¿Liebres o tortugas?

Usted está aquí

¿Liebres o tortugas?

Foto: Especial
"Es posible alcanzar los más caros ideales si nos enfocamos, si somos disciplinados y tenemos el coraje de creer en uno mismoLa tortuga puede hablar más del camino que la liebre”.
Jalil Gibrán, poeta

El magistral escritor Milan Kundera da en blanco: “Nuestra época se abandona al demonio de la velocidad, y por este motivo se olvida tan fácilmente de sí misma. Pero yo prefiero darle la vuelta a esta afirmación: nuestra época está obsesionada por el deseo de olvidar, y para realizar tal deseo se abandona al demonio de la velocidad; si acelera el paso es porque quiere hacernos entender que ahora ya no aspira a ser recordada, que está cansada de sí misma, disgustada consigo misma; que quiere apagar la trémula llama de la memoria”.

Posiblemente sea cierto: corremos y corremos para olvidarnos de nosotros mismos, para desdeñar la memoria, para ignorar la razón por la que hemos sido convocados a la existencia, para agotarnos, distraernos y así alcanzar el olvido. Curiosa realidad: la urgencia e inmediatez que pareciera que nos pudiese desapegar de todo lo que no es importante, más bien nos adhieren a lo intrascendental; tal vez, lo insustancial sea la gasolina de la velocidad.   

Como quiera que sea, por correr a toda prisa, por convertirnos en personas de instantes,  dejamos el disfrute de  los instantes, se abandona la vida, se olvida que en el camino, en la senda es donde florece la plenitud y los motivos que siembran la felicidad en el corazón.

La fábula 

Tal vez, el lector recuerde la fábula de Esopo que refiere la carrera, aparentemente desigual,  entre la  liebre y la tortuga. En este cuento todos apuestan que la liebre ganará, gracias a su rapidez y la perdedora obviamente será la pobre tortuga por ser el animal más lento de todos. Pues bien, comienza la carrera y la liebre, confiada en sus talentos, habilidades y facultades naturales se burla constantemente de la tortuga, haciendo continua mofa de ella: con una actitud arrogante se acuesta a “descansar” en el camino y deja que la pobre tortuga tome ventaja, para luego rebasarla sin la mayor dificultad, disfrutando del aplauso de la muchedumbre.

Sin descanso

Por su parte, la tortuga ignorando todo lo que a su alrededor sucede, especialmente haciendo caso omiso de las burlas de su contrincante, camina con disciplina, voluntad y persistencia: Sin detenerse. 

La carrera continúa hasta que llega un momento en que la liebre no calcula la osadía de darle ventaja excesiva a su competidor. 

Al darse cuenta de su estupidez corre con todas sus fuerzas para alcanzar a la tortuga, pero todo es en vano, cansada se percata cómo la pequeña y torpe tortuga arriba, sin problema alguno, a la meta, ganando no sólo la carrera, sino el reconocimiento de todos los demás animales, mientras la soberbia liebre no encuentra lugar para esconder su bien merecida vergüenza.

Moralejas

Esta fábula se utiliza para enseñar el valor de la voluntad, tenacidad y determinación. Pero este cuento también esconde otros significados y moralejas.

Por ejemplo, manifiesta como en estos tiempos andamos, como la liebre, en una carrera sin fin, movidos por signos externos, como conquistar metas económicas,  o demostrar a los demás las “ventajas” profesionales o académicas que tenemos y nos diferencian de ellos, y al correr esta carrera llegamos a ignorar todo lo genuinamente valioso. 

Las mejores cosas

Esta reflexión me recuerda una vieja leyenda china: “En una ocasión un grupo de ancianos cultos se reunió para intercambiar su sabiduría y tomar té. Cada anfitrión buscaba las variedades de hojas de té más caras y exquisitas para hacer con ellas exóticas mezclas que provocaran la admiración de los invitados. Cuando correspondió invitar al más venerable del grupo, sirvió la infusión con una ceremonia sin precedentes sacando el té de una caja de oro. Los gastrónomos congregados alabaron aquella exquisita bebida, muy impresionados por el envoltorio en donde el viejo sacaba el extracto. El anfitrión sonrió diciendo: el té que habéis hallado tan delicioso es el mismo que toman nuestros campesinos. Ojalá esta experiencia nos recuerde a todos que las mejores cosas de la vida no son necesariamente las más raras ni las más costosas”.

