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Kalpana Saroj: Contra toda esperanza
Para mis amores: Mi esposa y mi emprendedora Mony, mi hija.
Carlos R. Gutiérrez Aguilar
Imaginemos un lugar en donde la mujer al morir su esposo es obligada a aventarse a la pira funeraria de su difunto esposo para ser inmolada, dado que su vida no tiene ningún valor, aún cuando esto parezca imposible, en la India esta costumbre, denominada sati, prevaleció hasta que los ingleses la abolieron en 1829, pero se sabe que aún, en estos tiempos, se realiza en la clandestinidad.
Infravaloradas
La sociedad India posiblemente sea una de las más complejas del mundo, su sistema religioso y de castas para los occidentales nos es sencillamente incomprensible. Las castas deciden aspectos relacionados con el matrimonio, el trabajo, la infidelidad, e inclusive sobre la violación; lo cierto es que todo lo que las mujeres en ese país cotidianamente padecen es sencillamente inadmisible.
En la India una mujer siempre será una carga para la familia, el 80% de los matrimonios son concretados por los padres desde muy tempranas edades y cuando la niña-mujer se casa, literalmente pasa a ser una propiedad más de la familia del marido, sobre todo si éste fallece.
De hecho, una mujer india es valorada y respetada mientras tenga marido y lo atienda. Pero todo puede suceder en sus vidas, cuando la esposa infringe algún precepto o hace algo que va en contra del marido las consecuencias son claras: no es raro, que luego, las noticias internacionales den cuenta de mujeres asesinadas por sus propios esposos o suegros haciéndolas arder con gasolina; por ejemplo, en marzo pasado una joven de 26 años fue quemada viva por dejar a su esposo.
Una maldición
Nacer mujer en la india es un pecado (aunque en las grandes ciudades están cambiando a favor de ellas), es nacer invisible, es común que las mujeres aborten al saber que es una niña la que va a nacer, de hecho es frecuente que las niñas sean asesinadas al momento de nacer, las que sobreviven llevan de por vida el sello de la discriminación, los prejuicios, la pobreza y la esclavitud. Por ello las mujeres indias, ante tanta desesperación y sufrimiento optan por auto-inmolarse, generalmente prendiéndose fuego.
Estudios realizados por los economistas Siwan Anderson y Debraj Ray estiman que en ese país más de dos millones de mujeres mueren cada año: cerca de un 12% al nacer, 25% en la infancia, 18% en edades reproductivas y 45% ya adultas.
La violación… Una epidemiA
El mundo se conmocionó en diciembre de 2012, cuando en Nueva Delhi una joven mujer murió a consecuencia de la violación que sufrió en un autobús en manos de varios hombres, muy repugnante también fue constatar lo que el chofer del autobús comentó sobre el suceso: “Una mujer decente no deambula por ahí a las 9 de la noche. Una chica es mucho más responsable de una violación que un chico”.
Posiblemente esta afirmación describe el grado del machismo que la India padece hoy en día, describe la violencia de género que se gesta desde la familia, la comunidad y el consentimiento del estado.
En este contexto
Sirva este antecedente para comprender la vida de Kalpana Saroj, una mujer que nació justamente en el ámbito paupérrimo narrado, justamente en el seno de una familia Dalit, es decir “paria”.
Kalpana fue víctima constante de la violencia de género, la discriminación y la humillación, pero hoy es ejemplo de determinación, valentía y arrojo. Hoy es, nada menos, presidenta ejecutiva de una empresa metalúrgica que vende millones de dólares.
Kalpana, un ser humano con dos de las peores circunstancias que a alguien le pueden pasar en la India (y en otras partes de mundo), precisamente haber nacido mujer y ser una intocable (adjetivo asignado a las personas de condición social y económica más bajas de la India), era de pequeña constantemente descaminada y rechazada por los demás niños.
Como muchas de su clase, fue forzada a casarse siendo apenas una niña de 12 años con un hombre mayor que constantemente la humillaba y maltrataba física y emocionalmente. Vivía en un chiquero, y era maltratada verbalmente y golpeada por el hermano mayor de su marido y su esposa.
