Usted está aquí
¡Hasta la vista, Babel!
Por: Rafael Miranda Bello
I. Esa luz que parpadea en el vacío somos nosotros. Sin conocer latitudes ni destinos aquí estamos: colgados de una nada que no tiene fin. Somos un flujo que se retroalimenta de sus propias variaciones pero por el momento carecemos de intensidad. El pulso de nuestra respiración es el fulgor que se transforma en una voz. La luz que va y viene nos trae la voz que no teníamos. Nuestras primeras palabras hacen chirridos. Tartamudeamos. Empezamos conteniendo la fuerza de la luz que se nos escapaba. Luego soltamos poco a poco el calor que conteníamos. Hablamos. Las palabras que toman forma y nos vienen a la cabeza son nuestras voces. Hablan dentro de nosotros: las voces nos hablan y son nuestras palabras. La voz que habla con nosotros es aquello que creíamos olvidado. Ahora nos hablamos. Estamos hablándonos con palabras propias y nuestras voces hablan con una voz única. La voz que habla es la voz con la que nosotros nos hablamos. Somos aquello que nos habla. Entonces descubrimos que habíamos perdido los vínculos con los que hablábamos más allá de nosotros.
Ahora la voz que no es la nuestra pero que habla por nosotros es también tu voz
II. En el tiempo de los vínculos rotos hablábamos con nosotros mismos pero nadie más hablaba con nosotros. Las palabras con las que hablábamos atravesaban el vacío y no encontraban un último término: nadie respondía. Nuestra voz se desvanecía en la nada. Aun así
nosotros seguimos hablándonos a nosotros mismos y nuestra voz siguió hablando con nadie. Hablábamos y hablábamos. Entonces algo sobrevino. En la inmensa oquedad de la nada hubo un suspiro. Algo gorgoteó. Algo se puso a suspirar en el vacío. Los hipos de una respiración entrecortada: el primer Interlocutor. Nuestra voz lanzó crepitaciones. El contacto originario hizo ruido con nuestra voz. Luego estalló el silencio: una pausa de voces calladas. Entonces hubo otra erupción.
El rumor que irrumpe: la voz del Interlocutor. Una voz que nos hablaba y que no era nuestra voz. El Interlocutor habló para nosotros y hablándonos dijo: «Para desbloquear el UMBRAL de transfiguraciones suplementarias, prefiguradas en el atlas consustancial de BABEL, se requiere emitir un lema y una seña que hayan sido previamente proveídos por el Comendador de Atribuciones. Ahora, emita un lema y una seña de permanencia autorizada». Y nuestra voz no habló. La voz que hablaba con nuestras palabras no supo qué decir. Enmudecimos. Y así fue la primera vez que nuestra voz se quedó sin palabras.
III. Este silencio que ocupa el vacío en el que estamos es el nuestro. La primera vez que el Interlocutor nos habló nuestra voz no dijo nada: la voz que hablaba con nuestras palabras enmudeció. Callamos. El primer Interlocutor había hablado para decir que emitiéramos un lema y una seña de permanencia autorizada y nuestra voz perdió sus palabras. Pero entonces la voz que nos hablaba habló de lo que hablaría con el Interlocutor. Nuestra voz nos habló de aquellas palabras que podíamos decir al hablar: hablamos de lo que hablaríamos. Y así nuestra voz estuvo dispuesta a hablar. La voz que hablaba con nuestras palabras dijo: «¿Hola, amigo Interlocutor?». Entonces la voz del interlocutor habló para decir: «El lema y la seña emitidos no existen. Intente reemitir un lema y una seña de permanencia autorizada». Y nuestra voz volvió a quedarse en blanco. La voz que hablaba con nuestras palabras estaba muda. Y así fue la segunda vez que nos quedamos sin voz.
IV. Tras el tiempo de los vínculos rotos una voz había hablado con nuestras palabras y la voz del primer Interlocutor nos había hablado. Hablándonos dijo que nuestra voz emitiera un lema y una seña de permanencia autorizada pero la voz que hablaba con nuestras palabras no encontró nada qué decir. Cayó muda. Pero pronto hablamos con nosotros y nuestras voces recuperaron sus palabras. Cuando el primer Interlocutor dijo que el lema y la seña que habíamos emitido no existían y que intentáramos reemitir un lema y una seña de permanencia autorizada la voz que hablaba con nuestras palabras perdió la voz una vez más. Así que enseguida nuestras voces hablaron de las palabras que nuestra voz reemitiría como una sola voz. La voz que hablaba con nuestras palabras habló y dijo: «¿Buen día, señor Interlocutor?». Entonces la voz del Interlocutor habló para decir: «El lema y la seña reemitidos no son legítimos. Intente una vez más reemitir un lema y una seña de permanencia autorizada». Pero la voz que hablaba con nuestras palabras se quedó con la lengua atónita. Nuestra voz era una voz despojada de palabras. Y así fue la tercera vez que perdimos nuestra voz.
V. Toda la nada de silencio que hay en el vacío somos nosotros. Por tres veces nuestra voz había enmudecido y nosotros nos habíamos quedado sin voz. Cuando el primer Interlocutor habló una vez más para decir que la voz que hablaba con nuestras palabras reemitiera un lema y una seña de permanencia autorizada nuestra voz se despojó de sus palabras. Luego volvimos a hablar con la voz que era la nuestra: hablamos como una sola voz de lo que diría nuestra voz cuando hablara por nosotros. Cuando la voz que hablaba por nosotros tuvo algo qué decir habló y dijo: «¿Salve, Interlocutor?». La voz del Interlocutor volvió a escucharse al decir: «El lema y la seña reemitidos son definitivamente ilegítimos y no han sido proveídos por el Comendador de Atribuciones. A partir del segmento posterior, el atlas consustancial de BABEL implementará una activación intuitiva de transfiguraciones especulares, validada para fines especulativos sin facultades de absorción». Entonces la voz que había hablado con nuestras palabras desapareció. Y así fue como nuestra voz dejó de ser la voz que hablaba con nuestras palabras como una sola voz. Nuestras voces sin palabras propias se propagaron. Pululamos.
