Las vacas

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Las vacas

La paremiología es ciencia y arte que recoge proverbios, sentencias, refranes y dicharachos, y los estudia a la luz de diversas disciplinas. El refranero mexicano es particularmente rico. Don Darío Rubio formó una vastísima colección de refranes de las diversas regiones del país. Entre nosotros, el profesor Ildefonso Villarello espigó nuestros decires en su valioso libro “El habla de Coahuila”.

Recientemente oí un dicho regional que no conocía. Se emplea cuando alguien es objeto de abuso, cuando se le da más trabajo del que es justo, o se le explota para obtener todo lo que puede dar. Es el caso de aquel pobre sujeto que fue contratado como operario en una fábrica. El capataz le dijo que con la mano derecha debía mover una palanca; con la izquierda otra; con el pie derecho impulsaría un pedal y con el izquierdo otro, al tiempo que con los dientes estiraría una polea y con la frente apretaría un botón. 

Sugirió el obrero:

-¿Por qué no me clava un palo de escoba allá donde le platiqué? Podría aprovechar para barrer el piso.

Pues bien: a ese infeliz le es aplicable el dicho que apunté. Tal dicho ha de ser de Coahuila, pues de Coahuila es el poblado que en el dicharacho se menciona. Ciertamente en otras partes hay lugares también con ese nombre, pero en ninguno de los refraneros regionales que he consultado viene el dicho, y tampoco en la magna obra de don Darío.

¿Qué dice el dicho dicho? Cuando se habla de alguien sometido por otro a ímprobos trabajos se dice de él:

-Está como las vacas de Paredón.

-¿Cómo? -pregunta alguno.

Y responde el que aludió a las vacas de Paredón:

-Que en la mañana las ordeñan, en la tarde les pegan el arado y en la noche les echan al toro.

¿Podrá encontrarse abuso mayor que éste? Al menos en tratándose de vacas lo juzgo yo difícil. Debe ser ímproba tarea para una vaca ser ordeñada en la mañana, trabajar uncida al arado por la tarde, y todavía tener que hacer frente por la noche al amoroso embate del astado.

Me recuerda ese abuso el relato del hombre -un vendedor- que cierto día criticó a su esposa. Le dijo que ella trabajaba poco en la casa, en tanto que él debía partirse el lomo por las calles. Ella le propuso cambiar los papeles, aunque fuera solamente por un día: él haría las labores de la casa y ella saldría a la calle a hacer lo que él hacía. El individuo aceptó, divertido. ¡Nunca lo hubiera hecho! Debió levantarse una hora más temprano que de costumbre para prepararle el baño a su consorte, disponerle la ropa y cocinarle el desayuno. Luego hubo de levantar a los niños, acicalarlos, disponerles los útiles y llevarlos a la escuela. De regreso hizo las compras; luego se aplicó a arreglar la casa; a barrer, trapear, lavar la ropa, hacer la comida... Se llegó la hora de recoger a los hijos y darles de comer. Luego los ayudó a hacer la tarea, y los llevó a la clase de inglés y de karate. Para entonces ya estaba muerto de cansancio el pobre tipo. Todavía tuvo que hacer la cena, bañar a los niños, planchar y cumplir mil menesteres más, de modo que cuando por fin llegó la medianoche, hora de acostarse, estaba molido. Con las últimas fuerzas que le quedaban se puso la piyama y se metió entre las cobijas. Apagó la luz para dormirse. Pero en eso lo acometió un terrible pensamiento:

-¡Todavía falta que esta desgraciada vaya a venir borracha y se le antoje follar!

Lo dicho: como las vacas de Paredón.

Armando FUENTES AGUIRRE
‘Catón’ Cronista de la Ciudad
PRESENTE LO TENGO YO