Periquillo vaga en las calles de Santa Ana, Sonora, hasta que la policía de la localidad vio su pesquisa en Internet y localizó a la familia.

Lo dieron por muerto, lo lloraron, lo enterraron y 14 años después... ¡Aparece!

La historia de cómo una familia encontró vivo a su hermano, a quien había dado por muerto

Por: Francisco Rodríguez
Fotos: Francisco Rodríguez
Edición: Kowanin Silva
Diseño: Edgar de la Garza

Francisco I. Madero, Coahuila.- Una tarde de junio de 2016, Rosario llamó agitada a su madre María de Jesús Martínez Ponce:

-¡Venga, venga!, ¿pues dónde anda? Le tengo una noticia muy buena pero no se vaya a asustar –le advirtió Rosario.

María frunció el ceño e hizo una mueca de duda. Rosario siguió:

-Peri, mi tío, apareció.

-¡Ah chihuahua! –exclamó María y pensó en los recurrentes sueños en donde veía vivo a su hermano Arnulfo Martínez Ponce, ‘Periquillo’, y que le decía que no estaba muerto.

-¡Estás loca! –le dijo María a su hija.

-No, amá, mire, y le enseñó una foto de su tío Periquillo con una camisa a rayas, un pantalón negro, tenis converse, barba de candado, desaliñado, canoso. Mirando hacia el suelo.

-¿Es o no es mi tío? –preguntó Rosario. Mírelo bien –pidió la hija.

-Ay, pues sí se parece. ¿Dónde está?

-En Sonora.

-¿Cómo dieron con él? –preguntó María.

-Una amiga que vive allá lo vio. Pusieron su foto en ElBuscapersonas.

María de Jesús se echó a llorar, abrazó a su hija y luego la separó. Se llevó la mano a la boca y preguntó: 

“¿Entonces, a quién enterramos hace 14 años?”.

Ya tiene hogar en casa de su hermana, duerme en la cocina.

Arnulfo Martínez Ponce tiene 64 años y carga en los brazos una cobija sobre la carretera San Pedro-Torreón, a un lado de un puente peatonal que está frente a la casa donde vive con su hermana Cleopatra, en la comunidad de Santo Niño en Francisco I. Madero.

Es espigado, flaco como un ejote. Se queda quieto, se toma la cabeza y da un paso, dos, y vuelve a detenerse. Viste de negro y tenis blancos. Camina, se detiene. No encuentra su mundo.
Arnulfo es esquizofrénico desde hace 42 años.

-Se fue pa’l otro lado y cuando regresó empezó a alucinar, veía cosas, se imaginaba cosas –recuerda su hermana María de Jesús.

Periquillo, el mayor de 10 hermanos, iba y venía de Estados Unidos. Trabajaba de albañil o en la pizca de algodón a los 20 años. Un día, en Santo Niño, le dijo a su madre Raquel que le arreglaría la casa. Antes de volver a Estados Unidos le tumbó un cuarto, le compró vigas, cal, cemento. La madre cocinaba en la leña cuando Periquillo preguntó por su padre Arnulfo, ‘Perico’. -“¿Y mi papá on ta’, mi papá on ta’? Yo creo trae mucha hambre” –repetía angustiado. El padre había fallecido años atrás. Periquillo se soltó a llore y llore, se desesperó y empezó a tirar las vigas, la cal, se volvió agresivo. Fue la primera vez que la familia notó algo diferente en él.

Después intentaría golpear a una hermana embarazada.

La madre lo internó en un hospital de Gómez Palacio durante 9 meses.

La madre, alcohólica, nunca le dio seguimiento al medicamento. Periquillo se volvió más agresivo. La mamá Raquel siguió tomando.  

Periquillo no tenía esposa ni hijos. De joven, cuenta la familia, era noviero, se comportaba “normal”, vivía en casa de su madre, le gustaba trabajar en la pizca de algodón y era –aseguran- un excelente dibujante.
 -Cuando se fue para el otro lado me imagino que usó drogas, él se fue bien, se me hace que se quedó en el avión –supone su hermana María de Jesús con la confianza de quien presagia el futuro.

Periquillo, sin cuidados, se empezó a descontrolar: Se metía al tajo, le tiraba piedras a la gente o se agarraba caminando por la carretera. Así llegó un día -nadie sabe cómo- hasta Monterrey, donde a 320 kilómetros de su casa lo atropellaron y lo tuvieron que operar de una pierna.

