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Generación que ve y no actúa
Una señal de estos tiempos es que nuestra cultura y convivencia está envuelta en la tecnología e internet. La nueva generación de nuestros hijos vive un mundo completamente diferente de como muchos adultos crecimos:
* La mayoría de los jóvenes intercambian experiencias reales en forma virtual.
* Lo más importante es la imagen y no la esencia.
* La mayoría tiene una vida sedentaria y no activa. Por primera vez, en toda la historia de la humanidad, pasamos más tiempo sentados que acostados.
Nuestros hijos aprenden que no es necesario vivir la experiencia física de subir una montaña o esquiar, ya que es suficiente ver a otra persona realizarlo en un video. Ahora las experiencias virtuales sustituyen a las reales. Hace algunas semanas, hablando con un adolescente de 12 años que no sabía andar en bicicleta, le pregunté si le gustaría aprender. Su respuesta me sorprendió: “Para qué aprendo, maestro, si tengo videojuegos que lo hago sin ningún problema y además soy muy bueno”. Lo cuestioné que eso era virtual y que una cosa era lo real y otro hacerlo en una pantalla y en la imaginación. Y solamente me dijo que no le interesaba.
¿Cuántos de nuestros hijos viven una realidad virtual y no una realidad real (perdón por la redundancia)? La mayoría de los chicos crean rutas artificiales para logras sus metas y pueden vivir mucho tiempo en su mundo artificial:
* Pasan la mayor parte del tiempo en sus pantallas y googleando.
* Tienen relaciones solamente a través de sus redes sociales.
* Piensan que son buenos porque simplemente ganan en los videojuegos o pasan a niveles superiores.
* Viven la satisfacción de haber conquistado el Himalaya porque otra persona lo hizo.
Esto es una trampa muy peligrosa porque nuestros hijos pueden vivir en una fantasía pensando que es la realidad. La experiencia virtual puede engañar al cerebro y hacerle creer que esta experiencia artificial es suficiente para tener una plena satisfacción del logro y felicidad. Es más fácil ver a otros que tener nuestras propias experiencias y aventuras. No hay temor de ser afectados en su autoestima por el fracaso o rechazo.
Durante esta pandemia es crítico el desarrollo y aprendizaje social y emocional de nuestros hijos, ya ante el aislamiento han incrementado sentimientos de soledad, abandono, exclusión, estrés y ansiedad ante el distanciamiento. Una de mis alumnas me comentó: “Maestro, no es justo. Por qué ellos sí pueden ir o disfrutar y yo tengo que estar encerrada. Se la pasan muy bien y yo no puedo salir de casa”.
Hoy las redes sociales enlazan y reducen el distanciamiento social entre nosotros, pero esto no significa que así es el mundo real. Si alguien quiere tener una relación romántica y afectiva con alguien tendrá que ir más allá de una interacción de pantalla y buscarla en forma presencial y cara-cara. Si desean tener grandes aventuras, conquistar un logro significativo o entablar una relación social estable, necesitan salir de las recámaras y alejarse de las pantallas, y con un esfuerzo constante y sin miedo al fracaso lanzarse al mundo real.