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La deuda de Coahuila: el búmeran viene de regreso
El sexenio de pagar intereses a los bancos está por concluir, sin embargo en los próximos 18 meses de administración estatal ocurrirá un fenómeno que lo explican hasta las leyes de la física: el búmeran de la deuda pública que fue lanzado hacia el frente por el Gobierno de Coahuila regresará y con la misma fuerza se les estrellará en el cuerpo, antes de que puedan entregar a otros la responsabilidad. Me explico.
El pasado 29 de febrero la calificadora internacional Standard & Poor’s emitió una evaluación que, curiosamente, no tuvo eco ni repercusión en la entidad. En ella, advierte dos fenómenos a corto y mediano plazo que sucederán a las finanzas: “incremento de pasivos con acreedores”, y “deuda adicional”.
Es decir, el Ejecutivo terminará su mandato más endeudado que cuando recibió la estafeta, y tendrá que pedir más crédito para cumplir sus obligaciones básicas.
Utilicemos una metáfora para ilustrarlo: Rubén Moreira tomó a un paciente con la glucosa descontrolada en 2011, y lo dará de alta diabético e hipertenso en 2017.
¿Cuál habrá sido su legado como administración entonces?
Standard & Poor’s explica que “el nivel de deuda del Estado, que ya era alto, continuó aumentando en 2015, así como su servicio de deuda, que se verá impactado en 2016 por el repago de financiamiento de corto plazo”.
Además observa un “muy débil” desempeño financiero, sin flexibilidad, “cada vez más limitado por el recorte prolongado en los gastos de capital con el fin de equilibrar su presupuesto”.
Dichos pronósticos abarcan de seis a 18 meses, periodo de tiempo que coincide con el cierre de gestión.
Y aquí viene lo interesante: Standard & Poor’s diagnostica que el Gobierno de Coahuila sobrevive mientras tanto con una política “reactiva”, no “institucionalizada”, ni con una “planeación financiera”.
En otras palabras: que simplemente reacciona a las circunstancias políticas y sociales, dependiendo del día y el clima, pero no tiene un plan de acción a largo plazo y si lo tiene, no lo pone en práctica.
Como vivir al día. A merced de las circunstancias. Como burócratas, no estadistas. O parafraseando a Churchill: pensando en las próximas elecciones, no en las próximas generaciones.
Para Standard & Poor’s el fenómeno es la consecuencia de lo sucedido en 2014 y 2015: “contrario a nuestras expectativas, el desempeño presupuestal ha mostrado una tendencia de debilitamiento durante los últimos dos años”.
Y eso define lo que ha sido el sexenio hasta el momento: patear la lata, aventar el problema para adelante, esperar a que no estalle en ese momento en lugar de resolverlo, postergarlo, cerrar los ojos, comprar tiempo.
Para recomponer un poco el camino Standard & Poor’s sugiere dos alternativas al Estado: “control de gastos” e “incremento de ingresos propios”. Dicho de otra forma: apretarse el cinturón, y recaudar más.
¿Se imagina una cacería fiscal y austeridad franciscana en pleno proceso electoral 2016-2017?
Como es poco probable que tomen en cuenta esas recomendaciones por obvios motivos electorales, hay elementos objetivos para demostrar que, pese a la doble restructuración de la deuda pública (en 2011 y 2015), las finanzas seguirán en caída libre.
Cortita y al pie
No lo dice quien esto escribe, sino los especialistas: “la administración financiera sigue afrontando importantes presiones en el gasto operativo que ha contrarrestado con un significativo recorte en gasto de capital, práctica que, en nuestra opinión, no es sostenible en el mediano plazo”.
El panorama no es alentador, por tanto, y tiende a agudizarse.
La última y nos vamos
S.O.S. El búmeran viene de regreso. La economía de la entidad se sostiene con alfileres, y el peso de la deuda los está doblando.