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‘La buena nueva’, la llegada de la Navidad
Dice María Valtorta: “María, con su dulce caminar, lo trae, lo coloca, lo cubre con la extremidad del manto; le envuelve la cabecita desnuda que sobresale del heno y la que protege muy flojamente su velo sutil. Tan solo su rostro pequeñito queda descubierto, gordito como el puño de un hombre, y los dos, inclinados sobre el pesebre, bienaventurados, lo ven dormir su primer sueño, porque el calor de los pañales y del heno han calmado su llanto y han hecho dormir al dulce Jesús”.
EL SIGNIFICADO
La mejor noticia, que esta noche arriaba, de todo el año y de todos los años; me refiero del nacimiento del hombre que habría de transformar la historia del mundo, hoy celebramos un aniversario más de aquél momento en que el mundo enmudeció, en que se produjo “el gran silencio de la historia”: la conmemoración del momento en que la mayoría de los corazones se convierten en pesebres para recibir el sentido de la vida, y mediante ese silencio comprender el significado del amor y la alegría.
En efecto, revivimos el nacimiento de un niño humilde, llamado Jesús. De una persona que se forjó en el seno del hogar de un modesto carpintero y una devota mujer, que luego se transformó en predicador, en testimonio de amor. Nace, este 25, el hombre que jamás escribió un libro (pero que miles de libros se han escrito sobre Él), que no predicó con el conocimiento de la ciencia, ni con la autoridad de gobernante, ni con la influencia de millonario, sino con testimonio de sus actos, de su humildad y la poderosa fuerza del amor.
Esta noche vuelve a renacer un ser humano que sintió frío y la indiferencia de sus semejantes, que sintió hambre y la traición de propios y extraños, un prójimo que dividió el tiempo de la historia para siempre.
Y QUÉ DECIR
Un hombre que jamás se alejó más de 300 kilómetros de donde nació, que no tuvo riqueza material, que andaba entre los indigentes, leprosos, miserables y enfermos, que extendió su mano a las prostitutas, a los rechazados, a los ladrones, a los pecadores, y que, como ninguna otra persona, influyó en la historia de la humanidad, en la conciencia y en el corazón de los seres humanos, con semejante profundidad y dimensión.
Nace un hombre irrepetible que no vino a recibir sino a dar y darse, cuya palabra continua transformando el corazón del ser humano que acepta seguirlo, al darle esperanza y sentido a su existencia. Un hombre que vivió una breve vida, tan sólo 33 años, pero que su presencia ha perdurado por más de dos mil años. Un hombre igual a nosotros, pero sin el pecado, que puso al alcance de todas las personas la posibilidad de transformarse en eternidad.
Y ¿qué decir del momento de su nacimiento? Al respecto concuerdo con Martín Descalzo: “Y es que me es imposible entender la historia de Belén como una página más, como una anécdota ocurrida en un rincón cualquiera de los tiempos. Fue, tuvo que ser, un giro cósmico, una especie de segunda creación, una hora en que la naturaleza entera se sintió implicada ¿O es que podría Dios hacerse hombre sin que se detuvieran de asombro las estrellas, se callaran absortos los animales, vivieran misterioso temblor las flores y las cosas todas?”
SE CREE O NO
En Belén se cree o no se cree. Pero ¿cómo creer sin temores? ¿Cómo no sentir que el alma se deshuesa, que todo gira, si <<aquello>> fue verdad? ¿O es que podría decirse <<Dios se ha hecho hombre, ha tomado la misma carne que nosotros>> y, a continuación, encender un cigarrillo y seguir viviendo como si nada hubiera ocurrido? ”
Más adelante el mismo autor nos maravilla “Quienes han visitado Belén lo saben: la única entrada de acceso a la Basílica de la Natividad es una portezuela de poco más de un metro y medio de altura, por la que sólo se puede penetrar o siendo niño o agachándose. Y el hombre aún no ha aprendido a crecer agachándose. No sabe que a Dios sólo se llega por la puerta del asombro. No por la de la grandeza, sino por la de la pequeñez. No por la de las enormes y sabias teorías, sino por la del silencio”.
MIENTRAS…
Efectivamente, el nacimiento de Cristo es la gran noticia de la existencia humana, pero al mundo actual le es imposible entender el significado de este advenimiento, siempre nuevo y vigoroso, que habrá de suceder esta semana, dado que se encuentra sumido en la civilización del egoísmo, la competencia y la fragmentación, por eso para muchos será solamente una anécdota, una celebración de ruido y luces, intercambios de regalos y superficial felicidad, de buenos deseos de dientes para afuera, pero sin llegar a comprender que no puede haber auténtica Navidad mientras en nuestra comunidad haya tanta pobreza, niños descalzos y hambrientos, desempleo, injusticia y violencia. Que es imposible sentirnos dignos de la Natividad de Jesús mientras sigamos aparentando, compitiendo, mientras continuemos deshumanizando nuestras aulas escolares, centros de trabajos y los propios hogares, mientras nuestros ídolos sean el poder, la fama y el dinero. Mientras nuestros corazones no sean transformados por el amor y para el amor. Mientras valoremos más los bienes visibles que los invisibles.
EN LO PERSONAL
Si en verdad queremos vivir este día la verdadera Navidad, como una celebración profunda y sustancial, es necesario desarroparnos de la soberbia, debemos hacernos pequeños – ser lo que en verdad somos – convertirnos en niños, en personas humildes para sentir la grandeza de esta noticia, para entrar por esa pequeña puerta y salir engrandecidos, para comprender que somos cada quien, en lo personal, quienes debemos luchar en contra de todo lo que destruye nuestra propia humanidad: la violencia, la indiferencia, la pobreza e ignorancia, la tristeza, el dolor y abandono en el que viven tantas personas en nuestra comunidad. Para recibir dignamente ese Nacimiento es necesario sensibilizar nuestros ya endurecidos corazones.
GRACIAS…
¿Qué puedo decir de esta enorme noticia que se ha repetido durante dos mil años? Solamente Gracias:
Gracias pequeño – infinito - niño, por iluminar los días, por ayudar a la humanidad a comprender que lo importante no es negar nuestras realidades, sino superarlas con alegría y determinación; porque siempre la llevas en brazos cálidos y amorosos.
Gracias por permitirnos admitir que es una obligación personal entender la verdad y el compromiso que tenemos ante tu nacimiento, porque gracias a este suceso sabemos que no estamos solos y que el milagro de tu Natividad se puede manifestar diariamente en nuestros corazones: haciendo por los demás.
Gracias, por darle sentido a nuestra existencia y poner a nuestro alcance la rapidez y también la eternidad de la vida, por brindarnos la luz que permite comprender que para empezar realmente a vivir es necesario existir con el corazón totalmente abierto, encendido en el amor, porque desde que tú naciste ya no hay miedo, no hay aprensión, solamente confianza. Esperanza.
Gracias Belén, porque en este día ayudas a comprender que “al caer la tarde” se nos examinará solamente “en el amor”, en ese amor que el niño que tu espacio nació nos regala incondicionalmente.
Espero que esta inédita noticia encuentre acogida en sus corazones. Que el pesebre de Belén descubra existencia y acogida en sus corazones hogares. Que el silencio del nacimiento del hombre – Dios, sea “el mejor heraldo de la alegría” y que, en sus vidas y familias, los bendiga en abundancia con salud de cuerpo y alma.
Mis mejores deseos en esta navidad, en esta “buena nueva”.
Programa Emprendedor
Tec de Monterrey Campus Saltillo