? son pobres, somos pobres. Como pobre y abandonado y en plena parranda murió “Garrincha”, aquel inolvidable futbolista brasileño que ganó dos Copas del Mundo y que murió apenas a los 49 años. Al día de hoy,  ya ni siquiera se sabe dónde descansan sus huesos. Esta es su historia. 

El menesteroso siempre será intolerable y nunca será bien recibido. El principal problema del mundo es la bestial y apocalíptica desigualdad, lo he contado antes en este generoso espacio. Pocos lo tienen todo, hartos no tienen nada. Según un estudio de la Universidad de California en Los Ángeles, el 1 por ciento de la población mundial controla el 50 por ciento de la riqueza generada en el mundo. Es decir, este 1 por ciento de humanos son dueños del capital, empresas, recursos naturales, compañías de inversión, tecnología, servicios… de todo. Según datos de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo), los primeros 100 grupos empresariales del mundo dan empleo a más de 6 millones de personas y generan transacciones por el orden equivalente a cuatro veces el PIB español, por ejemplo (“El Poder en el Mundo”, Joaquín Estefanía).

La concentración de la riqueza es brutal. Por eso, nada más enfadoso que un pobre sobre la tierra. Pero vaya, hay paliativos. Si usted es cristiano, la pobreza no es una condena, sino su salvación y usted entrará en el Reino de su Dios. No aquí, sino cuando llegue el Reino. ¿Cuándo? Mi aseveración es personal: nunca. El mundo va a seguir por siempre y ese famoso Reino del fin de los tiempos prometido, es una tirada de naipes errada. No soy el único que piensa lo anterior. Pero no es el caso de este texto. La pobreza es el mal de los Siglos 20 y 21. Es el mal de siempre. Eterno. “El pobre es odioso aún a su amigo…”, dice Proverbios 14:20. 

En otro verso de este mismo libro, 10:15 se lee: “Las riquezas del rico son su ciudad fortificada; / y el desmayo de los pobres es su pobreza”. Caray, es mejor ser rico y sano que pobre y enfermo. Y si hablamos de pobreza y de pobres, nada más triste que la historia de un infortunado humano que fue ídolo no sólo en su país, sino en el globo todo y arañó el cielo en sus mejores días sobre la tierra. La historia hoy le está dando la vuelta al mundo. Es una historia de pobres y de pobreza sin final feliz. 

ESQUINA-BAJAN
En Brasil, donde el futbol es religión y la cuna del “jogo bonito”, en Río de Janeiro hubo la intención de hacerle un homenaje al futbolista Manuel Francisco dos Santos, el inolvidable “Garrincha”. El concejal de Magé, población adjunta a Río, preguntó por la tumba del jugador. La pregunta continuó su curso: las autoridades municipales preguntaron a los del panteón local, los del panteón a los familiares, los familiares entre sí, hasta que la bomba tronó: nadie sabe dónde está enterrado el futbolista brasileño y compañero del inolvidable “Pelé”, con quien ganó las Copas del Mundo de Futbol de 1958 y 1962. 

Al día de hoy se buscan sus restos. “Garrincha” había nacido en el seno de una familia muy pobre de 15 miembros. Tenía un desvío natural de columna y sus piernas eran un tanto torcidas. Los clubes tradicionales de Brasil lo rechazaron uno tras otro: Flamengo, Fluminense, Vasco… Menos el Botafogo, quien lo  recibió en su club y lo lanzó a la gloria. Los quiebres, danzas y regates del ídolo “Garrincha”, lo volvieron un talismán no sólo en Brasil, sino en México y en el mundo. Todos lo asociamos con el divino esteta “Pelé”. Una pareja atómica. Y un dato para la historia: mientras “Garrincha” jugó con la Selección de Brasil, ésta nunca perdió. De 59 partidos disputados, obtuvo 52 victorias y 7 empates. Marca perfecta. 

Pero, todo se acaba. Máxime cuando se depende del cuerpo y su bienestar físico. A los 49 años, el inolvidable “Garrincha” era alcohólico. Así murió. Mejor dicho, por eso murió. Olvidado y sumido en la pobreza y el trago. Cuando se supo de su deceso, Brasil lloró su muerte, jugador al cual le bautizaron como la “Alegría del Pueblo” y el “Ángel de las Piernas Torcidas”. Se le despidió en el fabuloso estadio Maracaná y el cuerpo de bomberos cargó con su ataúd. Fue despedido como héroe. El héroe pronto fue olvidado. El héroe regresó a lo suyo: a su tierra, a la pobreza, al olvido; a la indiferencia incluso de los suyos. Hoy nadie sabe dónde están sus restos, a los cuales el Ayuntamiento quería hacerle un justo homenaje. Pues no, nadie quiere a los jodidos, por eso la aporofobia domina al mundo. 

LETRAS MINÚSCULAS

“Garrincha”, pobre y jodido en un mundo de riqueza. Muerto, crucificado.