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Hablemos de Dios 26
Han sucedido cosas “curiosas”, por decir lo menos, durante el tiempo en que esta columna, que habla de Dios, ha crecido y seguido publicándose.
Una torpe reflexión a vuela pluma: he notado que sólo a los hermanos cristianos “Dios les habla”. Hermanos católicos no me han dicho esto alguna vez. Me comentan los textos, me apostillan, preguntan por libros y sus fichas, pero nada más. En cambio, los hermanos cristianos me siguen comentado de ello. Les escucho el estribillo machacón varias veces: “Dios me dijo”, “Dios me sopló al oído”, “El espíritu me habló.” Insisto, de ser cierto, pues qué privilegio. Pero lo mantengo: Dios no habla. Jamás.
Hoy esta columna es armada con base en anécdotas en ocasiones chuscas o disparatadas, serias y tristes, de pensadores, filósofos y escritores que reflexionan sobre ese ser, esa entidad a la cual llamamos Dios. Ojo, los pensadores son de primera fila. Así de sencillo, tome usted de ellos lo que guste y deseche lo inservible. Van: cuentan que a Bertrand Russell, quien era un escéptico con respecto a la existencia de Dios (escribió “Por qué no soy cristiano”), un espectador en una conferencia le preguntó si después de morir, si éste se encontrara cara a cara con Dios, ¿qué le diría? Russell contestó: “Simplemente le diría: ¡Señor! ¿Por qué has dado tan pocas señales de tu existencia?”
El pensamiento más famoso sobre Dios es de Pascal, y es el siguiente: “Creo en Dios, porque si existe, salgo ganando, y si no existe, no pierdo nada”. Lo anterior es algo generoso y benévolo. Friedrich Nietzsche de plano dijo: “Dios ha muerto”. Acoto desde mi pálida lengua: si entonces murió, estaba vivo. Y si estaba vivo, ¿dónde estaba? Cosas de reflexión a vuela pluma. En fin. Nada mayor, nada grave. Queda el texto para seguir explorando la frase.
El siguiente diálogo entre dos judíos lo cuenta el escritor José Antonio Marina en su libro “Dictamen sobre Dios”: dos piadosos judíos discuten sobre las excelencias de sus respectivos rabinos. Uno dice:
–Dios conversa con nuestro rabino todos los viernes.
–¿Cómo lo sabes? –pregunta el otro.
–El propio rabino nos lo ha dicho.
–¿Y cómo sabes que no miente?
–¿Cómo iba a mentir un hombre con el cual Dios habla todos los viernes?
Caramba, tal vez hoy ya no conversan, sino que le llaman por celular o bien, y debido a la Internet, se ponen a “chatear.” Y no es broma lector. Hay un anuncio en un bulevar de Saltillo que dice “Dios en línea”. Con su respectiva dirección electrónica. En red hay un “Blog de Cristo” ¡Puf!
Esquina-bajan
Un moralista francés del siglo XVIII, Nicholas de Chamfort, atribuye el siguiente aforismo a un misántropo, al que no descubre identidad: “Sólo la inutilidad del primer diluvio impide a Dios enviar un segundo diluvio”. San Agustín no se salva. Éste pregonaba en sus obras de madurez valores como la castidad y el recogimiento, aunque en sus años mozos, llevaba una vida disoluta. Escribió: “Señor, concédeme castidad y continencia, pero todavía no.” Otra, cuentan que alguien le preguntó hasta el fastidio al maestro ¿qué hacía Dios antes de crear el mundo?, a lo cual, exasperado, replicó: “Antes de la creación del mundo, Dios estaba preparando el infierno para quienes hacen estas preguntas”.
Va algo tan serio, tan serio, que eriza la piel y el esqueleto. Por perlas así, sigo creyendo y pensando que Dios jamás habla. Tiene 3 mil 500 años sin volver a hablar. Los padres del escritor Leonard Milodinov –cuenta el teólogo Juan Arias– y él mismo, se salvaron de morir en el holocausto nazi. Luego, Milodinov se salvó del fatídico ataque a las Torres Gemelas de Nueva York. Él se encontraba allí mismo. Un día lo entrevistaron y le preguntaron qué sentía al saber que Dios lo había salvado dos veces.
Su respuesta es invulnerable: “No fue Dios sino el acaso… ¿Qué Dios sería ése que salva a mis padres del nazismo y deja morir a seis millones de otros judíos? ¿Qué Dios sería ése que me salva del atentado terrorista de Nueva York y deja morir a otras 3.000 personas?” Con este Dios sí comulgo, señor lector. El que no hace distingos ni habla ni calla a discreción. Este Dios me simpatiza, al que hay que agradecerle por los regalos, pero no hay que exigirle ni reprocharle necedades. ¿Qué Dios bullanguero es ése que canta y baila en los tabernáculos cristianos dominicalmente y les habla a todos en el Templo, pero no le habla justo antes de suicidarse al joven Marco González, de 19 años, el 30 de junio? Ya van 33 suicidios. Nadie hace nada.
Letras minúsculas
“No podrás ver mi rostro, porque no me verá hombre y vivirá…” Éxodo 33:20. ¿Así o más clara su palabra?