Lo incómodo de la verdad

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Lo incómodo de la verdad

Los medios de comunicación son importantes por muchas razones, entre otras cosas porque ofrecen elementos de información para que la ciudadanía tome una postura con respecto a la elección de candidatos, políticas públicas o temas de interés general de la población.

Los medios informan, forman, sensibilizan y movilizan. En la antigua Grecia se requería la plaza pública para que los ciudadanos arreglaran sus disputas o se enteraran de lo que ocurría a diario. Hoy los medios se han convertido en esa moderna ágora. Por eso deben recoger los problemas de la sociedad y unir esfuerzos con el estado y la sociedad para edificar una sociedad más justa y equitativa.

El sentido de su existencia es el de ser servidores de la verdad. Ese es su objeto formal. De ahí a que sea un tema eminentemente aspiracional es otra cosa. Porque seguramente me pondrá usted cualquier cantidad de ejemplos de televisoras y diarios que han servido al mejor postor, así como recientemente trascendió una lista de empresas y periodistas que fueron beneficiados con recursos públicos el pasado sexenio por una, nada despreciable, cantidad de 81 millones 751 mil 991 pesos. Aunque vale la pena acotar que recibir recursos públicos no necesariamente convierte a los medios de comunicación en vendidos al servicio del que paga.

Desde el triunfo de la Revolución de 1910 hasta el año anterior, con honrosas excepciones, los medios estaban condicionados y alineados al poder. Se obtenían más ingresos por lo que no se decía que por lo que se ventilaba de forma pública, en el entendido de que información es poder. A la fecha puede ver usted medios que siguen levantando suspicacias por sus contenidos y por servir a sus propios intereses; periodismo domesticado.

Un elemento importante en la relación medios-democracia han sido las compensaciones del Estado a periodistas, marcando un abismo entre quienes son insobornables y los que se prestan al juego del poder, esto ha quedado recientemente evidenciado: el “chayote” y los “cochupos” fueron la constante en detrimento de una comunicación de calidad.

Recuerda usted aquello de “soy un soldado de la Revolución”, eso se repitió una y otra vez en muchos estados de la República. Los gastos de publicidad y medios volvieron a las casas comunicadoras y a los comunicadores mismos, en personajes e instituciones que literalmente instalaron gobiernos. Nada más por publicidad, en el sexenio de Vicente Fox se gastaron más de 3 mil 736 millones de pesos; en 2007, en el del presidente Felipe Calderón se erogaron más de 5 mil 624 millones; en el sexenio de Enrique Peña Nieto se gastó, de nuestros impuestos, alrededor de 60 mil millones de pesos. ¿Cómo la ve?

Los medios son importantes porque la comunicación es básica entre la sociedad y el gobierno, es decir, son mediadores. Es un ente necesario para que se dé la democracia. Si la democracia es el arte de la deliberación pública, los medios la hacen posible. La libertad de expresión es un derecho facultado por la Constitución en el artículo 6 y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos en el artículo 19, que afirma que todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas sin limitación de fronteras por cualquier medio de expresión.

En últimos tiempos la tecnología se ha convertido en una puerta que ha transformado las formas de comunicación. Es decir, como en otras áreas o dimensiones de la vida, lo oficial-tradicional ha dejado de serlo porque el internet da para eso y para más. La censura fue la marca del sistema político mexicano durante décadas –aunque hoy tiene nuevos rostros como la violencia o la desaparición–, pero hoy el periodismo sigue más vivo que nunca porque las redes sociales o el ciberespacio ofrecen esas oportunidades, particularmente a las voces que no han tenido cabida en los medios oficiales.

fjesusb@tec.mx