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Hablemos de Dios 34
Dios siempre va a estar de moda. Hablar de Dios siempre será edificante y motivo de controversia.
Dios siempre va a ser motivo de atención por un solo motivo: lo necesitamos, lo buscamos… hablamos de él. Lo convocamos. En esta saga de columnas mi fe (en minúsculas, es intrascendente si la escribo en mayúsculas. ¿Qué cambia? Absolutamente nada. Si algo cambia y hay más poder religioso con mayúsculas que minúsculas, favor de leer a mi vecino, don Javier Cárdenas Silva que lo escribe con mayúsculas), como la vida misma, a ratos es terrena, a ratos volátil y rota, pero al final, fe.
Y esto era la idea de hablar de Dios en esta columna y saga señor lector, hablar de un Dios vivo el cual está presente en la literatura, en la vida cotidiana, en al política, en la sociedad, en la historia, en los migrantes, en los suicidios, en las adolecentes embarazadas que no ven futuro en su vida, en la corrupción galopante de los políticos. Ver el mundo en clave de Dios a través de lo que se considera su palabra: la Biblia. Yo no puedo hablar de misericordia, beatitud, bondad, luz, iluminación, amor, solidaridad y toda esa palabrería huera que se anuda cuando hablamos de Dios, no.
Yo lo hago desde una perspectiva de razón e inteligencia (la poca que tengo, vaya) con la cual fui dotado. Los golpes de pecho no se me dan. Bailar y cantar menos. Por eso tenía tiempo mascullando estas palabras y enfoque de textos en mis labios. Tenía buen tiempo masticando frases y oraciones las cuales ahora me atrevido a dejar en letra redonda. ¿He contribuido en algo o a algo? Pues al parecer modestamente sí. Hoy varios lectores que me favorecen con su atención como usted, y me han preguntado, sugerido y pedido nuevas letras sobre temas aquí abordados. Uno de ellos, la urdimbre que anima a la literatura y la búsqueda de Dios. Es decir, los escritores que han hablado de Dios en sus escritos o de plano, en toda su vida misma.
Hay muchos, decenas de ellos y en todos los idiomas. Muchos tocan dos temas al unísono: Dios y la melancolía. La melancolía y Dios. Una amiga lectora me platicó de ello, ésta había padecido una melancolía emperrada, una depresión casi mortal. Llegó a los huesos, me dijo. Casi no comía, no quería salir al sol y su vida se trastornó por completo. Ayuda externa tocó, pero ella no mejoraba.
Hasta que por fin, poco a poco, vio la luz de Cristo y Dios al final de túnel y vive para contarlo. Fue una lucha feroz, diaria, de día y de noche con el dragón de la tristeza y sus aguijones que duelen no sólo en el cuerpo, sino en el alma. Sí, allí, en ese lugar del cuerpo donde en ocasiones no se asoma ni Dios, dijo Malcom Lowry alguna vez.
Esquina-bajan
En el dolor extremo invocamos al altísimo como un Dios de salvación. Eso es lo ideal, pero lo hemos visto en esta columna, Dios no siempre está disponible. Leer los Evangelios no basta. Es como aquella vieja tonada de León Gieco, “No basta rezar, hacen falta muchas cosas para conseguir la paz…” En su poema “Lady Lazarus”, la poetisa Sylvia Plath (1932-1963) escribió “Morir es una forma de arte como cualquier otra;/ es algo que yo puedo hacer excepcionalmente bien”. Y lo hizo. Se suicidó en un invierno pardo en Londres, Inglaterra. Vivía con sus dos hijos y luchaba con un tenaz resfriado suyo y de los infantes. Vivía en un departamento de poca monta, oscuro y helado. Les llevó algo de comida, leche, y los arropó. Ella bajó a la cocina, tomó un puñado de somníferos, abrió las llaves del gas y se acostó a dormir un sueño eterno. Se suicidó debido a una mortal depresión.
Qué le vamos hacer, así es la vida de injusta. No Dios, sino la vida. Y la vida se cumple en su muerte.
La tristeza es el mal del Siglo 20 y 21 ¿Por qué nos toca con más dolor a los que tenemos relación con el arte? Lo he tratado de explorar en estos textos desde mi muy personal ángulo y al parecer, he develado algunos cantos insospechados con los cuales lectores están en consonancia. Repetir y aprenderse la Biblia de memoria no ayuda para nada. La repetimos una y otra vez ¿Y? pues nada.
Cada ser humano debe de encontrar su muy personal solución. Tirada su propuesta en Dios o sin él. En Jeremías 20, 7-18 se lee textual: “Tú me engañaste, Señor, y yo me dejé engañar; me has forzado y me has vencido…” amargura, desconsuelo, desesperación, aflicción. Todo se deja ver en estas líneas y las siguientes las cuales por espacio, ya no puedo deletrear. Pero, créame lector que hay solución al final del túnel. Usted y yo debemos de buscarla, convocarla; vivir, leer, prepararnos mucho y seguir, así sea por necedad pues.
Letras minúsculas
En la tumba de Sylvia Plath está inscrito en su lápida este verso: “Incluso en medio de las llamas del fuego/ puede ser plantado el divino loto”. Así sea.
Así es la vida de injusta. No Dios, sino la vida. Y la vida se cumple en su muerte. La tristeza es el mal del Siglo 20 y 21.