Periquillo caminaba rumbo a Torreón pero algún vecino del rancho lo veía y lo regresaba. Se iba a los campos de San Pedro, algún conocido lo veía y lo traía de vuelta. Nunca lo reportaban como extraviado. Ya era común para su familia, gente de campo, hermanas que trabajan en puestos de gorditas. Hasta que en junio de 2002, Periquillo se tardó más de lo normal en volver.  

Periquillo pasa las horas junto a la carretera abrazado de su cobija.

Raquel, la madre, siguió tomando hasta que cayó en coma. Duró un mes internada en terapia intensiva. Periquillo llevaba un mes sin volver, hasta que ‘el güero’, un vecino de Santo Niño que se dedica a hacer muebles, les aseguró que lo había visto en Ceballos, localidad de Mapimí, Durango.

- Deja lo voy a buscar –dijo Isabel, Chabela, una hermana que vive en Los Cabos pero había viajado para cuidar de su madre.

La mamá se recuperó pero había perdido el habla. Quedó en cama.

Chabela condujo 150 kilómetros hasta Ceballos y empezó a preguntar por su hermano. Mostraba la fotografía de Arnulfo. “Sí, aquí andaba”, le aseguró la gente. “Hace como tres semanas aquí andaba, pero ya no lo hemos visto, pregúntele a aquel señor”. Ese señor era un policía que estaba de descanso.
Chabela describió a su hermano: tiene la manía de quitarle los plásticos a las tapa roscas y ponérselos en los dedos como anillos, corta papeles y se los mete a las bolsas. Esas descripciones coincidían: “Hace tres semanas encontramos un cuerpo en los matorrales y dimos parte, y para las señas que me da, pues sí es”, le dijo el policía en descanso.

Coincidían los plásticos y los papeles que encontraron en el cuerpo, y coincidían los tiempos. Tres semanas que lo dejaron de ver y tres semanas que encontraron el cuerpo.

Chabela avisó a la familia en Santo Niño. “Fíjate si tiene un colmillo quebrado, los tatuajes en todo el cuerpo”, pidió María de Jesús a la distancia.

La hermana fue a Gómez Palacio, Durango. Allí le habían tomado fotografía al cuerpo, un cadáver en estado de descomposición. Se lo estaban comiendo los animales. “Lo enterramos en la fosa común porque nadie lo reclamó”, dijeron los ministeriales.

Chabela volvió a mencionar los papeles en las bolsas, los plásticos en los dedos. La fotografía no la convencía. Pero coincidían los tiempos y los funcionarios reafirmaron que encontraron papeles en las bolsas y plásticos en los dedos. Chabela dijo que sí, que sí era. Sin ver el cuerpo, sin corroborar el diente quebrado, los tatuajes.

- No podemos sacarlo porque es un delito –argumentó un funcionario.
- Pero cómo se va a quedar en la fosa –suplicó Chabela.

Después de insistir, los funcionarios accedieron. “Como es un delito, vamos a hacer lo siguiente. Va a traer un ataúd, muy temprano o muy noche, lo sacamos de la fosa. Lo metemos en el ataúd sellado e inmediatamente lo va a enterrar. No lo va a sacar de la bolsa, como está lo mete en el ataúd”, condicionaron las autoridades. Chabela aceptó.

La familia guarda el oficio 472/2002 de la Agencia de Investigación del Ministerio Público de Delitos contra la vida y la salud personal. Mesa I, el cual indica:

“Por medio del presente me permito hacer constar que con fecha 22 de julio del presente año (2002), fue localizado el cadáver de una persona del sexo masculino en el Ejido San José de Bellavista, municipio de Mapimí, Durango y el cual se encontraba en estado de descomposición, que posteriormente por los datos aportados por Isabel Martínez Ponce se logró determinar que el cadáver de la personas fallecida correspondió a la persona que en vida respondiera al nombre de ARNULFO MARTÍNEZ PONCE y el cual fue depositado provisionalmente en la fosa común del Panteón Municipal de la ciudad de Gómez Palacio, Durango, que al momento no existe inconveniente para que el cadáver de la persona fallecida sea trasladado al poblado de Santo Niño de Arriba, municipio de Francisco I. Madero, Coahuila, a fin de que sea inhumado en panteón de dicho lugar”.