En cualquier parte

También Dostoievski  tiene algo que decirnos. Después de haber sido sentenciado a trabajos forzados escribió: “La vida está en cualquier parte. No estoy abatido. La vida está dentro de nosotros; no en las cosas externas. Habrá gente junto a mí, y ser hombre entre hombre, y seguir siendo un hombre sin desfallecer ni fallar ante cualquier infortunio, ¡en esto consiste la vida!”

Más hace…

Regresemos a la fábula. Tal vez ignoramos que muchos de los éxitos o posesiones que poseemos no han sido producto del esfuerzo personal, sino son consecuencia de alguna “ventaja injusta”, a la posición en que nacimos, o gracias a los dones recibidos -como el caso de la liebre que no hizo nada por tener su don de correr rápido- desconocimiento que provoca, en lugar de agradecimiento, esa terrible vanidad que desprecia las cualidades de los prójimos, olvidando que “más hace el que quiere, que el que puede”.

Otros consejos

Abraham Lincoln en alguna ocasión escribió: “Infinidad de veces he caído de rodillas ante la abrumadora convicción de que no se abría ante mí camino alguno. Mi propia sabiduría, y la de todos los demás, me parecía insuficiente en esos días”. Sin embargo, pese a los infortunios, él siempre continuó luchando, pues sabía que la naturaleza le había dotado de un invaluable bien: la paciencia, y que él sólo tenía que cultivarla para que diera frutos.

Es verdad: vale mucho comprender que es posible alcanzar los más caros ideales si nos enfocamos, si somos disciplinados y tenemos el coraje de creer en uno mismo sabiendo que querer con el corazón es poder hacer la realidad.

Si fuéramos…

Si fuéramos más tortugas y menos liebres posiblemente tendríamos más memoria y menos olvido para agradecer; veríamos transitar el sol durante las diversas horas del día, aprenderíamos también que tenemos solamente el segundo que respiramos y lo que en él forjamos. 

Si fuéramos más tortugas y menos liebres seríamos humildes, menos impacientes y quizá dejaríamos a un lado a esa competencia que nos hace incompetentes y, de paso,   aprenderíamos que la fuerza se encuentra en la cooperación, en la suma de habilidades y voluntades de las personas, más que en esa rivalidad que aparentemente genera éxito, pero siempre desilusión y dolor en los otros.

Si fuéramos más tortugas y menos liebres apreciaríamos más los contenidos y menos las formas; dejaríamos de competir contra las personas y comenzaríamos a resolver problemas complementándonos los unos con los otros; veríamos mas ventanas abiertas que puertas cerradas.  Amaríamos más a la naturaleza y menos lo desechable. 

Si fuéramos un poco como la tortuga tendíamos tiempo de pensar, gozar, observar y crear, entonces nos daríamos cuenta que tenemos más razones para dar gracias y menos por las cuales quejarnos: Reiríamos más, nos angustiaríamos  menos. 

Si aprendiéramos a ser más tortugas y menos liebres disfrutaríamos de los pequeños detalles, viviríamos menos preocupados por el dinero, posiciones, éxitos o fracasos. En suma, seríamos más felices.

Es el camino

No nos damos cuenta que se nos pasa la vida tratando de ser fabulosas y rápidas liebres: no nos interesamos en la tranquilidad, ni en saborear los sabores, admirar el amanecer o mirar el cielo estrellado, nos olvidamos de apreciar el recorrido. 

Muy pocos queremos ser como la humilde y persistente tortuga, que siente la existencia pasar pausadamente dentro y fuera de ella. Y sin embargo, al final, las personas que trabajaron duro, con inteligencia, voluntad y disciplina terminan venciendo sobre aquellas que, a pesar de poseer talentos y dones, nunca los hicieron florecer, o, más triste, los usaron con soberbia para disminuir a los otros. 

Al final, las personas que hacen de sus vidas un lento fluir, también  hacen de los momentos memorables recuerdos. Memorias de felicidad.  

cgutierrez@itesm.mx
Programa Emprendedor
Tec de Monterrey, Campus Saltillo.