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A guerra suja do Manolinho
Manolo le ha hecho campaña negra al exalcalde, sin presentar ninguna evidencia fehaciente, porque todo su ánimo es proselitista
Algún anónimo genio de la sandez (alerta de oxímoron) tuvo el buen juicio de designar como Año de Hidalgo a los últimos 365 días de una administración.
El Padre de la Patria estaría muy molesto de saber que cogimos su buen nombre por ninguna razón alusiva a su inmaculada persona, sino únicamente porque rima con el corolario de esta denominación: “chingue su madre el que deje algo” (en todo caso, por precisión histórica, lo correcto sería Año de Carranza).
Pasan las décadas, nos volvemos más conscientes de lo mucho que menoscaba nuestra calidad de vida el fenómeno de la corrupción, y el chiste pierde mucha de su poca gracia original. Desafortunadamente, como práctica en el servicio público, el Año de Hidalgo no pierde un solo mililitro de vigencia.
Esta expresión de nuestro triste folklor político al menos retrata perfectamente lo que es el espíritu en la recta final de una gestión.
Bueno, de por sí los hombres-rata que se disfrazan de servidores públicos para pasar por humanos siempre aplican la fórmula de “un peso para los contribuyentes, dos para mí”, imagínese la voracidad de pánico que les entra cuando comienzan a descontar los días antes de que expire su queso.
De perdido al inicio de gestión medio que intentan quedar bien con alguien (con sus conocidos, con su jefecita, con la prensa, aunque esa mejor la contratan) y entre informe e informe, le dan una “shineada” al pueblo.
Pero nomás empiezan a transcurrir los doce meses previos a la entrega del hueso y dejan de pagarle hasta a los proveedores, que gastan más en vueltas y tiempo muerto esperando a que les salden sus facturas.
Y de realizar cualquier empresa de largo o mediano alcance ¡Ni hablar! Si algo se llega a hacer es para su lucimiento inmediato o, como se dice, pura obra de relumbrón. Con que aguante para la foto.
Todo esto en una administración normal, pero… ¿Qué ocurre cuando la gestión dura exactamente un año? Le confirmo sus peores sospechas: Dicha administración estará hecha en su totalidad de la artificiosa sustancia que hace a los años de Hidalgo.
Dicho de otro modo: Una gestión de un año es cien por ciento Año de Hidalgo, sin más aportes calóricos o nutricionales. No contiene proteínas, vitaminas, ni minerales. ¡Ni siquiera azúcar! Haga de cuenta que es un cereal hecho exclusivamente de puros conservadores y el juguete de regalo.
Sólo lo peor de lo que de por sí ya es pésimo.
Pues con la novedad de que los municipios de Coahuila tienen alcaldías transitorias de un año. Alcaldes que a pesar de que fueron electos casi en calidad de interinos y cuya función debería ser simplemente garantizar el funcionamiento y la continuidad de los servicios durante este periodo de ajuste, llegan con ínfulas de reformadores como si el tiempo les fuera a alcanzar siquiera para agarrarle la onda a la chamba.
¡Pero olvídese! Identidad corporativa nueva, nuevos colores, nuevo slogan, nuevo logotipo. ¡Nuevos regidores y nuevos directores de área! No, no, no…. Haga de cuenta que llegaron para salvar a la Tierra de las diabólicas fuerzas del despiadado Ming.
Nos daríamos por bien servidos con que sigan funcionando los semáforos, recojan la basura y que el transporte pinche siga dando su pinche servicio. Con eso ya aseguran el 70. No necesitan más. Y no porque no hagan falta proyectos y visión a largo plazo, pero entiendan —otra vez— ¡el carácter de este periodo es de transición!
Pero doce meses de poder a nadie le saben ni a melón y pues todos (le apuesto uno de lo que nomás tengo dos) sueñan ya con su reelección.
Y como precisamente, un año parece poco para hacer proselitismo, hay que tomar medidas desesperadas.
Manolín “¡Fíjate Qué Suave!” Jiménez, alcalde de Saltillo, llegó con una furiosa estrategia de desprestigio contra la pasada administración (porque siempre es más fácil enlodar al de al lado que hacer un esfuerzo propio por brillar).
Y entendámonos. Si la gestión de Isidro “El Chilo” López Villarreal fue turbia en sus finanzas, si dejó una deuda injustificada o se le comprueba alguna malversación, yo soy el primer interesado en conocer los detalles de esto y condenar el hecho.
Sin embargo Manolín no ha hecho más que blofear y hacerle campaña negra al ex alcalde sin presentar ninguna evidencia fehaciente. ¿Por qué? Porque todo su ánimo es proselitista.
Y si sus ganas son (como los simios) de pelear arrojándose sus heces, ¡pues adelante! Pero contratar un servicio de perfiles apócrifos —¡con sede en Brasil!— para atacar a López Villarreal desde las redes sociales, tal y como reveló una investigación, y pagarlo (dudo mucho que de su bolsa)…
Esas son auténticas chingaderas, y sepa que no se las está haciendo a su padrino Chilo López, sino a nosotros los saltillenses.
Manolín, ten por favor un mínimo de progenitora y si vas a dedicar tu raquítico año de gestión y de Hidalgo a sostener una guerra sucia, hazlo con recursos personales y, de pasada y como consejo, no lo hagas tan burdo y tan evidente, como con las cuentas de Facebook cariocas.
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