Usted está aquí
La Navidad que se fue
No hay cosa más triste que un pino esperando en la calle a que se lo lleve el camión de la basura. Fue gala y ornato de la Navidad, adorno de la casa, júbilo y esperanza de los niños, evocación nostálgica de los mayores... Ahora, despojado de sus esferas y sus luces, es una rama seca cuyo destino es el basurero municipal. Sic transit gloria mundi...
Lo único malo de la Navidad es que pasa muy pronto. En vano los comerciantes se empeñan en alargar la temporada navideña, que empieza ahora en septiembre, apenas pasan las fiestas de la Independencia. Viene diciembre; comienzan las posadas; se hace la cena de Nochebuena; llega la Navidad... y ya se fue. Muy bien decía Manrique en las doloridas coplas que escribió con motivo de la muerte de su padre: “... Pues si vemos lo presente / cómo en un punto se es ido y acabado, / si juzgamos sabiamente / daremos lo no venido por pasado...”.
Por eso yo no critico a quienes dejan el pino y el Nacimiento todo el mes de enero, y no los quitan sino hasta después del día de la Candelaria, 2 de febrero en el calendario. En esa fecha se celebran las tradicionales “levantadas”, amable eco de las festividades navideñas. Se le hace al Niño su fiesta, y luego se le guarda o pone en sitio reservado para volverlo a acostar en la siguiente Navidad.
Recuerdo a una buena señora, antigua criada de la casa paterna. Un hijo suyo enfermó de gravedad, y ella le hizo al Niño Dios una promesa: si el muchacho se salvaba le haría una fiesta como jamás en el barrio se había visto. No se salvó el enfermo, por desgracia. Se murió. Luego de darle cristiana sepultura la madre regresó a su casa. Entró y vio en la pequeña sala al Niño Dios.
-Qué bien lo hicites ¿verdá? -le reclamó con el tono con que se regaña a un chamaco-. Pos ora, pa’ que se te quite, no te hago tu fiesta.
Y ahí lo dejó todo el año, sin levantar, como castigo por el incumplimiento.
En las levantadas hay padrinos y madrinas, y por tanto compadres y comadres.
-Somos comadres de Niño Dios -dicen las señoras.
La comadre debe vestir al Niño y hacerle su levantada, como dije. Existen muchas maneras de vestir niños dioses. En tiendas del mercado pueden hallarse los diversos atavíos: de Juan Dieguito; de pequeño San Martín de Porres; de ángel; de rey; de pastorcito. Los hay ahora hasta de luchador y futbolista. Hay casas en donde tienen la colección completa, y la exhiben durante todo el año a fin de que ninguno de los compadres o comadres se vaya a sentir.
En las levantadas se conseguía uno la primera novia del año. Había bailecitos en casas de barriada. Ahí todos eran bien recibidos, aunque no se les conociera, pues entonces no había pandilleros, y menos aún halcones o sicarios, y todo mundo se portaba bien, o más o menos. La disposición de ánimos era favorable. El año comenzaba. ¿Por qué no comenzar con él un nuevo capítulo sentimental? Llegábamos a uno de esos bailecitos sin compromiso, y salíamos comprometidos. El amor así nacido era eterno: a veces duraba hasta el verano.
Ojalá haya en Saltillo este año muchas levantadas. Que no se extinga la tradición, ahora que todas las tradiciones son especie en vías de extinción.