Juan Bañuelos (1932-2017)

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Juan Bañuelos (1932-2017)

“Soñamos, / soñamos y las aguas de la infancia / se cierran por encima de nuestras cabezas/ como una cúpula astral”. Rezan unos conocidos versos del poeta Juan Bañuelos, de grata memoria para quien esto escribe, a quien tuve el gusto de conocer, y estrechar su mano y palabra, en un encuentro nacional de escritores en Chiapas, creo recordar, a inicios de los años 90 del siglo pasado. En dicho encuentro también coincidieron otros chiapanecos ilustres: Malva Flores, Eraclio Zepeda, Jorge Mandujano, Rodrigo Núñez… 

Hoy, esta estampa a destiempo (el poeta Bañuelos murió el 29 de marzo de este año), obedece a un ajuste de cuentas con un alto poeta mexicano en su última etapa, injustamente olvidado. Caray, como todo buen poeta o escritor. Bañuelos, de 84 años, murió en aura de soledad. Y justo cuando murió, uno de sus grandes amigos y contertulios, don Jaime Labastida, espetó: “Creo que la historia de la literatura mexicana está muy sesgada por grupos y por tendencias y no fue reconocida la labor de ciertos poetas y ciertos escritores”. Tiene razón el poeta, escritor y funcionario. Tiene razón, desgraciadamente. Y así va a seguir siendo en este País tan dado a la “política de compadres” (negocios al amparo del poder), al “elogio gratuito” entre clanes de “intelectuales” (los agrupados en la revista “Letras Libres” en contra de los agrupados en “La Jornada” o en “Nexos”); y así va a seguir siendo porque son valores entendidos, y seguirá mientras aquí en el País o en Coahuila siga lo que he bautizado como ser “espectadores de la democracia”.

Murió Juan Bañuelos y hasta hoy escribo de él, del maestro, porque la inmediatez de abordar la insana, chafa y deslavada política de vecindario me obliga a dejar de lado precisamente este tipo de temas, ideas, personajes y hombres que de verdad valen y son altos y garbosos, no así el desplumar la ratonera política local, que a nadie interesa (espectadores de la democracia son un 99 por ciento de los coahuilenses, ya ungieron a Miguel Ángel Riquelme y nadie dice nada); y menos sus actores políticos, que los fines de semana aparecen retratados codo con codo (panistas más priistas, más perredistas, más empresarios, más “políticos independientes”, más…) en eventos sociales y emparentando familias y uniendo fortunas. Jodido uno, pero así funciona el capitalismo de compadres. 

Y contra esto y no otra cosa, en sus inicios como alto poeta, se pronunció el maestro chiapaneco Juan Bañuelos. Junto con los poetas Jaime Labastida, Oscar Oliva, Eraclio Zepeda y Jaime Augusto Shelley, formó el grupo llamado La Espiga Amotinada. Quienes editaron su poesía en dos volúmenes de colección, el primero, con idéntico título (1960) y luego, “Ocupación de la palabra” (1965). 

ESQUINA-BAJAN
Mientras decenas de escritores gastan sus versos y palabras en lenguaje, sólo lenguaje (sin seres vivos en ellos), este grupo gastaba y engarzaba sus versos en la lucha diaria, en el anhelo por colorear la existencia cotidiana con diferentes tonos a los habituales de la explotación, el desdoro, la desdicha o el sojuzgamiento perpetuo. “Voy a agarrar a Juan de la camisa / y a ponerlo de pie / en medio de la calle; / a ver si aprende, ¡a ver si tiene grito!”. Sí, grito, rabia, linfa en las venas, en el alma y en la mirada. Lo que hoy falta y se ha podrido en el cuerpo de los adolescentes “millennials”. 

Durante el movimiento estudiantil de 1968 en la Ciudad de México, los jóvenes universitarios de la UNAM y otras instituciones educativas; el pueblo todo, pues, escribían los versos del poeta Bañuelos en las calles, en las bardas, en hojas simples de papel y los hacían circular de mano en mano en una lucha sorda y digna. ¿Hoy? Hoy es cosa que nadie sabe ni recuerda. Es tiempo de “memes” y fruslerías en la red. Es tiempo de cobardes, para acabar pronto. Juan Bañuelos ganó en 1968 el Premio Nacional de Poesía, y en 1984 el Premio Chiapas (el monto económico, aquella ocasión, lo donó íntegro a los refugiados guatemaltecos). En el 2002 recibió el Premio Xavier Villaurrutia, uno de los más altos de México. En el año 2012, el Fondo de Cultura Económica editó su poesía completa. 

Juan Bañuelos era nativo y vecino de Chiapas y del mundo. Y si usted nace en tierra tan bella y deslumbrante, es imposible no estar hipnotizado e influido por los elementos naturales. El paisaje ha sido un elemento clave en el devenir de las metáforas y tropos en la literatura mexicana. En Bañuelos, entonces, no hubo excepción. No excepción, pero sí vocación y variación. El elemento natural (el signo, un árbol, por ejemplo) lo muta en símbolo (imagen). ¿Las cenizas, las ascuas, son de un fuego extinguido, o son el preámbulo de un nuevo siniestro con el cual arderá el mundo todo? Leamos: “Todo pasa. / Y como el agua y el sol, también todo queda. Un silencio / que se sienta a esperar el primer ruido. Nuestra imagen / que se pierde y se encuentra con el humo que / no es más que el eco del fuego”.

LETRAS MINÚSCULAS
Le debía al maestro Bañuelos estas tristes y pálidas palabras. Las tenía atravesadas en mi pluma y cuaderno. Hasta siempre, poeta…