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Las tres tragedias de México (1)
En este momento histórico, México está atascado en aquella frase de Woody Allen que parafraseo así: “los personajes centrales de la economía y la política mexicana actúan como comediantes, para sobreponerse a la tragedia del País, escrita y actuada por ellos mismos”.
PRIMERA TRAGEDIA
Después de 37 años de un neoliberalismo rapaz, con un Estado debilitado y una democracia incipiente; México se miró pobre, violento, corrupto e impune en su propio espejo humeante de obsidiana.
Mientras en ese período de tiempo, florecieron en Forbes los apellidos de mexicanos millonarios: Slim, Larrea, Bailleres, Salinas, Gonda y Hank; el crecimiento –en promedio– de la economía del País estuvo estancado: el PIB por persona no superó, en promedio, la tasa real de crecimiento; la movilidad social y económica de las clases medias fue congelada; crecieron el trabajo informal y la pobreza de las grandes mayorías. Un solo dato refleja lo anterior: “en 1987, un mexicano trabajaba 4 horas con 53 minutos para adquirir la canasta básica, mientras en 2017 eran necesarias 24 horas con 31 minutos (Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM: 2017)”. Por ello, durante 37 años, “los niveles de pobreza no cambiaron –de manera sustantiva– debido a la reducida tasa de crecimiento de la economía y la desigual distribución de ingresos (OCDE: 2015).
¿Qué factores fueron cruciales para ahondar esa brecha de desigualdad estructural entre una reducida élite económica y las clases subordinadas o mayoritarias –medias, populares, obreras y campesino-indígenas? Fueron tres factores: una élite política PRI-PAN ávida por asociarse y hacer negocios con la élite del gran capital; un sistema de partidos políticos funcional a los intereses depredadores de la élite económica y, un régimen de impartición de justicia alineado en igual dirección.
¿El resultado? Enriquecimiento rapaz de esas élites, repartición del País entre ellas y corporaciones transnacionales, y una orgía de corrupción e impunidad para enterrar la flagrancia de su traición al bien común.
Ante estas circunstancias, una pregunta obvia: ¿por qué no votarían 30 millones de mexicanos –marginados por la historia y la sociedad– por un AMLO que aseguraba combatir y derrotar las causas de sus desgracias generacionales?
Esta es la primera tragedia: a dos años de su mandato, AMLO ha demostrado ser igual o peor que sus antecesores. Y con ello, el espejo humeante de obsidiana cayó al piso para estallar en mil pedazos, y obligar a ese México desesperanzado, a abrazarse a sí mismo solo, en su pobreza, violencia, corrupción e impunidad.
Continuará...