La cocina en tiempos de Don Quijote (1 de 2)

Usted está aquí

La cocina en tiempos de Don Quijote (1 de 2)

Son numerosas las referencias gastronómicas que aparecen en El Quijote. Antes de dar cuenta de las más relevantes, vale la pena preguntarse cómo y qué se cocinaba en España en los tiempos de Cervantes, para luego exponer qué se servía en la mesa de Don Quijote. Son cuestiones interesantes que tendrán respuesta en éste y el siguiente par de artículos.

Un especialista en el tema, Pedro Plasencia, afirma que entre la segunda mitad del Siglo 16 y la primera del 17 la cocina española podría definirse con tres palabras: “contundente, aceda y almibarada”. Y si se hiciera necesario agregar dos más, éstas serían: “sustanciada y especiada”, sin dejar de señalar que las tres primeras imprimieron más carácter a los platos hispanos de la época.

En ese siglo, todo aquel que se lo podía permitir, hacía cuatro comidas al día. Aunque no era el caso de la totalidad de los españoles. Las horas en que las tomaban eran prácticamente  las mismas desde los tiempos del Imperio Romano. El desayuno o almuerzo, que indistintamente así se le llamaba, era por la mañana y solía ser ligero, efectivamente –como lo indica su nombre- para romper el ayuno, en la mayor parte de los hogares ordinariamente consistía en un pedazo de pan (que no era barato) y algo más.

La comida de mediodía, o “comida” en sentido estricto, tenía lugar exactamente a las doce horas solares, en que se interrumpían las labores para dar paso al yantar principal del día. 
Dependiendo de cada estrato social, podía consistir en pastel de carne, una empanada o tajadas de hígado y tocino frito. También podía ser cazuela de pescado con aceitunas. O asimismo servicio de carne, hogaza de pan, queso y dulces de bellotas avellanadas. Los clérigos acostumbraban olla podrida en días de carne y potaje de verduras en días de pescado. En la casa de las familias principales se servían una entrada, dos viandas y postre.

Para comer era muy común asar pichones, tórtolas, perdigones, pollos, pavillos, conejos, cabritos y terneras.

Por lo general con moderación y mezclado con agua, se tomaba vino a la hora de la comida. 

Curiosamente, en las capas altas de la sociedad su consumo era más bien bajo. Lo contrario sucedía entre el pueblo llano, que lo tenía no precisamente como vicio ni como artículo de lujo, sino como parte importante de su dieta, pues lo consideraba tan necesario como el pan. En su consumo, la mujer no era objeto de discriminación en ninguna de las clases sociales, toda vez que lo bebía igual que los caballeros, y lo mismo las monjas que los frailes.

La tercera comida del día, de la que por lo general prescindía la gente pobre, era la merienda o colación que se tomaba por la tarde “para beber” algo, acompañado de dulces, ensaladas o pasteles. Se llamaba “saraos” a las meriendas con diversión.

La última comida del día era la cena, que en España siempre ha sido nocturna y de ordinario menos copiosa que la de mediodía. Podía consistir en una fritada de huevos con tocino. La gente trabajadora del campo, que por lo general no merendaba, requería algo de mayor sustento, como por ejemplo una olla. (50)

jagarciav@yahoo.com.mx
Juan Antonio García Villa