Documento que autorizaba el traslado del cadáver que identificaron como Arnulfo Martínez Ponce "Periquillo".
No cometimos ningún delito. A nosotros nos entregaron ese cuerpo, nos entregaron una foto y para mi hermana sí se parecía. Nosotros no fuimos los culpables”
María de Jesús, hermana

A las 10 de la noche, Chabela acudió al panteón con el ataúd. En Santo Niño ya alistaban el pozo para enterrar a Periquillo al lado de su padre. En el panteón de Gómez Palacio exhumaron el cuerpo de la fosa y sin abrir la bolsa negra como acordaron, metieron, como costal de papas, el cuerpo al ataúd y regresaron a Santo Niño. Sin velación, sin acta de defunción, la familia Martínez Ponce sepultó a su hermano mayor.

Al día siguiente que enterraron a Arnulfo, hace 14 años, María de Jesús preguntó por la fotografía del cadáver que habían mostrado los ministeriales en el estado de Durango. María la observó.

- Mana, se me hace que este no es Peri. Mira cómo anda vestido –le pidió a su hermana Chabela.

La fotografía mostraba el rostro desfigurado, carcomido por animales, pero se distinguía una camisa blanca, una camisa vaquera, un pantalón de corte vaquero y un cinto con hebilla grande.

- Mi hermano no usaba esa ropa –expuso María a su hermana Chabela.
- A lo mejor alguien le dio la ropa, ya tanto tiempo, mana –justificó Chabela.
Y así quedó. Así quedó por 14 años.

Asumiendo que se trataba de "Periquillo", su familia lo enterró hace 14 años en el panteón de Francisco I Madero, junto a su padre
Tiene que haber dueño de ese cuerpo. Cómo estará la gente de esa persona que desapareció que creíamos que era mi hermano”
María de Jesús, hermana

Arnulfo está sentado sobre la carretera, frente a la casa de su hermana Cleopatra. Está como enconchado. Sus brazos abrazan sus piernas y carga con una vieja cobija. Tiene la mirada perdida. La cara llena de surcos. Viste pantalón y chamarra negra que le quedan grandes. Sus manos están tatuadas.

-¿Qué hacía en Sonora? –le pregunto a Arnulfo.
- Trabajaba en las tiendas.
- ¿Cómo llegó hasta allá?
- Caminando. No me cansé.
- Me dicen que dibuja muy bien.
- No mucho pero sí.

Su hermana Cleopatra cuenta que todos los dibujos que hace los tira, así que no hay pruebas de lo buen dibujante que es. Arnulfo asegura que tenía cinco años desaparecido. Dice que tiene 26 años de edad. “Tienes 64, Arnulfo”, lo corrige su hermana Cleopatra. Arnulfo niega con la cabeza: “26”, suelta secamente.

- ¿Qué le gusta? –le pregunto a Arnulfo.
- Lo de antes, de los gobiernos, los presidentes… trabajar en la casa, hacer cuartos.
- ¿Qué hace ahora?
- Cuido la casa. Arnulfo juega con las manos, se las toca como si se masajeara.
- ¿Y esa cobija?
- Aquí tengo a un niño.
- ¿Cómo se llama?
- Arnulfito.
- ¿Cuántos años tiene?
- Tengo cuatro años con él.
 
Hace cuatro años, casualmente, murió Raquel, la madre. Nunca se enteró de la supuesta muerte de su hijo Periquillo. Murió postrada en una cama. La familia la sepultó a un lado de donde habían enterrado al hermano mayor.

El 9 de junio de 2016, apareció un anunció en la página de Facebook ElBuscaPersonas David Nostas:

INDIGENTE ADULTO MAYOR MEXICANO DESEA ESTAR CON SU FAMILIA.
AYÚDALE A QUE REGRESE A CASA.
Nombre: Arnulfo Martínez Ponce
Edad: 64 años
Nacionalidad: Mexicana 
Mensaje enviado por: Iván León

“Buenas noches sr. David Nostas, hace unos días me llamó la atención al ver a un señor que deambula por las calles de #SantaAna,#Municipio del Estado de Sonora, #México, casi siempre lo veo y me animé hacerle la conversación, aunque es un señor muy tímido pude darme cuenta que ha sufrido mucho, es indigente, no sabe de su familia. Me dijo que es originario de #SantoNiñoCoahuila y tiene familia allá actualmente. Él quisiera volver a verlos, para que pueda cambiar su vida. Adjunto su fotografía. Espero poder ayudar al sr. Arnulfo. De antemano agradezco muchísimo su ayuda”.

