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Ímpetu divino
En julio de 2014, murió Louis Zamperini la persona que inspiró a Laura Hillenbran escribir el libro “Inquebrantable”, obra que se llevó a la gran pantalla con el título “Unbroken” (https://www.youtube.com/watch?v=L36EdQpSevs).
El estadounidense Louis participó en las Olimpíadas de Berlín y en la segunda guerra mundial fue prisionero de guerra, se le reconoce por soportar estoicamente la crueldad de sus captores.
FRAGILIDAD
El ser humano goza de la sorprendente capacidad para sobreponerse a las más graves situaciones, a impensables sufrimientos, agonías o aflicciones, su espíritu resiste más allá de los límites “convencionales”, puede soportar lo insoportable, tanto física como emocionalmente.
La casta humana surge cuando se presentan dificultades y retos, incluso ante los sucesos más extremos no solo muestra una extraordinaria resistencia, sino también tiene la capacidad de extraer beneficios, y obtener la motivación necesaria para comprender realidades que trascienden el momento, a la mismísima temporalidad y entonces realizar cambios significativos en su manera de vivir.
Posiblemente, el hecho de sufrir y padecer acontecimientos desestabilizadores sea un recordatorio de nuestra humana fragilidad y temporalidad, lo que irónicamente nos hace más fuertes e inclusive nos puede brindar razones para luchar y vivir.
Existen personas cuyos espíritus son sencillamente inquebrantables que tal vez, ante el abuso, las persecuciones y lo aparentemente inaguantable, susurran: “Llego, dolor, a donde tú no alcanzas. Yo decido mi sangre y su espesura. Yo soy el dueño de mis esperanzas”, son quienes tienen en su alma sembrada la esperanza de un mejor porvenir y, ante los irremediables hechos, una inalterable actitud positiva.
NIÑO PROBLEMA
Louis Zamperini vivía en un barrio pobre del sur de California, era muy enfermizo, difícil de carácter y tan desobediente que constantemente se metía en problemas legales, pues solía robar a sus vecinos y también provocar a cuantos niños podía. Sencillamente era un muchacho cuyo futuro no parecía ser promisorio. Durante su adolescencia los problemas crecieron, la comunidad lo consideraba agresivo, un delincuente, una persona no grata.
TABLA DE SALVACIÓN
Louis llevaba una estrecha relación con su hermano, quien descubrió en él una insospechada cualidad: su capacidad para correr con excepcional rapidez; por lo que le ofreció entrenarlo en esta disciplina.
Louis, convencido que su descompuesto comportamiento lo llevaría irremediablemente a un callejón sin salida, acepto el reto y gracias al deporte su vida cambio para siempre.
A los 19 años, ya había redirigido totalmente sus energías s su especialidad convirtiéndose en un corredor de larga distancia sin precedentes, orgullo del pueblo que lo vio nacer y de Estados Unidos.
Louis compitió en los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín, donde fue noticia, no sólo por su magnífico desempeño en la pista, sino también porque Hitler lo buscó para saludarlo personalmente (http://www.youtube.com/watch?v=I9O5yVzc0vQ).
LA GUERRA
Las competencias se truncaron al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Louis fue asignado al pacífico como tripulante de bombarderos, trabajó en extremo peligroso, porque esos aviones eran muy inseguros; de hecho, murieron más tripulantes en vuelos de entrenamiento, que en combate. Pero el mayor de todos los temores era, sin duda, caer como prisionero de guerra con los japoneses porque eran despiadados, crueles e infames.
La tragedia arribó en mayo de 1943: “En un ataque, -narra la autora- el avión en el que iba Zamperini cae al mar, y sobreviven 3 tripulantes. Durante 47 días Louis y dos de sus compañeros están a la deriva, luchando por sobrevivir: pescando y combatiendo contra los tiburones, el sol, la deshidratación, el hambre”. En su agonía Louis contundentemente prometió a Dios que si sobrevivía dedicaría su vida al servicio de los más desprotegidos.
Fueron rescatados por un barco japonés, que los entregó a los militares japoneses convirtiéndolos en prisioneros de guerra.
Louis ya había sobrevivido a la pobreza, a la delincuencia, a la guerra aérea y al naufragio, ahora vendría una prueba más difícil: sobrevivir en un campo de prisioneros de guerra bajo condiciones infrahumanas.
