La paja en el ojo ajeno

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La paja en el ojo ajeno

Sabes que te estás haciendo viejo cuando la barista de Starbucks te habla de “usted”, mientras que, sin razón aparente, recuerdas anécdotas de la ya muy lejana infancia. Era 1984 y la estricta maestra de segundo grado, Laura Elizalde, encargó una singular tarea. Al día siguiente nos apersonamos en el salón de clase y, cuaderno en mano, recitamos y tratamos de explicar el significado de los refranes populares que habíamos consultado. Entonces Google no era el “tío” favorito de los niños y había que preguntar a alguien más. Don Héctor llegaba tarde a casa y, aunque se encontraba cansado después de la jornada, siempre estaba dispuesto a ayudar. Por primera vez escuché una de las frases que después mencionaría en forma recurrente: “es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio”. Debieron pasar varios años para que lograra entender plenamente el sentido del enunciado. 

Meses atrás, en este mismo espacio, cuestioné la falsedad de la declaración 3 de 3 publicada por el todavía presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, Ricardo Anaya. En aquella ocasión los medios de comunicación y las implacables redes sociales, daban a conocer que el líder de los azules había manifestado tener ingresos mensuales de 96 mil pesos, mientras que sus gastos se estimaban en más de 400 mil (se sube el cero y no contiene). Para esas fechas el güero viajaba cada fin de semana a la norteamericana ciudad de Atlanta para ver a su familia, misma que se alojaba en una “modesta” residencia de cinco dormitorios y vista al lago, ubicada en un exclusivo fraccionamiento, al tiempo que sus hijos asistían a una de las más prestigiadas escuelas de la Unión Americana. Desde entonces sabíamos que al chamaco no le iba nada mal en eso de las finanzas personales, aunque se empeñaba en negarlo, mientras “maquillaba” sus declaraciones patrimoniales. Ya para entonces la sombra de la duda se posaba sobre el político panista; ahora gracias a una profunda investigación del periodista Horacio Jiménez para el periódico El Universal, sabemos que Anaya y su familia han logrado construir en muy poco tiempo un verdadero imperio de ganancias incalculables. En efecto, el azulado personaje y su parentela política son dueños de al menos 17 empresas de diferentes ramos, como hoteles y comercios. De hecho, tan sólo el valor de los inmuebles que posee esta bonita y “tradicional” familia mexicana supera los 308 millones de pesos. Como si esto fuera poco, un nuevo reportaje revela que Ricardo Anaya se benefició con la adquisición de terrenos expropiados por el Gobierno de Querétaro, mismos que después vendió a un alto precio. 

La cloaca se abrió bajo los pies del aspirante presidencial panista, despidiendo un fétido olor a enriquecimiento inexplicable.  Tal parece que el más ácido crítico contra la corrupción se ha servido de esta práctica para amasar una inmensa fortuna. Ante los señalamientos, el queretano ha hecho gala de su retórica para tratar de ofrecer una serie de justificaciones que le permitan recuperar su ya menguada credibilidad; sin embargo, en sus malabares mediáticos, hasta hoy ha evitado entrar al terreno en el que tiene que explicar al respetable como hizo tanto dinero en tan poco tiempo. En su desesperación, intenta desviar la mira del fusil, argumentando que el Gobierno federal está detrás de las acusaciones, sin reparar en el hecho de que sus propios correligionarios empiezan a voltearle la espalda. La cuchara grande le quedo chica al líder nacional panista y en su perorata se llena la boca para llamar corruptos a los que no pertenecen al partido albiazul, o a los que aún siéndolo, no simpatizan con su corriente política. Y el señor Anaya ¿vende piñas en la Alameda?

Aquí en confianza, lo que no sabía cuando niño es que la frase que escuché calificada como refrán, en realidad provenía de una cita bíblica. Debo reconocerlo, no soy muy proclive a la actividad religiosa, pero me llamó poderosamente la atención la forma en la que concluye Lucas 6:41-42: “Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.”  ¡Ahí te hablan güero!