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…La acedia
El pasado martes 6 y miércoles 7 de marzo anduve de vago por tres días en Monterrey. Se presentaron en dicha ciudad y a 80 kilómetros, a una hora y media en autobús pollero de este pueblo, dos bandas que tenía hartas ganas de ver y escuchar: el gran Phill Collins (fundador de Genesis) y Nickelback. Me di el gusto de comprar boletos a medía tabla y asistir a los conciertos. Como no tengo dinero para ir a escucharlos en los grandes foros norteamericanos, cada vez que viene una banda de este nivel, me preparo con tiempo y mis ahorros son utilizados para vivir este tipo de eventos que en Coahuila no existen y son letra muerta.
Siga leyendo por favor. Estuve tres días. Los días de los conciertos y uno de reposo para volver a la vida. En el día de reposo, pues tuve que ir a uno de mis tables dances favoritos (es literal, un puesto de socorros en días de tribulación y resaca) y para acabarla de chingar, pues sí, me volví a poner turulato, “bolo” como decimos en Chiapas o en traducción directa al cristiano: borracho. A la banda que tenía hartas ganas de disfrutar era a Nickelback. No me defraudó. Pero, antes de enfilar mis pasos a la Arena Monterrey, llegué a una buena cantina donde las meseras usan minifaldas que más bien parecen blusas largas o blusas cortas que las estiran como si fuesen minifaldas. De infarto todas las ladys. Hay una en especial que me atrae, chaparrita y menuda de cuerpo. Botas hasta la rodilla y de tacón imposible. Siempre le trato de enamorar y ella se resiste, pero lo disfruta. Nos restregamos como gatos mutuamente y poco a poco avanzo y le acaricio sus redondos muslos, tibios y golosos. Ella lo disfruta y al final, abre sus piernas para dejar mi mano libremente entre sus piernas. Le invito tragos y platicamos. Y la verdad, llegué a dicha cantina para “entonarme” y llegar al concierto con ya cervezas en la panza, porque usted lo sabe, en la Arena Monterrey, todo cuesta precio oro: sean tragos, souvenirs, nachos, etcétera.
Siga leyendo por favor. No obstante lo anterior, traté de acabarme toda la cerveza disponible que había en la Arena. Como final, me sambutí media botella de whisky que pedimos varios melómanos que nos hicimos amigos por la gran tocada. Lo repito, me puse hasta el zoquete de briago disfrutando a la banda canadiense. Ríos de tragos corrieron en esos dos conciertos. Amén, ese día jugaron los inefables Tigres que allí son una religión, y las cantinas y bares estaban repletos de aficionados disfrutando sus caguamas heladas. Tres eventos llenos, atascados de jóvenes y no tanto, ríos de cerveza y tragos; ante semejante escenario que ya le platiqué, ¿cuántos accidentes mortales hubo, cuántos choques, cuántos muertos, cuántos intoxicados por tanto alcohol, cuántos atropellados por ir tan briagos caminando y cantando?... ninguno.
ESQUINA-BAJAN
Días, sólo días antes y aquí en Saltillo (viernes 2), tres jóvenes perdieron la vida (muy chavales, muy doloroso todo. Alin Estefanía Elizalde de 25 años, Roberto Nájera de 28 y César Said Álvarez de 21 años. Muy lastimada quedó Ivett Alvarado) en un brutal accidente de tránsito. Habían bebido dosis dobles de tequila y hartos tragos de cerveza en dos antros de poca monta, y como la vida privada ahora es pública a cada instante, habían publicado una fotografía en sus redes sociales con su ronda de tragos y el siguiente texto: “Casual, aquí, a punto de morir.” Murieron.
Adictos al dolor, los jóvenes buscan en los excesos puertas de salida. Hoy los jóvenes no quieren cambiar al mundo y sus instituciones, sólo vegetan ante su celular de última generación. Si usted revisa la última Encuesta Nacional de la Juventud, se escandalizará de los parámetros que éstos tienen como guías, gurús o ejemplos a seguir (héroes).
¿Cuándo se jodieron los jóvenes como generación? No lo sé, un sociólogo debe de dar la respuesta. Más peligroso que cualquier otra cosa en Coahuila, son los accidentes de tránsito.
Hubo 5 mil 449 percances o accidentes con vehículos en 2017. Cuando sólo hubo 503 lesionados pro armas (de fuego o arma blanca). La diferencia es brutal. ¿Por qué los jóvenes no se cuidan ni se preocupan por su futuro?
Agobiados por la vida, andan ojerosos y rendidos. Y, como en Saltillo y en Coahuila está prohibido vivir (no hay conciertos, no hay prostíbulos, no hay buenas y decentes cantinas ni bares, no hay sal en las mesas de restaurantes, no hay meseras en minifaldas, no hay equipos de futbol ni basquetbol profesional, no hay tables dances; no hay vida, pues), sólo queda entregarse a dos pasiones a la mano: el sexo y el trago hasta morir. ¿Por qué en Monterrey en tres días de eventos y entre semana, no hubo muertos ni accidentes, si todo mundo andábamos hasta la madre y de rock and roll? Hoy la juventud en Coahuila está agria, deslucida, amargada, desabrida; tienen pereza, habitan la flojera, las redes sociales, están angustiados, tristes, sin proyecto de vida…
LETRAS MINÚSCULAS
Sí, todo lo anterior es aquel flagelo el cual floreció en el siglo XIII: la acedia.