La densidad del presente

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La densidad del presente

Se asomó el presente en cada instante a gritar su presencia.

Se dio un ajuste sucesivo y oportuno en cada intento de divagación. Ahí estaba el “ahora” reclamando toda la atención. Fue un vuelo libre, sin piloto automático, una sensación de plena libertad, un disfrute colosal de cada detalle antes no advertido.

El “aquí” se dio un abrazo con el “ahora” y resultó que ese era el escondite de la vida, de la dicha y de la divina voluntad. Recuerdos y proyectos quedaron bloqueados. No había pasado ni porvenir. Lo pasado y lo futuro se quedaron tocando la puerta. La casa estaba llena de presente. Todo lo invadía. No había lugar ni para evocar ni para planear. El verbo más conjugable fue disfrutar.

Cada epopeya se volvió un idilio. La realidad estaba envuelta para regalo. Y todo destellaba en la invisible mano divina, que sostenía cada instante con inmenso amor. No había salpicaduras de memoria ni granizo de premoniciones, sólo cierzo primaveral de presencia plena. Tiene el presente sabor, música y resplandor, fragancia y suavidad. Y, más allá de lo sensitivo, el espíritu parecía nadar en un océano humedecido de milagros.

Cayó el tiempo al suelo como una máscara y todo cupo en una gota de eternidad, con fisonomía de rostro sin edad. Se sabe entonces que nuestro hogar es el momento presente. Solo para él estamos hechos y el canario de la atención sólo canta cuando vuelve a esa jaula, después de todos sus vuelos caprichosos.

Se requiere un poderoso imán que atraiga las virutas de distracción, fugadas al ayer o al mañana, para integrarse al lingote de actualidad en que está el verdadero peso existencial.

En este largo presente que vivimos, la memoria quiere ser elegida convertida en experiencia. Y el futuro da aldabazos en la puerta para que no se minimicen los proyectos. Sin embargo, esta generación sabe que no puede distraerse del presente. Tiene raíces, claro, se dirige a frutos, no hay duda; pero la decisión presente busca denodadamente el acierto, la más sólida posibilidad de bien para todos.

Se extiende el largo proceso que lleva a la decisión final. En la democracia el voto es unidad que se suma y se cuenta, hasta llegar a una mayoría que manda. El elector va preparando su trazo con un discernimiento que encuentra la posibilidad de bien para todos, en medio de todas las limitaciones y las deficiencias. Entonces su presente tiene la máxima densidad, con raíces de ayer y fructificación para mañana...