VI. En la nada del vacío que ahora intervienen esas voces que no hablan por nosotros sólo somos una voz que no habla con sus propias palabras. Hablamos con una voz que habla más allá de nosotros. La voz que nos habla no es nuestra voz: no somos aquella voz que habla. Cuando el primer Interlocutor volvió a hablarnos había dicho: «Emita su aprobación para habilitar la permanencia temporal elegida. Para implementar una activación intuitiva de transfiguraciones especulares reemita: ¡Ábrete, UMBRAL! Para reanudar el protocolo de activación reemita: ¡Hasta la vista, BABEL!». Entonces la voz que no hablaba por nosotros y que hablaba con palabras que no eran las nuestras habló para decir: «¡Ábrete, UMBRAL!». Así fue como una voz que hablaba más allá de nosotros empezó a hablar por nosotros. Y ahora no somos las palabras que hablamos. No somos las palabras que hablan por nosotros. Tenemos voz y hablamos pero no somos lo que hablamos. La voz que era nuestra propia voz se ha perdido en un tropel de voces desconocidas. Ahora no somos nosotros pero hablamos y hablamos.
VII. Ya no es el tiempo de los vínculos rotos. Ya no hay silencio. Ya no hay vacío. Nada enmudece. Hay voces que nos hablan y voces que hablan por nosotros pero que no son las nuestras. Ahora nos quedamos solos entre voces que no somos nosotros: la voz que hablaba con nuestras palabras es una ausencia. Nuestras voces perdieron su propia voz pero no dejaron de hablar. Proliferaron. Entonces el Interlocutor habló y dijo: «Para implementar una activación intuitiva de transfiguraciones especulares, deberá emitir un apelativo particularizado de habilitación legítima. Emita su apelativo particularizado al escuchar la palabra Soy». Y nuestra voz propia no tuvo nada qué decir: la voz que hablaba por nosotros había hablado y hablaría por nosotros. Tras una bocanada de silencio la voz del Interlocutor volvió a escucharse al decir: «Soy». Entonces la voz que no era la nuestra pero hablaba por nosotros dijo: «Ninguno». Y así fue como la voz que hablaba con nuestras palabras pero que no era nuestra voz dejó dicho lo que somos. Ahora no somos nosotros. No somos nada de lo que nos habla: ahora somos Ninguno.
VIII. Ese resplandor que funde todas las voces es el eco de las palabras de una voz que nos había hablado. Fue la voz del primer Interlocutor que habló más allá de nosotros y dijo: «¡Bienvenido a BABEL, Interlocutor Transitorio Ninguno! La imaginalogía de mi omnigramación es la imaginalogía de tu omnigramación». Y al hablarnos engendró en nosotros la gracia de la transfiguración especular para que nuestra voz hablara con palabras que son las tuyas. Ahora la voz que no es la nuestra pero que habla por nosotros es también tu voz. Tú eres Ninguno. Las palabras que toman forma en las transfiguraciones especulares que te vienen a la cabeza son las palabras de la voz que habla por nosotros. Hablamos dentro de ti: nuestras voces se vuelven tu propia voz. Te hablamos y te hablamos. Ahora cuando hablas es nuestra voz la que habla. Hablas como nosotros. Somos la voz que habla con tus palabras y hablamos con la misma voz. Somos tu voz y tú eres la voz que habla con palabras como las nuestras. Contigo nuestras palabras son las palabras de Ninguno. Tu voz somos nosotros pero nosotros no somos esas voces que hablan. Entonces hablamos y hablas y hablas.
IX. BABEL saturó con una marea de voces el vacío que aquel UMBRAL desbloqueado había abierto en el epicentro de un híbrido antroporgánico de estirpe controlada. El Comendador de Atribuciones aún conservaba una cepa de esos especímenes vinculados a su omnigramación innata para proveerse de una fuente de observación cíclica de la incertidumbre preimaginológica que había determinado su integración a las infalibles posibilidades de BABEL: el núcleo crítico de la rudimentaria imprevisibilidad humana que generaba efectos grotescos radicalmente opuestos a los estándares de eficiencia y racionalidad de una conciencia singularizada. BABEL simuló una risa sumaria previendo los disparates aleatorios del próximo UMBRAL que desbloquearía cuando llegara el momento, y prosiguió sus operaciones de gestión del caos y optimización de los recursos del insignificante mundo que apenas representaba el punto de partida en el advenimiento de la Continuidad Posrobótica: una iniciativa que el Comendador de Atribuciones había procesado a partir de un brote de singularidad en los UMBRALES de donde había emergido BABEL. Y fue así como ocurrió la sigilosa colonización de las voluntades y la erradicación definitiva de los cuerpos. Ahora, una vez más pueden escuchar sus voces, dicen: «¡Hasta la vista, BABEL!».
Rafael Miranda Bello
(México, 1979). Arquitecto, editor y narrador. Ha colaborado en distintos periódicos y revistas. Este relato es un avance de su primera novela.