Hablemos de Dios 59

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Hablemos de Dios 59

Gracias por atender estas letras. Gracias por leerme los sábados, estimado lector y contertulio. No pocos comentarios y apostillas recibo con motivo de los textos aquí editados quincenalmente. El tejer la Biblia y sus cientos de historias con la vida diaria, con la literatura, con la historia y con nuestro devenir cotidiano, era para mí obligado. Lo anterior ha tenido buena acogida con usted, por usted, quien al final de cuentas es el recipiendario de estos textos. Gracias de nuevo, señor lector. Con este, serían dos años de estar explorando la Biblia y a ese ser inasible llamado Dios

¿Usted es una mujer u hombre de fe y cree en la Biblia ciegamente? No es ni bueno ni malo, no es un factor de valor moral y de balanza, no; es su fe, nada más. ¿No cree usted en la Biblia y la lee y aborda sólo mediante el juicio de su razón e inteligencia? Pues tampoco es bueno ni malo, leer la Biblia para ciertos humanos es muchas ocasiones una ocupación más, una lectura más. Tan recreativa ocupación como cualquier otra. Ya luego, entre hermanos cristianos, se vuelve una memorización tan huera como rezar el rosario para muchos católicos. Es lo mismo ambos casos. Memoria, repetición; no meditación. Entonces es intrascendente si es una ocupación religiosa o secular. Creo, a reserva de equivocarme y usted tenga mejor opinión y juicio, lo importante en la lectura es la meditación

Y es mi tirada de naipes, modestamente se lo he contado, pero hoy regreso al tema. Meditar, paladear ese libro de libros llamado la Biblia y emparentarlo con todo el entramado, el cual nos rodea. Y entorno es de cualquier tipo: los libros y nuestras lecturas, los problemas cotidianos, la gastronomía, la arquitectura, las costumbres, el folclore, la agricultura… es decir, leer nuestra vida moderna en clave bíblica, desdoblarla y aplicarla cuando se pueda. ¿No es usted mujer ni hombre de fe? Pues lea la Biblia como una buena novela, cuentos, historia, arqueología; una poesía más. De hecho, eso es. Y su ejemplo, de tan bueno y bello, está en todos lados. Advertía el inconmensurable poeta mexicano, don José Gorostiza, de tres temas únicos y fundamentales para el escritor: la vida, el amor y la muerte. Nada más. 

Lea la Biblia como una buena novela, cuentos, historias, arqueología; una poesía más. De hecho, eso es. Y su ejemplo, de tan bueno y bello, está en todos lados"

Y estos tres temas son la parte toral de la Biblia. Y claro, dentro de los tres temas hay multitud de historias, anécdotas las cuales se desdoblan en cuentos, novelas cortas y largas, epistolarios, biografías, autobiografías, temas bélicos, poemas o acrósticos, los cuales vemos repetidos como espejos en la pluma de muchos escritores al día de hoy. Fue el caso de la sirvienta del poderoso señor Naamán, sirvienta de la esposa, la cual espeta una frase y calla para siempre (2ª de Reyes 5. 1-3). 

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Y siguiendo el ejemplo bíblico, el maestro de Jalisco, Juan Rulfo, lo vimos el año pasado en su aniversario, como muchos otros escritores nacionales y extranjeros, decidió callar para siempre, luego de legarnos dos libros perfectos: “El Llano en Llamas” y Pedro Páramo”. Recuerdo ya alguna vez le conté aquí mismo de una historia tan trivial y sencilla, la cual se me hace absolutamente maravillosa. Ejemplifica todo el ADN del ser humano y esos recovecos de personalidad, psicología y bagaje único e intrínseco de cada ser humano. 
También a esto le podríamos llamar “oportunismo”. Pues sí, oportunistas y audaces deberíamos de serlo todos. 
Así de sencillo. 

Se la repito. Es la historia de un ratero de quinta, un delincuente el cual se robó… el paraíso. Cuando crucifican a Jesucristo en el cerro de la Calavera, junto con este también sellaron su destino dos malhechores. Uno de ellos le injuriaba diciéndole: “Si tu eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros” (Lucas 23.39). El otro, más ecuánime o miedoso, según sea el enfoque, le reprimió y le espetó: “Nosotros… justamente padecemos porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos…” y enderezando sus palabras hacia el Maestro, le musitó: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. A lo cual, generoso como lo fue Jesucristo, le respondió: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23.43). Y sí, el ladrón, el malhechor se robó el cielo; se robó el paraíso en un segundo.

Ya me agoté el espacio, pero queda para la siguiente entrega de “Hablemos de Dios”, dos historias buenas de a madre: los gurús y profetas de la superación personal, maestros y especialistas del coaching (caramba, así se auto nombran estos), hablan hasta el hartazgo de las cualidades de los líderes: facilidad de palabra, personalidad magnética, seguros de sí mismos, toman al toro y los desafíos por los cuernos; son especialistas en resolución de conflictos, mentes inspiradoras, personalidades gigantescas y bla bla bla. 

Basura. Todo ello, lo más alejado del líder liberador del pueblo de Israel, Moisés (era cobarde y tartamudo). Y la otra: la historia de un cobarde, el cual, en el patio de la casa de un sumo sacerdote y ante el señalamiento de una simple criada, negó conocer a Jesucristo. La historia de Pedro, el cobarde del condado de Jerusalén. 

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Y cosa “curiosa”, ya luego este cobarde recibe “comunicados especiales” de Dios (fake news, pues, en jerga moderna). En fin, así de extraña y contradictoria es la Biblia para la gente de fe, la cual todo acepta sin pensar.