Usted está aquí
Hablemos de Dios (8)
Debo a la generosa mano de la guapa y atenta señora Betty Garza, esposa del ingeniero Juan Ramón Cárdenas, un regalo de Navidades el cual disfruté mucho. Es el libro “Muéstrame tu rostro. Hacia la intimidad con Dios”, obra de Ignacio Larrañaga. Autor éste quien tiene varios libros que son éxito de ventas y lectura. El volumen una y otra vez lo había visto en las librerías pero jamás lo había comprado. Menos leído. Y ahora, justo cuando planeaba este proyecto de hablar de Dios, explorar a Dios, justo en las Navidades, acaso como si doña Betty Garza lo supiese, me hizo llegar este volumen. Agradezco el detalle de corazón, palabra y pensamiento.
El libro tiene poco más de 400 páginas y está escrito en un estilo directo, pleno, llano, sin ornamentación e incluso, hasta descuidado. Es una guía para aquellos que “quieren iniciarse o recuperar la experiencia de Dios”. Y aquí empiezan mis reparos, son ejercicios sistemáticos, como una especie de taller de mecánica, hojalatería y pintura para obtener un fin: llegar a Dios. Tener un auto bien lustroso y acicalado. El libro, es decir, el autor, se apoya en citas bíblicas, pero la mayor parte del tiempo se apoya en lo que han dicho “Santos”, los padres de la Iglesia católica y claro, los diferentes Papas. Se apuntala mucho en documentos extra-bíblicos y este es uno de mis mayores reparos. Pero, es un buen libro el cual vale la pena leer.
El libro tiene muchas ideas decimonónicas, es decir lector, ideas con tabú, antiguas, pasadas de moda. Ideas del siglo 19 y hacia atrás. Le voy a dar un ejemplo solamente de decenas que hay. Va, el autor primero advierte de los seres que han bajado como hombres de Dios a librar batallas por la justicia en las arenas ardientes (todos los personajes de las Escrituras y hoy, usted mismo si así lo hace en su radio de influencia) del desierto, habla de templar el ánimo “cara a cara” con Dios, para así enfrentar a los poderosos, los cuales luchan para derribar a los profetas (es decir a usted, a uno). Bien, pero luego escribe: “Este es un momento muy peligroso para el hombre de Dios. De noche (sin darse cuenta) puede brotar en su corazón la cizaña del odio contra los opresores. Su espíritu puede quedar envenenado, y el veneno del odio puede ‘matar’ al mismo Dios…”.
Puf. Caray, vuelve a aflorar la idea decimonónica: al amparo de la noche nace la maldad, se amparan sombras de malvivientes, criminales y alimañas de todo tipo. Una pregunta: ¿hace cuánto que usted no anda en la noche, sin luz artificial, sin andar en las calles iluminadas de su barrio residencial? ¿Hace cuánto que usted lector, ha estado de verdad inmerso en la noche?
Esquina-bajan
¿Hace cuánto se inventó la bombilla eléctrica, hace cuánto tiempo no sabemos de verdad lo que es una noche? Hay un libro perturbador al respecto, se llama “El fin de la oscuridad”, en éste, su autor, Paul Bogard, analiza precisamente el ocaso de la noche ante la “tiranía de la luz artificial”, el impacto de no tener noche en las ciudades e incluso, en muchas partes del campo. Pero también, al amparo de la noche se han formado y pulido algunas de las mejores obras de la cultura. Es el caso de Edgar Allan Poe, Van Gogh, Dickens…
Por lo demás, encontrarse “cara a cara” con Dios es imposible. La Biblia de tan perfecta, no puede ir en contra de sí misma. En discusiones bíblicas y hermenéuticas –consulte usted a su asesor de cabecera– hemos comentado de lo anterior, así como de aquella muletilla de los cristianos –aquí el autor piensa lo mismo que yo, es imposible lo siguiente–, “Dios me dijo”, “Vino el Señor y me ordenó”, “Dios estableció que yo hiciera…”, caray, luego lo abordaré puntillosamente. Imposible. Pero, lo de encontrar “cara a cara” a Dios es igual de absurdo. Lea Éxodo 33.19-23: “No se puede ver la cara de Dios y seguir viviendo”. Ojo, Dios no hace excepciones.
Si las hace una vez, ya no sería Dios. Ni sabemos su nombre ni podemos ver su rostro.
Por ello en discusiones al respecto, se cuestiona mucho que Jesucristo haya resucitado a ser humano alguno. Nunca. Los muertos, muertos están. No pueden regresar de la muerte. Bueno, tal vez uno sí, el maestro Jesucristo. Sólo él. Lea usted Eclesiastés 9.3-5 e Isaías 26.14. Hay más citas y versos al respecto, pero con estos versos lo ejemplificamos. Larrañaga habla no de comunicación (Dios no habla. Jamás. Quien se lo diga, miente), sino de contemplación. Por medio de la oración, contemplar a Dios. Disfruté el libro.
Letras minúsculas
Lectores como usted, me han pedido abordar puntos y temas específicos. Lo haré. Gracias por leerme.