La revolución del dedo índice

Usted está aquí

La revolución del dedo índice

Para no estar muy desconectado de lo que parece ser el tema “más importante” del País, hace unos días vi la entrevista que BBC Mundo hizo al señor Evo Morales, expresidente de Bolivia. El entrevistador me pareció profesional y paciente ante un personaje que actúa como si fuera el dueño del lugar donde se desarrolló la entrevista y de la misma BBC. El contenido de la entrevista fue interesante para alguien que quiere entender mejor lo que pasa en Bolivia y la postura que tiene uno de los lados en ese conflicto. Recordemos que hasta hace unas semanas, muy pocos en México (y el mundo) ponían atención a Bolivia, país gobernado por 14 años por el señor Evo. Sin embargo, lo que más me llamó la atención en el intercambio de preguntas y respuestas fue la forma en la que Evo convierte al entrevistador en el adversario. Lo acusó en distintas ocasiones de ser un agente de los conservadores y de estar recibiendo preguntas directamente desde los opositores de Evo en Bolivia para después señalarlo con la mirada y el dedo índice de una forma muy agresiva en un desplante que puede pasar desapercibido, pero que contenía un enojo (tal vez hasta odio) y un lenguaje corporal poco amigable ante quien el señor exdictador considera un adversario o un interlocutor no afín.

Casualmente ese mismo día vi un video de un discurso del presidente López Obrador que generó polémica por señalar que los apoyos sociales tendrían distintas reglas para indígenas que para mestizos (estoy de acuerdo en la idea general, no en la forma); fue en ese discurso que identifiqué ciertos ademanes de AMLO señalando con su dedo índice que me dieron un pequeño escalofrío. El lenguaje corporal de AMLO no era el mismo que el de Evo, pero me detuve a pensar cómo la polarización nacional y mundial nos ha convertido, a líderes y a ciudadanos mortales, en seres que vamos por la vida señalando con el dedo índice a quien no es igual o piensa prácticamente igual que yo. Claro, hay excepciones, pero la tendencia no es prometedora y es muy común señalar a alguien por lo que no nos sale bien.

No es raro que figuras políticas que amasan tanto poder y que se mantienen tantos años gobernando o influyendo en el mismo o distintos puestos, de pronto se sienten infalibles y les es imposible entender cómo alguien puede no estar 100 por ciento de acuerdo con ellos. Generalmente se empiezan a rodear de quienes solamente asienten (los “yes men”) y se van despegando poco a poco de la realidad y la crítica les da alergia. Pareciera que eso ya no es exclusivo de los líderes. Consciente o inconscientemente nos estamos agrupando en tribus cada vez más monótonas y poco diversas; los de la tribu “X” no ven nada bueno en los de la tribu “Y”, no importa que sean amigos, familiares, vecinos o compañeros de trabajo o escuela, tener una opinión contraria inmediatamente te “cancela” o marginaliza. Eso no es normal. De pronto resulta que el mundo entero está dividido en una especie de Montescos y Capuletos donde todo lo bueno que pasa no se debe más que mí mismo, mientras que lo malo siempre es culpa de alguien más.

Y así, como Evo en su entrevista o AMLO en su discurso, pero también como Calderón o Fox, políticos de segundo o tercer nivel y como muchos ciudadanos, nos olvidamos que el dedo índice también puede apuntar a uno mismo. La autocrítica está en vías de extinción y es en estos tiempos turbulentos cuando más la necesitamos. Es muy difícil establecer una realidad objetiva de la que se pueda empezar a analizar y mejorar si no somos capaces de reconocer las áreas de oportunidad (mucho menos los errores) propias.

En realidad, lo que se necesita es una revolución de los dedos índices. Una revolución que nos permita reconocer que no siempre es razonable, saludable o justo apuntar a otros, y que nos haga capaces de lanzar cambios en la medida en que nos atrevamos a vernos en el espejo y señalar al que vemos como la raíz de un problema y parte de la solución. Para algunos, tal vez empezando desde quienes tienen o tuvieron el poder, pudiera ser una experiencia traumática entender que su principal adversario son ellos mismos y no aquellos que señalan con tanta vehemencia día tras días.

@josedenigris

josedenigris@yahoo.com