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La aparatosa máquina de El Sueño: Segunda y última parte
Primero es la entrada en el sueño: “El sueño todo, en fin, lo poseía; / todo, en fin, el silencio lo ocupaba; / aun el ladrón dormía; / aun el amante no se desvelaba.” (Versos 147-150). Y con ésta, el aparente desasimiento de los órganos y la materia corporales para penetrar en el silencio y la soledad de lo que Freud llamó siglos después el “inconsciente”.
Luego, el Alma –asistida por la facultad estimativa, la imaginativa, la memoriosa y la fantasía- se ve remontada hasta la primera orilla del cosmos. Aquí aparece lo que algunos llaman el “Intermezzo de las pirámides” egipcias: “…Según de Homero, digo, la sentencia, / las Pirámides fueron materiales / tipos solos, señales exteriores / de las que dimensiones interiores / especies son del alma intencionales: / que como sube en piramidal punta / al Cielo la ambiciosa llama ardiente, / así la humana mente / su figura trasunta, / y a la Causa Primera siempre aspira /-céntrico punto donde recta tira / la línea, si ya no circunferencia / que contiene, infinita, toda esencia-.” (vv. 399-411).
Aquí el Alma “retrocedió cobarde” ante semejante espectáculo. Pero ¿cuál era tal espectáculo? Nada menos que el “cúmulo incomprensible” del universo. En este momento el Alma se detiene, asustada: “Y por mirarlo todo; nada veía, ni discernir podía…” (vv. 480-481). La contemplación de esta “no-visión”, como dice Paz, hace decir a la voz poética: “No de otra suerte el alma que, asombrada / de la vista quedó de objeto tanto, / la atención recogió, que derramada / en diversidad tanta, aun no sabía / recobrarse a sí misma del espanto / que portentoso había / su discurso calmado, / permitiéndole apenas / de un concepto confuso / el informe embrïón que, mal formado, / inordinado caos retrataba / de confusas especies que abrazaba…” (vv. 540-551).
Es lenta la recuperación del Alma ante “el espanto” de ver lo inexplicable, pero después de recoger las velas de la nave de su osadía, ella –el Alma-, a ciegas y humildemente, empieza a entender, de modo aristotélico, que las cosas deben aprehenderse poco a poco y según sus “categorías”: “…Reducción metafísica que enseña / (los entes concibiendo generales / en sólo unas mentales fantasías / donde de la materia se desdeña / el discurso abstraído) ciencia a formar de los universales…” (vv. 583-589).
Hay una breve exposición de este aprendizaje sistemático y luego una analogía entre el humano atrevimiento de saber y la némesis que esto implica: aparece Faetón, por supuesto, quien es, con Ícaro, una de las figuras preferidas de Sor Juana. Ella misma se nos aparece como faetónica e icárica, y vaya si lo sabía; podemos leerlo en la “Respuesta…” y en otras obras de nuestra monja –el drama “Los empeños de una casa” y muchos poemas-.
Premonitorios son los versos en que la voz poética habla aquí de la expiación que los osados deben padecer y de las consecuencias de su atrevimiento: “O el castigo jamás se publicara, / porque nunca, el delito se intentara: / político silencio antes rompiera / los autos del proceso / -circunspecto estadista-; / o en fingida ignorancia simulara / / o con secreta pena castigara / el insolente exceso…” (vv. 810-818).
Entretanto, los “soporíferos, húmedos vapores” del sueño empiezan a remitir y poco a poco la durmiente a despertar. Hay una extraordinaria descripción de la retirada de “los negros escuadrones” nocturnos y de esa área evanescente en que el sueño y la vigilia se confunden –esto, siglos antes de que Proust lo hiciera: la linterna mágica y el estado hipnagógico-.
Y aquí, finalmente, la emergencia del Sol: “que con luz judiciosa / de orden distributivo, repartiendo / a las cosas visibles sus colores / iba, y restituyendo / entera a los sentidos exteriores / su operación, quedando a luz más cierta / el mundo iluminado, y yo despierta.” (vv. 969-975).
He pretendido resumir –si tal hazaña es posible- osada y torpemente este “Primero Sueño” de Sor Juana. No voy a disculparme por ello. Mi intención es modesta no erudita: sólo esto último faltaría para convertirse por completo en un tonto. He subrayado el verso final porque me parece insólito su múltiple hallazgo: 1) sólo en este momento Sor Juana se nombra a sí misma, 2) la manera intempestiva de despertar parece análoga a la “espantosa” sorpresa de ver el cosmos, 3) de esa misma manera el poema termina, esto es, intempestivamente, y 4) uno, que ha quedado atónito ante el álgebra del cosmos, se ve de pronto tumbado de la cama en que dormía…
Quien desee acercarse de verdad a este poema puede, en primer lugar, leerlo –es decir, enfrentarse a sí mismo-, y después, buscar a Amado Nervo, Karl Vossler, José Pascual Buxó, Ramón Xirau, Darío Puccini, Antonio Alatorre, Sergio Fernández, Dorothy Schons, Margo Glatz y a muchos otros, sin olvidar a Octavio Paz y su imprescindible libro sobre Sor Juana.
Hice al principio una analogía entre la Poesía –este poema- y la Música. Si pudiera nombrar alguna obra musical que parece ofrecer un lejano equivalente –o trasunto- de “Primero Sueño” ésa sería, quizá, “Mysterium”, de Alexandr Skriabin (1872-1915), un compositor ruso tan underground y hermético como Sor Juana. “Mysterium”, obra inconclusa, es otro viaje por regiones insospechadas por celestes o recónditas. Pero aclaro que mi analogía es absolutamente arbitraria y responde más al gusto que al conocimiento. Vale.