Usted está aquí

Historia de Cory

Esta niña se llama Cory. Tiene cuatro años, y es pequeñita y frágil como una figurita de Tanagra. Ha de pesar lo mismo que ese algodón de azúcar que le gusta tanto. Yo la miro, tan menuda y leve, y pienso que si el viento la toca se irá en él, igual que aquella flor que se desvanecía en el aire cuando soplábamos en ella. 
Cory va al kinder. Al principio no le gustaba, porque Cory es tímida. Cuando su mamá la dejó ahí no lloró –aun eso le daba miedo-, pero pensó que el mundo se acababa. Muchos han pensado eso antes que ella. Hay religiones nacidas de esa suposición, la cristiana entre otras. El mundo, sin embargo, no se acabó. Ni se acabará nunca, me sospecho. En él hay muchos niños. ¿Cómo se va a acabar el mundo?

Cuando dieron las 12 del día en que Cory fue a la escuela por primera vez su mamá llegó a recogerla, y el mundo volvió a ser.

Pasaron los meses. Para mí eso fue un instante; para Cory fue una eternidad. Llegó el final del curso. Y dijo la maestra:

-Vamos a hacer una fiestecita de fin de año. ¿Quién quiere salir en ella?

Todos los niños levantaron la mano, menos Cory. Luego, cuando se vio así, sola, ella también la levantó.

-¿Qué harás en la fiestecita tú, Elisema?
-Voy a bailar.
-Y tú, Jonathan, ¿qué harás?
-Contaré un cuento.

Si este relato se hubiese escrito hace 50 años los niños se habrían llamado Lupita y Juanito. Como lo escribo ahora los niños se llaman Elisema y Jonathan. Y Cory.

-Y tú, Cory, ¿qué vas a hacer?
-Voy a cantar con mi abuelito.

Es de saberse que el abuelito de Cory toca la guitarra, y le ha enseñado a Cory una canción que hizo para ella. La canción se llama “El sapito”. Trata de un pequeño sapo que cantaba cuando había luna, y cuando no había luna no. La luna supo eso, y empezó a salir todas las noches. Como ustedes verán, el abuelito de Cory es un bohemio.

La profesora hizo la lista de los numeritos. Así, “número”, se llama cada parte de un festival artístico. Nada tiene que ver esto con las matemáticas. Por eso erraba el gran poeta José León Saldívar cuando decía que el profesor Perales, inolvidable director de la Normal y consumado bailarín, había revolucionado la ciencia de Pitágoras, pues antes había números simples y complejos, abstractos y reales, figurados, imaginarios, racionales e irracionales, primos, nominados, perfectos, relativos, piramidales, cuadráticos, etcétera, pero el profesor Perales Galicia había inventado los “números bailables”, según rezaban los programas de las veladas normalistas, y de esos números ningún matemático había tenido jamás noticia.

Me estoy apartando de mi historia. Y mi historia es la de Cory. Le dijo, pues, a la maestra que ella cantaría con su abuelito en la fiesta de fin de año, y la profesora la anotó para efectos de hacer el programa y las invitaciones.

Sucedió, sin embargo, algo que no estaba en el cálculo de Cory, ni de la profesora, y menos aún del mío. De eso que sucedió hablaré en el capítulo de mañana. (Seguirá).