Lo que Lorca leía

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Lo que Lorca leía

El libro reconstruye la biblioteca más íntima y lecturas del poeta

MADRID.- El alimento del poeta, la vitamina, el hidrato, la proteína, es la lectura. Muchos han intentado explicarnos el misterio del autor telúrico que era Federico García Lorca como a un genio iluminado por la gracia divina. Sostenían que el hecho de que fuera mal estudiante, un pupilo corriente y moliente sin grandes notas en sus devaneos universitarios, demostraba su falta de formación. Pero más allá de la atención a los expedientes académicos, fue formándose un lector anárquico, impulsivo y voraz. Con muy buen gusto. Que hurgaba sin parar en la biblioteca familiar y acudía a los ultramarinos de las librerías, donde su padre había abierto cuentas familiares.

Así fue como, según Luis García Montero, poeta granadino también, catedrático de Literatura en la universidad de la ciudad que les alumbró a ambos, ha ido demostrando cómo sus lecturas fueron determinantes a lo largo de toda su vida. “Pudo parecer para algunos que estuvo mal preparado desde joven, pero no hizo otra cosa, con todo lo que leyó”.

En “Un lector llamado Federico García Lorca” (Editorial Taurus), García Montero traza el retrato de un aspirante a creador deslumbrado por Victor Hugo, tocado por Metamorfosis de Ovidio, seducido por El sueño de una noche de verano, de Shakespeare… Un genio que deglutía páginas a su conveniencia e iba encontrando en muchos otros los caminos de la sombría ambigüedad necesaria para expresar sus fantasmas íntimos gracias a una poderosa semilla de sugerencia.

Se alió para ello con los simbolistas. Selló pactos con la tradición para conducirla hacia una modernidad sin vuelta atrás y disfrazó sus tabúes hasta convertirlos en arte gracias a Platón, Maeterlinck y a Oscar Wilde, pero también a Machado, Unamuno, Juan Ramón Jiménez... “Cuando abres los ejemplares que se conservan de su biblioteca en la Fundación García Lorca, ves que son libros habitados, subrayados, llenos de anotaciones muy reveladoras, como una que aparece en El tesoro de los humildes de Maeterlinck a un lado donde escribe: ‘hablar plata y callar oro”.

Cuando abres los ejemplares que se conservan de su biblioteca en la Fundación García Lorca, ves que son libros habitados, subrayados, llenos de anotaciones muy reveladoras, como una que aparece en El tesoro de los humildes de Maeterlinck a un lado donde escribe: ‘hablar plata y callar oro”
Luis García Montero

En tiempos donde la homosexualidad no podía exhibirse bajo pena de cárcel o cosas peores, debió impactarle hasta lo más hondo De profundis, el testimonio abiertamente identitario de Oscar Wilde, que le costó pena de prisión. Si comulgaba con la búsqueda espiritual de Unamuno, había algo innegociable que a la vez le separaba de él: “Su abierta enemistad con todo rastro de lo sensual”, asegura García Montero.

El romanticismo fue uno de sus troncos principales. “Lo defendía como culto, no hallaba mejor ataque al sistema, ni manera de solidarizarse con los oprimidos”. Pero también los clásicos de Grecia y Roma, . “Desde El banquete de Platón, a la Teogonía de Hesíodo o Metamorfosis de Ovidio —un libro en el que según le dijo a una amiga íntima, lo encontraría todo—, Lorca exprimió a los oráculos del Mediterráneo. En ellos hallaba amores y fusiones extrañas tanto como transformaciones radicales, fuera de norma, que lo consolaban en su miedo al rechazo”.

De ahí, nada le impedía viajar a la modernidad que además le servían Rubén Darío o Ibsen y a los referentes de robustez poética que encontraba en Machado y Juan Ramón Jiménez. “Este le acogió desde el principio, aunque si algún defecto —corregible— veía en él, era que escribía poemas demasiado largos para su gusto”.

Todos ellos le permitieron a menudo rescatar lo que Lorca llamaba la mariposa ahogada en el tintero. Pero también las lecturas de T. S. Eliot o Walt Whitman, de Bécquer, Zorrilla, Baudelaire o Ramón Gómez de la Serna, “pese al daño que le debían producir sus prejuicios contra los homosexuales”, anota García Montero. Daba igual, en cada texto intuía pistas, mordía yugulares para extraer transfusiones de sangre útil a su propia voz. “Era un vampiro, si te acercabas a él, te absorbía”. 

Estaría enterrado bajo un corral
La asociación Verdad, Justicia y Reparación ha denunciado que hay un corral de ganado en la zona conocida como Peñón del Colorado de Alfacar (Granada), un área históricamente relacionada con fosas comunes de la Guerra Civil y en la que se ha dicho que podría estar la de Federico García Lorca.

En un comunicado, la asociación ha denunciado la existencia de este corral de ganado sobre un área en la que podrían yacer más de 2 mil desaparecidos, lo que han calificado de desprecio a las víctimas del franquismo.

La asociación ha lamentado que esta actividad ganadera pueda desarrollarse en la zona de manera legal al estar sobre un terreno “tan sensible”, información que ha adelantado este martes El Independiente de Granada, y ha pedido la clausura inmediata del cercado y que se realicen las catas arqueológicas oportunas para confirmar la existencia de fosas.

“Nos sorprende que cueste tanto obtener permiso para localizar fosas comunes y que sea tan fácil obtenerlo para poner un corral de ganado en una zona protegida por la Junta de Andalucía”, ha expuesto su portavoz.

La alcaldesa de Alfacar y diputada de Cultura y Memoria Histórica y Democrática, Fátima Gómez, ha detallado que se trata de un negocio legal en suelo privado y que no interferirá en el proyecto de búsqueda de fosas de la Guerra Civil que desarrolla la asociación Regreso con Honor, que trabajará en los alrededores del corral desde el próximo mes de septiembre con los permisos necesarios para continuar con su labor investigadora y arqueológica en la zona. 

Con información de EFE