Jeroglífico uniforme

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Jeroglífico uniforme

La relación que cada uno posee con los libros es vasta y mágica. En cada uno, la propia interpretación. El festejo del Día del Libro este año coincidió con el 400 aniversario de la muerte del creador de uno de los libros más estudiados y más entrañables para un gran número de personas, Miguel de Cervantes Saavedra. Aun sin habérselo leído, es el del Quijote de los más populares. El idealismo del personaje, sus frases, los escenarios, todo en él se vuelve atractivo, fascinante.

A este libro se refiere la poeta, periodista, escritora Margaret Atwood en un texto suyo aparecido en el número más reciente de la revista Nexos:

“En las épocas subsiguientes, el hidalgo y su creador han sufrido metamorfosis considerables. Para lectores del siglo dieciocho, el ajado caballero no sólo era infinitamente divertido, sino también, una clave para comprender la naturaleza humana; para los románticos, don Quijote era un héroe romántico que corría en vano tras un ideal de belleza; para los realistas, Cervantes fue el primer realista; para los modernistas, fue el primer moderno; para los surrealistas era surrealista y para los posmodernos, fue el primer posmoderno. Al parecer, don Quijote se convierte en quienquiera que lo lee”.

Su concepción me parece sumamente interesante. Cada autor, pienso, lleva en su mente un propósito a la hora de escribir. Quizá sea únicamente para sacar los demonios que lleva dentro; quizá pretenda divertir, estimular, denunciar, provocar reflexiones, hacer literatura por hacerla, escribir por escribir, sacar alegrías o enfados. ¿Cómo lo recibe su lector, sus potenciales lectores, a través de los años? ¿Qué hace que ese trabajo permanezca vigente? ¿Y cómo cada uno recibe aquello escrito con dolor, amargura, tristeza o profunda alegría?

El escritor israelí David Grossman, comentábamos hace poco, refería en reciente entrevista el poder que ejerce la literatura en los lectores. Señalaba él que, por encima de cualesquier otra disciplina, la literatura podría retratar con mayor fidelidad la realidad. Sus palabras, expresaba, que describen escenarios, retratan personajes, son mucho más efectivas en este campo que en cualquier otro. En otros casos, asentaba, “las palabras amortiguan la realidad”.

Aquel “espejo que paseamos a lo largo de un camino”, como definía a la novela Saint-Réal, citado por Stendhal, es, me parece, lo que al lector puede causar el gran impacto en la emoción, el sentimiento y el pensamiento.

Y lo sugerente de esto es la posibilidad de que cada uno de nosotros pueda acercarse mágicamente a las realidades que ofrezcan las palabras.

La literatura permite escudriñar en el fondo del corazón del hombre, permite introducirse en sus sueños y quedar fantásticamente atrapado en sus inquietudes y desvelos. Permite bucear, indagar, cuestionarse sobre la pertinencia de la existencia humana y llevar al límite la propia.

Hay un libro, “Hojas de Hierba”, de Walt Whitman, en uno de cuyos poemas describe la hierba como “ese jeroglífico uniforme cuyo significado es nacer en todas partes”. Me gusta hacer una suerte de alegoría entre la hierba que describe Whitman y la imagen que producen las miles de letras inscritas en un libro: El jeroglífico uniforme cuyo significado es nacer en todas partes. ¿No resulta maravilloso? Nacer en todas partes y en todas esas partes provocar un sentimiento, una emoción, un pensamiento, a veces diametralmente distinto. A ratos coincidente.

En cada lector, una interpretación. Ahí la magia y el encanto de los libros y el éxito, creo, de cualquier creador.
 
Violencia contra la mujer
Con una horrible sensación en el estómago, que provoca dolorosa oscuridad en las entrañas, leemos las noticias sobre la violencia provocada a mujeres coahuilenses, que llegó hasta el asesinato, en las últimas semanas.

Una llameante indignación debe ser la bandera para defender la causa a favor de la vida y la dignidad de las mujeres. Y el día a día. Una cotidiana insistencia en casa, desde el valor del hogar, en la necesaria, absoluta, defensa a sus derechos fundamentales.