La foto que mostraba el anuncio era la que después vería María de Jesús: Periquillo con una camisa a rayas, un pantalón negro, tenis converse, barba de candado, desaliñado, canoso. Mirando hacia el suelo.
Iván León, la persona que envió el mensaje a la página de Facebook, es un policía de Santa Ana, en la parte norte de Sonora. Manuel Torres, otro oficial de policía de Santa Ana, escribió en la misma publicación: “Aquí en la comandancia se le da alojamiento y comida, le gusta estar en la plaza y solo camina de la comandancia a la plaza, es una buena persona, muy tímido pero se nota que ha sufrido mucho”.  

Arnulfo llevaba 4 años viviendo en Santa Ana, un municipio de 15 mil habitantes, a mil 200 kilómetros de Santo Niño. Dormía en la comandancia y en ocasiones le daban de comer en una fonda.

Una amiga de la familia, Judith, vivía en Magdalena de Kino, un poblado a 19 kilómetros de Santa Ana. Ella acudió hasta el lugar para corroborar que Periquillo no murió 14 años antes. Le preguntó por su familia y Peri le habló de Isabel, de María, de su madre, de Santo Niño. Entonces Judith se comunicó con Rosario, la hija de María de Jesús y le envió la foto de Arnulfo. El hombre que habían enterrado hace 14 años, no era Periquillo. Peri estaba vivo.

Pesquisa Esta es la foto de 'Periquillo' que un usuario posteó en facebook y en la que pedía ayuda para encontrar a la familia de este "indigente" que aseguraba ser de la comunidad de Santo Niño, Coahuila. La pesquisa funcionó.

“Nos dieron un papel y pensábamos que eso era todo”, dice con aires de excusa María de Jesús desde la entrada a su casa en el ejido Santo Niño, también llamado 6 de octubre, la fecha de 1936 en que el general Lázaro Cárdenas repartió tierras a los campesinos de La Laguna de Coahuila y Durango. “Nunca fuimos al Registro Civil, somos unas ignorantes, no sabíamos qué se hacía, pensábamos que así era. Nos aseguraron que era el cuerpo que habían encontrado”, continúa María de Jesús.

Cuando regresó Arnulfo, la familia solicitó ayuda al DIF de Francisco I. Madero. Lograron que les dieran medicamento controlado. Querían internarlo en el centro psiquiátrico de Parras de la Fuente, a 150 kilómetros, pero no encontraron cupo. Especialistas les han asegurado que ya no representa un peligro.
También solicitaron a la Secretaría de Desarrollo Social de Coahuila, construyeran un cuarto para Periquillo, pues actualmente duerme en el piso de la cocina de su hermana Cleopatra. Sin embargo el gobierno no accedió, argumentando que el espacio alcanzaría terreno federal y significaría un delito.
Los ha visitado gente de la Comisión de Atención a Víctimas, de la Comisión de Derechos Humanos. Les han aconsejado que pueden demandar por reparación del daño, emocional y económicamente. Pero no quieren hacerlo.

“No cometimos ningún delito. A nosotros nos entregaron ese cuerpo, nos entregaron una foto y para mi hermana sí se parecía. Nosotros no fuimos los culpables. Las personas que entregaron el cuerpo no hicieron nada”, expone María de Jesús.

A casi seis meses desde que regresó Arnulfo, la familia no ha acudido a informar del error al Ministerio Público. “Cuando quieran vamos, sólo que me digan un día. Ahí o a donde quieran”, menciona María.
Desde hace 14 años, la familia empezó a llevar un arreglo floral al lugar donde enterraron al que, creían, era su hermano Periquillo. A un lado del cadáver de su padre, a un lado de su madre. En el lugar no hay tumba, apenas un pequeño bulto de tierra. Encima se halla un ramo de flores secas, olvidadas. Una cruz metálica color azul, desvencijada, está enterrada a un extremo del montón de tierra.

“Tiene que haber dueño de ese cuerpo. Cómo estará la gente de esa persona que desapareció que creíamos que era mi hermano”, se pregunta Cleopatra, que me acompaña hasta el lugar donde hace 14 años enterraron a una persona equivocada. “La verdad de la sorpresa nos olvidamos y ya no habíamos venido al panteón”, añade.

Pero por las noches o por las mañanas, cuando miran deambular a su hermano Arnulfo, la familia se hace las mismas preguntas:

- ¿Quién sería? ¿Lo habrán matado? ¿A quién enterramos?