Apoyo paterno
En una ocasión el padre de Kalpana la visitó y fue cuando pudo constatar el nivel de hambruna y violencia que estaba padeciendo su hija, por la cual resolvió apoyarla estimulándola a que tomara la decisión de abandonar a su marido, después de tres años de vejaciones. Por su parte, ella tuvo la bravura de hacerlo, a sabiendas de las posibles consecuencias: podría ser buscada para ser quemada viva.
Acto de autodefensa
Kalpana cuenta que a su regreso todos los del pueblo la veían con recelo, la consideraban una mujer impura.
Fracasada
Ella intentó ignorar los comentarios, aprendió a coser para ganar un poco de dinero; sin embrago seguía padeciendo una enorme presión social, por lo que un mal día, como un último acto de autodefensa, decidió quitarse la vida – como muchas otras mujeres que lo hacen – tomó tres botellas de veneno para hormigas, pero no pudo consumar el suicidio gracias a que fue salvada por una tía que al entrar en la habitación se percató que Kalpana tenía la boca llena de espuma y que sufría de espasmo.
Este experiencia marcó un nuevo camino, fue el momento en que según sus propias palabras: “Decidí vivir y hacer algo grande con mi vida y luego morir”.
Salir adelante
Esta intrépida mujer, a pesar de tener todo en contra, decidió salir adelante, trabajando. Por lo que, a los 16 años, se trasladó a Bombay para aprender al lado de su tía el oficio de modista, ganando apenas un dólar al mes.
Trabajaba 16 horas al día – lo sigue haciendo - , luego pidió un crédito para abrir un negocio de muebles y hacer crecer también su negocio de modas. Fue el inicio para convertirse en una “ejecutiva de negocios”, para lograr en 2006 un prestigioso galardón.
Presidenta ejecutiva
Posteriormente, gracias a su reputación como mujer de negocios, fue contratada para hacerse cargo de la empresa Kamani Tubes, que por su deuda, se encontraba en bancarrota técnica.
Kalpana ahora tenía algo muy claro, sabía que nada la iba a detener. Entonces, bajo su firme mantra que reza “si pones tu corazón y tu alma en tu trabajo y no te dejas vencer, puedes lograr cosas”, tuvo la inteligencia de “envisionar” el futuro, tuvo la osadía de reestructurar la compañía y ponerla a producir.
Según sus palabras “quería que se hiciera justicia con la gente que trabajaba ahí. Tenía que salvar a la compañía. Podía entender lo que le pasaba al personal que necesitaba alimentar a su familia”, Kamani Tubes hoy es una empresa valuada en más de 100 millones de dólares.
La vida en sus manos
Kalpana también encontró la fortuna en el ámbito familiar, pudo casarse de nuevo, ahora con un empresario y tiene dos hijos. Hoy, esta mujer de 55 años se codea con prominentes personas de negocios, notables personajes del ámbito político del mundo, inclusive varias calles de Bombay llevan hoy su nombre.
Constantemente, es invitada a dar conferencias, además de estar involucrada en causas sociales, de ser defensora de los derechos humanos y de buscar la búsqueda del respeto y empoderamiento de las mujeres de la India. Pero nada de esto la hace olvidar sus orígenes, constantemente vista el pueblo que la vio nacer para ayudar a su comunidad.
Yo…
Kalpana suele decir “yo nací un ser humano y voy a morir como ser humano”, gran lección para el mundo que hoy padece la ignominia de la violencia en contra de las mujeres, de la injustificable discriminación de género.
Kalpana representa, como muchas mujeres anónimas del mundo y de México, el símbolo de la inquebrantable fortaleza, la realidad de la indestructible voluntad y superación, de esa fuerza única que radica en las mujeres. De ellas que son capaces de gestar la vida y por tanto el amor, la paz y la concordia. Porque sus manos son de Dios.
Sin duda, ellas encarnan la esperanza de un futuro promisorio. Sobre todo de México.
cgutierrez@itesm.mx
ITESM Campus Saltillo