Huella única

Usted está aquí

Huella única

Al referirse a temas de biología, del que es especialista, José Sarukhán expresó a Ezra Shabot la importancia del origen de la palabra misma: bio, vida. “Somos parte de este planeta y convivimos con infinidad de especies. No somos la única, pero pareciera que lo pensamos y hasta nos colocamos por encima de ellas, sin pensar que dependen, y dependemos nosotros también, unas de otras”, dijo el coordinador Nacional de la Comisión para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad.

El programa, transmitido por Canal Once el domingo anterior, colocó de nuevo en la mesa el tema: se empieza a tomar una mayor conciencia –sobre todo a últimas fechas– de esa simbiótica relación entre naturaleza y ser humano.

“El equilibrio está en riesgo. Somos vida, parte de la vida de este planeta”, apuntaba Sarukhán, biólogo por la Universidad Autónoma de México, maestro en Ciencias por la de Chapingo y doctor por la Universidad de Gales, en la Gran Bretaña.

Sarukhán enfocó su atención a un punto medular: “¿Cómo podemos hacer que las acciones humanas que llegan con la modernidad se fijen en el beneficio social y no en el de unos cuantos?”.

¿Cuántas de esas acciones, nos preguntamos, son las que están ocasionando, en efecto, el deterioro del medioambiente? El también exrector de la Universidad expresaba que hay personas que viven arracimadas en los cerros sin condiciones apropiadas para una vida digna. “No son pocos. Hay millones de personas que viven en esas circunstancias: sin agua, sin electricidad”, sin servicios para poder vivir decorosamente.

La no planeación adecuada de las ciudades se ha convertido en una fuente de problemas. Mientras los campos sufren condiciones de abandono, las grandes ciudades concentran numerosa cantidad de personas a las que no es posible atender y viven en situación tremendamente precaria.

Mientras, por su parte, la contaminación producida por fábricas y automóviles se hace cada vez más palpable. O faltan regulaciones a su forma de operación o falta vigilancia a su cumplimiento.

A nuestro alrededor resulta indispensable que la regulación y esa vigilancia se haga efectiva en unos y otros, de la misma manera en que deba ejercerse autoridad sobre el crecimiento desbordado en cerros y sierras que nos circundan: cerro del Pueblo, de las Galeras, la de Zapalinamé, la de Arteaga.

Las voces esperanzadoras las ofrecen quienes en los últimos tiempos están dedicando esfuerzos y trabajos en aras de su limpieza y cuidado: grupos organizados que acuden a hacer limpieza de basura dejada por visitantes irresponsables. Asimismo, las instancias gubernamentales que promueven y organizan recopilación, reciclaje y reutilización de materiales tóxicos y de uso electrónico y tecnológico obsoletos.

El Planetario del Grupo Alfa, en Monterrey, presenta por estos días una proyección titulada “El Patio Fantástico”, producido por los cineastas Andrew Young y Susan Todd, donde a través de los ojos de una niña llamada Kate se observa la transformación de la naturaleza a lo largo de un año: cómo nacen y emigran las salamandras; el proceso de nacimiento y crecimiento de peces, patos, mapaches, cervatillos, insectos.

Se aprecia el cambio de las estaciones en una casa suburbana y cómo en cada una de ellas la vida se hace presente, se va transformando y finalmente concluye su ciclo. Cuando en el documental un cervatillo es atrapado por un coyote, la voz hace referencia a la no culpabilidad de la naturaleza: hay una cadena alimenticia. “No hay culpables”, insiste.

Respetar la cadena alimenticia, entender y amar los procesos de la naturaleza. Maravillarnos ante la transformación de la que día tras día somos testigos, quizá nos haría entender más lo que perdemos cuando alteramos el equilibrio.

Y esa pregunta que se hacía Sarukhán sobre el beneficio de las acciones humanas tendría mayor sentido para cada uno de nosotros. Detenernos, como la niña del documental, a observar qué es lo que vibra en el patio de nuestras casas. Qué vida bulle en nuestros jardines, con qué especies vegetales y animales convivimos y necesitan de nosotros tanto como nosotros necesitamos de ellas.

Si en nuestro diario y efímero transitar por el suelo que pisamos, lo cuidamos, con lo que sobre él y debajo de él, nuestra huella, verde, permanecerá para los que nos siguen.