Hablemos de Dios (21)

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Hablemos de Dios (21)

¿Cuándo conoció usted a Dios, señor lector? Cuando usted supo de él, ¿cómo lo definió, cómo lo representó, qué atributos le dijeron que éste tenía y usted cuáles le puso, cuáles atributos le endilgó? Ojo, todo desde una perspectiva humana, jamás divina. ¿O usted también es Dios? Insisto, ¿cuándo supo usted por primera vez de Dios? ¿Lo recuerda? 

Hay un reparo que siempre tengo con la gran mayoría de los hermanos cristianos (yo soy católico, cristiano, Testigo de Jehová, metodista, bautista; vaya, hasta fui con los Hare Krisnha por un buen tiempo) cuando los conozco y me platican su historia o ya luego la sé, y claro, no todos son así. Va. La mayor parte de estos cristianos que conocieron a Dios y Dios “les habló”, son conversos. Es decir, eran católicos, se decían católicos o bien, de plano ni estaban en religión alguna. Ya adultos, se convirtieron. Conozco varios humanos para ejemplificar el texto de hoy, pero tomo la historia de dos. 

Uno de ellos un comandante de Policía, al cual llamaremos el Feroz Comandante AX. Cuando dicho Feroz Comandante AX era el dueño del pastel, el dueño de la pelota, casi el dueño de la vida y la muerte, era tan hijo de la chingada, que se hizo millonario, tenía varias mujeres, hartos hijos y mandaba madrear a todo mundo a su antojo y conveniencia. Su parque vehicular era envidiable, viajes por todo el mundo, era intocable y mucha lana,  hartísima lana para dilapidar. Pero, un día el Feroz Comandante AX cayó de la gracia del Supremo Jefe y lo mandaron a su casa con el rabo entre las patas. Fue cuando “Dios le habló”, cambió su vida, se hizo cristiano y se hizo… ¡Pastor! Alguna vez fui a su Iglesia o Templo en el norte de Saltillo. En pomadosa colonia. Allí me lo topé hablando de Dios, su piedad, su misericordia, su gracia, su luminosidad, su… bla bla bla. Pues sí, señor lector, había conocido a Dios. Fin de la primera historia.

Segunda historia. Conozco a una mujer que colabora en el Gobierno del Estado de Rubén Moreira. Es alta funcionaria, trae automóvil grande y viaja todo el tiempo. Tiene achichincles a su servicio. Es cristiana. Va y no falta a su templo todos los domingos o sábados. Es una hermana ejemplar. Tengo mucho sin verla ni platicar codo a codo con ella. Alguna vez cuando me vieron almorzar con ella y con mi ingrata fama que tengo (me la merezco, en honor a la verdad. Ya no tanto, pero en fin, ya nada más la fama tengo), un amigo me dijo: “Oye maestro, ¿sales con Fulanita? es guapa. Le gusta mucho el reventón, de hecho, se iba cada fin de semana a la playa con Menganito, tu amigo. Le gusta la buena vida, si la invitas, va a todo…”. Fin. 

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¿Cuándo conocieron a Dios y Dios “les habló” a este par de nuevos cristianos que ahora son fanáticos y se olvidaron de su vida disoluta de apenas ayer? Pues sí, curiosamente cuando ya no tuvieron diversión, dinero gratis y todo a su servicio para seguir en su vida libertina. Es decir, por ellos y de jóvenes, nunca hicieron lo correcto, nunca tomaron su decisión férrea en su vida y ni siquiera pensaban en Cristo ni Dios… hasta que los quitaron de donde había.

No los juzgo. Lejos estoy de ello, pero ejemplifico de cuándo conocieron a Dios estos cristianos: cuando no tuvieron otra opción. Y sí, cuando pasaron de moda en sus respectivas vidas. Jamás antes.

¿A dónde voy? Lea lo siguiente. Yo tengo la fortuna de haber conocido a Dios cuando era niño. Mi padre y mi madre me educaron así.  En la Iglesia católica, en sus valores y rezos. En sus mantras y obras. En su Evangelio y vocación. En sus Vírgenes bellas, vestidas con pedrería de Damasco y en sus Cristos flagelados y dolientes, como el inconmensurable Señor del Veneno de la Catedral Metropolitana o el de Campeche. Dos de tres únicos en América.

Pero, ojo, sigo siendo el mismo. No he cambiado desde niño. Conocí a Dios de niño. Él me conoce como soy. No tengo por qué cambiar como los hermanos cristianos, los cuales buscan el perdón a sus actos.

Todo, todo viene a cuento porque los niños son los que mejor definen a Dios y junto con Dios, su entorno, su ecosistema. En un libro perturbador, “Casa de las Estrellas”, editado en Colombia, se lee en niños de 7 a 11 años las siguientes definiciones: de Maestro: “Es una persona que no se cansa de copiar”. Mafioso: “Es una persona con mucha plata y no le gusta nada”. ¿Cómo define un niño un templo, una iglesia?, “(Lugar) donde uno va a perdonar a Dios”. Léalo y reléalo. Donde uno va y perdona a Dios. Puf. 

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El Feroz Comandante AX que madreaba a todo mundo y robó a lo cabrón en el Gobierno, hoy es un pastor exitoso. Lo siguen cientos. Y sí, habla de Dios...