SUFRIMIENTO
Durante 25 meses Louis sobrevivió en infames condiciones, en donde fue torturado física y psicológicamente, estando constantemente a un momento de la muerte por inanición.
Comenta Hillenbran: “Los guardias procuraban despojarlos de aquello que los había mantenido vivos a pesar de haber perdido todo lo demás: deseaban quitarles la dignidad. El sentido de respeto por ellos mismos y el de la valía personal, siendo que el armamento último y más sutil del alma yace en el corazón de lo humano; ser privado de la dignidad equivale a deshumanizar, a poner por encima o por debajo de lo humano a un ser”.
A Louis le negaron atención médica y fue constantemente agobiado por un sádico guardia llamado Mutsuhiro Watanabe (que después de la rendición de Japón, se le clasificó en el séptimo lugar entre los criminales de guerra más buscados) el cual tenía la intención de hacer, del famoso corredor olímpico, un ejemplo de esclavitud.
En una ocasión este hombre le gritó: “ ¡O lames mis botas, o te mueres! Cuando Louis se negó, el guardia le quebró la cabeza con la hebilla de su cinturón”.
Fue regularmente azotado en la cara con ese cinturón, inclusive se le obligó a realizar actos humillantes, entre ellos flexiones encima de pozos de excremento humano. Pero su espíritu jamás se doblegó.
“Una de las cosas fascinantes sobre Louis -dice la autora- es que él nunca fue un participante pasivo en su terrible experiencia. Es por eso que él sobrevivió. Cuando era torturado, él no estaba allí tendido, siempre pensaba en maneras de escapar emocionalmente o físicamente”.
EN CASA
De regreso a casa contrajo matrimonio, pero el impacto del cautiverio no espero en erosionar su carácter, paulatinamente empezó a beber, hasta convertirse en un alcohólico agresivo. Su matrimonio se vino a pique, hasta que encontró en Dios la fuerza necesaria para salir de ese infierno. De sus pesadillas.
Su espíritu volvió a vencer ante el infortunio. Su matrimonio perduró.
Louis poseía un inmutable espíritu de trabajo, fue testimonio de fe y esperanza, razón por hoy sigue siendo fuente de inspiración para muchas personas.
UN MISTERIO
El pensador francés Charles Péguy cuestionaba: ¿Creemos acaso que la Humanidad está sufriendo cada vez menos? ¿Creéis que el padre que ve a su hijo enfermo hoy sufre menos que otro padre del siglo XVI? ¿Creéis que los hombres se van haciendo menos viejos que hace cuatro siglos? ¿Que la Humanidad tiene ahora menos capacidad para ser desgraciada? Paradójicamente en una época en donde la ciencia y la tecnología avanzan implacablemente, en donde se supone que somos muy “civilizados”, continúa habiendo una tremenda cantidad de dolor en el mundo; dolor cuyo sentido es un misterio y “siempre inexplicable el que padecen los inocentes”.
Gandhi dijo: “El débil nunca puede perdonar. El perdón es el atributo de los fuertes”; en este sentido, Louis fue ejemplo de la capacidad de personar total y absolutamente, jamás guardó rencor en contra de las personas que le infundieron tan graves vejaciones.
Ciertamente, perdonar es una cualidad de las personas fuertes, al igual que la capacidad de soportar lo insoportable, de padecer sufrimiento y, sin embargo, continuar la marcha.
Los humanos tenemos cualidades únicas que podemos transformar en sólidas columnas para sostener nuestras individuales vidas, todos poseemos una dignidad que no es negociable, que puede ser indestructible. Para salir invictos de los infortunios y pesares existenciales requerimos reanimar en nuestra alma a esa esperanza y fe que en estos tiempos se encuentran moribundas, porque ahí reside el ímpetu que inspira a creer en Dios y nos convierte en personas de espíritus invencibles, como fue el caso de Louis Zamperini.
Así como Louis, hoy millones de personas saben resistir a los embates de la vida, comprendendiendo que el amor es fecundo y compartido y que, en esta realidad, se descubre el maravilloso ímpetu divino.
Hay que saber vivir para morir con nuestras esperanzas intactas.
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