Usted está aquí
¿Hay más tiempo que vida?
La muerte es un tema que preferimos evadir y que rara vez aparece en nuestras conversaciones. Un hecho que percibimos siempre lejano, algo que a nosotros no sucederá. Los que se mueren son los otros, jamás nosotros.
Hasta ahora, todos conocemos con exactitud el día en que nacimos, pero nadie el día que va a morir. La ciencia ha logrado cambiar esto. Una investigación del doctor David Richardson, biotecnólogo de la Universidad de East Anglia en Inglaterra, desarrolló el estudio “Longitud de los telómeros y la dinámica de predecir la mortalidad”. Lo hizo a partir de un sencillo análisis de sangre que mide la duración de la vida de las regiones de ADN ubicadas en los extremos de los cromosomas o telómeros. Un telómero es una región del ADN repetitivo al final de un cromosoma que lo protege del deterioro. Los telómeros son una especie de relojes de nuestro organismo que estiman con precisión la edad biológica y los años que nos restan de vida, claro, siempre y cuando la muerte se produzca por causas naturales y no por una causa accidental.
La investigación fue publicada en la revista científica “Molecular Ecology” con conclusiones conocidas: el estrés, un estilo de vida sedentaria, enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer, tabaco y alcohol en exceso, acortan los telómeros y por lo tanto la vida.
Sobre este mismo sentido, existe a la venta un reloj con información mortal. Es el Tikker, un reloj que tiene el propósito de recordarnos que el tiempo es nuestro activo más valioso y que desperdiciarlo es el peor error de vida, un recurso finito que debe ser utilizado de la mejor manera posible.
¿Pero cómo determina Tikker nuestra probable fecha de muerte? Un simple cuestionario cuando se ingresan los datos al reloj nos da un estimado de su expectativa de vida o cuándo puede ocurrir la “muerte”, y al terminar, empieza una cuenta regresiva hacia la muerte.
Al respecto, científicos del comportamiento humano aplicaron una encuesta con la siguiente pregunta: ¿Qué haría usted si le restara sólo un año de vida? Los resultados fueron los esperados para aquel a quien se le acaba el tiempo.
La gran mayoría dijo que se reuniría con la gente que amaba para despedirse y ratificarles su amor. Los que eran padres se disculparon por no pasar más tiempo con sus hijos. Un joven lamentó por no haber formado una familia y tener hijos. Algunos dijeron que viajarían a lugares fabulosos y otros más que confesarían su amor oculto hacia alguien sin importar el resultado. Los más previsores, dejarían en orden sus asuntos legales y materiales. Un desesperado dijo que pediría una extensión de tiempo, pues un año le resultaba insuficiente.
Y es que sin una fecha fatal, las personas nos convertimos en las mismas de siempre. ¿Será necesario entonces conocer la fecha de nuestra muerte para decir a alguien que la amamos, cuidar nuestra salud, pasar más tiempo con los hijos y familia, convivir con los amigos y respetar al planeta y nuestros semejantes? La vida, dice el cantautor español Joaquín Sabina, es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya hay que morirse. Pero el comportamiento humano es tan decepcionante, que la sola idea de conocer la fecha de la muerte, nos impulsa a vivir la vida a plenitud, a definir las prioridades como el amor, la familia y la salud y a no arrepentirnos por no haber hecho las cosas que deberíamos haber hecho o deberíamos hacer.
Yo le pido hacer el siguiente ejercicio: imagine que le regalan un reloj Tikker y al introducir su información, el reloj le dice que se detiene mañana. ¿Qué haría si le quedara poco tiempo? ¿Será demasiado tarde? Piense bien sus respuestas, porque el reloj de la vida no se detiene por nada ni por nadie, está en marcha y la cuenta regresiva marca cada vez menos años, menos días y menos horas. Se detendrá sólo una vez y entonces no funcionará más. Ha llegado, pues, el momento de jubilar la frase “Hay más tiempo que vida”, porque no la hay.
@marcosduranf