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Gritos y Susurros

Hoy es el último día de exhibiciones de “Sonata de Otoño”, la primera película del ciclo homenaje al cineasta sueco Ingmar Bergman en ocasión del centenario de su natalicio en Cinemex Galerías.

Pasado mañana el mismo complejo de cines al norte de la ciudad estará exhibiendo por espacio de dos semanas también otro de los clásicos imprescindibles del maestro en su caso de principios de la década de los 70, “Gritos y Susurros”, protagonizada una vez más por su actriz fetiche Liv Ullman y otra vez  también con el apoyo en la cámara de su fotógrafo de cabecera, el no menos genial Sven Nykvist, quien por su trabajo en este filme ganó merecidamente el Oscar a la Mejor Fotografía de 1972, la primera estatuilla dorada que obtuvo en su prolífica filmografía antes del segundo y último que obtuvo por su labor en otra de las obras maestras de Bergman, en su caso ya de la década siguiente como sucedió con “Fanny y Alexander”, de 1983.

“Gritos y Susurros”, como su título lo indica, inicia precisamente en silencio y a través del acercamiento de la cámara a la carta que escribe Agnes (Harriet Andersson), una mujer enferma de cáncer en una villa de Suecia de principios del siglo 20 donde se lee: “Es lunes por la mañana y siento dolor. Mis hermanas se turnan para cuidarme”. Para esto, Agnes tiene a dos hermanas: María (Liv Ullman), cuyo cuidado de Agnes la hace reencontrarse con el doctor David (Erland Josephson), con quien María vivió un romance secreto años atrás, y Karin (Ingrid Thulin), quien ha vivido una vida todavía más reprimida hasta el punto de propiciar los gritos en un momento dado del título.

Tal y como lo comentamos hace un par de semanas cuando recomendamos “Sonata de Otoño”, “Gritos y Susurros” es otro hipnótico drama psicológico ahora centrado no tanto en la relación de una madre con su hija aunque aquí aparezca en algunas viñetas la misma Liv Ullman con una peluca negra interpretando en un segundo papel a la progenitora de todas ellas, sino más bien de tres hermanas de muy diferentes personalidades cada una de ellas y cuyos sentimientos reprimidos explotan ante una situación límite como es la enfermedad letal de una de ellas.

Para ello, a través de su muy particular estilo, Bergman nos comunica esas frustraciones y deseos reprimidos a través de sus rostros y ellas en general inmersas en fondos rojizos, fusionadas con disolvencias rojizas cuyo color de sangre y pasión entremezcla los sentimientos encontrados de todas ellas incluyendo los de una callada sirvienta llamada Anna (Kari Sylwan), quien como ocurre ahora sí que “en las mejores familias”, a pesar de tener en apariencia una familia con una hija propia, parece ser la única persona en esa casa que sin pedir nada a cambio ama, en silencio y  sin condiciones, a su patrona enferma.

Dicho todo lo anterior, lo único que nos queda decía antes de terminar este comentario que “Gritos y Susurros” es otra de las grandes obras fílmicas del maestro Bergman, en su caso en vivo y a color, donde los sentimientos de los mortales se enfrentan de cerca con la inminencia de la muerte, y en medio de la crisis existencial que los confrontan con sus sentimientos entre sí y para con Dios, es de esas películas de excelencia con las que el espectador se queda cautivado, y en estado reflexivo también, incluso horas y días después de abandonar la sala.   

Comentarios a: alfredogalindo@hotmail.com; Twitter: @AlfredoGalindo