Usted está aquí
Lecturas para el verano 1/2
Señoras y señores, unilateralmente he decretado que merezco unos días de vacaciones en alguna ciudad paradisiaca de México. Me voy antes de que se abarroten las ciudades coloniales o playas. Al momento de que usted lea esto, ya voy de vago. Luego le contaré dónde estoy. Por lo pronto, he iniciado la lectura de varios libros que aquí le reseñaré en un par de columnas. Es decir, son lecturas de verano. ¿Ya inició? Al menos para mí sí.
Una de ellas, de la que hoy cuento, la hice con miras a reseñarla en la sabatina de “Hablemos de Dios”, pero su lectura tiene muchos ángulos. El libro tiene poco más de 170 páginas. Lo había hojeado, nada más. En estos días en que el calor aprieta, es menester tomar harta coca cola y mezclarla con ron y hielos. Cubas o jaiboles parce que se llama este coctel. Tomé del estante el libro y por fin lo he leído, es “Diario de un seductor” del filósofo y teólogo danés Soren Kierkegaard (1813-1855). No aventuras sino un jirón de vida, no desenfreno amoroso sino amor amoratado. No placer, sino condena. El libro se lee de una sentada y es más una obra filosófica (confesión íntima de un amor no correspondido), que los jornales de un Casanova danés.
Como Pablo, el de Tarso, el pastor y filósofo, el escritor danés Soren Kierkegaard padecía de un “aguijón en la carne.” Éste le llama en su vida la “espina de la carne.” Al parecer y según biógrafos, era impotente. De aquí entonces que una de sus peores etapas de la vida fue no poder desposar a su prometida, Regina Olsen. Fue pastor y renunció al ministerio, fue cristiano pero al final de su vida se puso una lucha: “Mi tarea es detener la expansión del cristianismo”. Atención, tenía una gran fe en Dios, pero inició una cruzada en contra de la Iglesia.
Éste y no otro era el danés Soren Kierkegaard, quien luego de algunos lustros de muerto fue revalorado como escritor y filósofo, y se le considera uno de los padres del existencialismo. Cuenta uno de sus biógrafos, J. Grennier, quien ha hecho de él una espléndida nota para el “Diccionario Bompiani de autores literarios”, que Kierkegaard, “fue poco conocido y escasamente apreciado en su vida”. La estampa eterna de los genios. Incomprendido en su momento, para luego de muerto, ser eterno. De salud siempre quebrantada, contrahecho, jorobado, disminuido físicamente; incluso feo y con tuberculosis. ¿Qué es el amor? Un tiro de naipes. Un tiro de cubilete, un juego de dados. Un juego de azar. ¿Sirve de algo el amor? “carece de utilidad práctica”, dijo en una carta la siempre atormentada Zelda Sayre, esposa de F.Scott Fitzgerald.
Esquina-bajan
El autor se debate entonces entre la congoja, el amor no correspondido, la desesperación y la abulia. “¡Maldito azar!” exclama con voz de fuego. Porque ese dios veleidoso y putrefacto, el padrote del azar, lo hizo conocer a una musa que le va a cambiar la vida. Escribe Kierkegaard: “Voy a consagrarme a tu servicio, igual que las bailarinas danzan en honor de su Dios. Ligero de vestidos, desarmado, renuncio a todo. Nada poseo y nada quiero poseer, nada amo y por eso nada tengo que perder, y así me hice más digno de ti, de ti que ya estás cansado de robar a los seres humanos durante tanto tiempo, aquello que aman; harto de sus suspiros cobardes y de sus rezos interesados…”
Su diario es atormentado, sí, como él mismo. Su vida refleja su filosofía. El filósofo se llama a sí mismo “el hijo de la vejez”. Fue hijo del segundo matrimonio de su padre. Con la sirvienta. La primera mujer y los cinco hijos fueron muriendo uno tras otro, como en una especie de maldición. Un día supo que después de toda esa catástrofe, su padre solo y en un páramo había maldecido a Dios. Dios no contestó. Su padre fue un comerciante con fortuna que a los 44 años ya se había retirado a disfrutar su dinero y sus ideas. Y no, no fue la historia de Job. Esta vez Dios no le restituyó nada. Murió la esposa y murió toda la parentela del padre del filósofo. ¿Agradecer de ello a Dios? ¿Fue una prueba? Caray, el papá fue práctico y sincero: fue a desahogarse al páramo solitario y lo maldijo.
Soren Kierkegaard escribió: “lo que antes fue impulso ahora es razón”. Y esto es lo que nos pasa a los humanos que nos atrevemos a usar ese regalo divino, el libre albedrío, la libertad. Apenas vivió 42 años sobre la tierra, los cuales fueron suficientes para dejar una obra portentosa y eterna. “Diario de un seductor” está repleto de perlas, aforismos, frases para subrayar o entrecomillar.
Letras Minúsculas
El libro se consigue por 30 miserables pesos en Soriana. A su autor le costó la vida escribirlo. Estoy a pierna suelta tirado en un café del bello San Miguel.