Hablemos de Dios 30

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Hablemos de Dios 30

¿Usted de quién se considera hijo señor lector: de la teoría de la evolución de Charles Darwin, es decir, su antepasado y abuelo es un mono o bien, usted se considera hijo de Dios? Yo de entrada planto mi estandarte de batalla: como estoy guapo, inteligente, tengo personalidad, soy brillante y buen mozo, pues me considero hijo de Dios Altísimo. En mi caso, éste se esmeró en mandarme aquí a la tierra como ejemplo de su creación. Pero, caramba, tampoco puedo negar que esto de la evolución también es cierto, muy a mi pesar entonces tengo como antepasados a primates.

La anterior parte es verdad, parte estoy divirtiéndome señor lector. Siga leyendo por favor y va a entender a dónde voy. De entre el mar de libros que he venido leyendo para hablar de Dios, tenía dos en mi anaquel los cuales en su momento había revisado pero no anotado y menos los había leído concienzudamente. Los dos son de James George Frazer: uno, “La Rama Dorada” y dos, “El Folklore en el Antiguo Testamento”. Joyas del pensamiento, verdaderas aplanadoras de sabiduría comparada e historia viva. Leí este último con placer casi rayano en la devoción. Caray, que manera de convocar lecturas, vivencias, viajes, libros, sapiencia toda pues. Toda una vida dedicada a este tipo de ensayos de proporciones centaureas. 

 Y otro dato antes de entrar en materia. Cuando fui por espacio de año o año y medio con los hermanos Testigos de Jehová al Salón de su Reino, me la pasaba bien. Yo les escuchaba en sus disertaciones, trataba de aprenderme mi versículo diario (siempre lo hice) y de vez en cuando hacía cuestionamientos los cuales jamás respondían del todo.

Estos siempre y al final caían en aquello de que debería de “creer por fe y con el corazón”, no buscar respuestas con la mente e inteligencia, sino sólo con el corazón y conciencia. Es decir, como los panistas en campaña. Voto de conciencia a su favor, no por trabajo realizado. 
Votar porque ellos prometen no robar como los priístas.

Insisto, me la pasaba bien. Pero cuando preguntaba, imagino los sacaba de sus  casillas y como estos no respondían satisfactoriamente, pues yo me callaba y fin de aquello. 

Un día, llegó el mes de septiembre e inició la temporada de futbol americano. En automático dejé de ir a su Templo. Una comisión de hermanos fue a mi residencia y preguntaron por mis faltas recurrentes. Les dije que había iniciado el Americano por lo cual sólo tenía dos ocupaciones los domingos: esperar sufriendo el triunfo de los Pittsburgh Steelers y desear fervorosamente la derrota de los Dallas Cowboys. Mis hermanos me retiraron el saludo y me amenazaron con que Jehová se iba a vengar de mí. 

Esquina-bajan
En fin, nada nuevo con este tipo de hermanos digamos, un tanto cuadrados con su fe. Todo viene a cuento porque en aquel entonces les hice una pregunta, sí, la que usted leyó en el inicio de la columna. Ellos creen a pie juntillas en que todo viene de Dios y su creación. Pero decenas de dudas, gazapos o de plano, olvidos y equivocaciones de Dios en la Biblia (imagino que los amanuenses cuando escribían su dictado, fueron los que se equivocaron) es precisamente esa. Ay le va la historia y usted dígame su respuesta. 

En Génesis usted lee que Caín mató a su hermano Abel. Éste entonces fue rechazado por Dios inmediatamente y lo condenó a vivir errante y vagabundo. Pero Dios, en su munificencia y con pesadumbre, pues sintió compasión por Caín, le puso una marca, una “señal para que nadie lo matara que lo hallase”. (Génesis 1:26). Si a usted le gira la piedra, como dice el chef Juan Ramón Cárdenas, pues la pregunta es obvia: ¿Quién lo iba a matar en el camino, en los caminos al “oriente de Edén”? Si usted cree a fe ciega en la Biblia, pues usted debe saber que sólo había  cuatro humanos sobre la tierra: Adán, la pobre señora llamada Eva y Caín y Abel. ¿Quién iba a matar entonces al asesino Caín y por qué entonces Dios puso una huella, esa marca de inmunidad para que no lo tocasen otros hombres?

Ya ve que hablar de Dios no es sencillo. Pues bien, nunca recibí una respuesta satisfactoria de los hermanos Testigos de Jehová. Vengo encontrando un punto de vista, un buen ángulo y explicación en el libro arriba deletreado, “El Folklore en el Antiguo Testamento”. Por lo demás le digo, me considero hijo de Dios, aunque muy a mi pesar y debido a que estoy feo y peludo, pues estoy más en la línea directa con los orangutanes. ¿Por qué puso marca en Caín Dios para que no lo matasen, si en teoría y sólo en teoría no había nadie más deambulando en la tierra? Como este tipo de gazapos, tengo decenas.

Letras minúsculas
Dice Efesios 2:10: “Somos la obra maestra de Dios”. De usted depende sentirlo y creerlo.

Somos la obra maestra de dios. De usted depende sentirlo y creerlo.