Lo que pasa cuando nos ape…jamos

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Lo que pasa cuando nos ape…jamos

El agua es tan elemental para la vida que se considera un derecho humano,
¿cuándo vamos a recuperar su control en Saltillo?

El corte de cualquiera de los servicios básicos domésticos (agua, electricidad y, el más vital de todos, el WiFi) puede ocurrirle a cualquiera, aunque no necesariamente por las mismas razones.

A mí, por ejemplo, hace poco me cortaron el agua básicamente por pendexo. Disculpe, pero no encontré manera eufemística de decir lo anterior. Pasa que regresé de viaje, se habían acumulado los recibos sin que me percatase y un buen día, ¡zaz, culebra!, despierto para darme cuenta que Agsal ya me dio cran.

Recargos más, corajes menos, “with money dances the dog”, dijo Piporro; reconectaron el servicio en unas horas y pude por fin darle la batalla al aspecto indigente que comienza a aparecer a las 24 horas del último regaderazo.

Qué distinto debe ser, en cambio, que le corten a uno el suministro de agua por no poder cubrir el adeudo con la empresa correspondiente como, supongo, le ocurre a mucha gente todos los días.

Olvídese del bochorno derivado de lo anterior, trate mejor de imaginar la angustia de no poderle proveer a su hogar este insumo de primerísimo orden, o tener que decirle a su familia que hoy no saldrá agua del grifo y probablemente tampoco mañana.

Sucede que ningún ser humano debe carecer del líquido que en un 70 por ciento nos constituye. Y es tan elemental para la vida que se considera un derecho humano.

No es palabrería, así quedó asentado en la Asamblea de las Naciones Unidas: no sólo el agua limpia y potable, también el saneamiento, son esenciales para el ejercicio de todos los demás derechos humanos.

Por lo que nadie, nadie, nadie, absolutamente pinches nadie puede restringirnos el acceso a este derecho universal. Mucho menos el gerente de la empresa que se arrogó la administración del agua en Saltillo gracias a nuestra autoridad municipal corrupta y a la voracidad de una trasnacional perversa.

Tienen en común ambas situaciones (tanto la suspensión del servicio a quien no puede como a quien se apendeja) que se trata de cortes ilegales, así, ilegales con todas sus letras.

Por ello no es raro que una familia se haya podido amparar contra estos procedimientos inhumanos de la paramunicipal, Agsal. Cualquier juez que haya hojeado la Constitución entiende que el agua es una de nuestras garantías inalienables, o en otras palabras, un derecho que nadie nos puede regatear y que podemos exigir incondicionalmente al Estado.

Sin importar lo que adeudemos, ni Agsal ni nadie nos puede dejar sin agua. Y como está consagrado en la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, está, por ende, por encima de cualquier reglamento, ley o disposición local.

Sin embargo, el gerente de Agsal, Jordi Bosch Bragado (sin parentesco con Yordi Rosado), insiste en que los cortes a usuarios morosos son legítimos porque encontró un párrafo en la Constitución Estatal que lo respalda.

Pero ya debería este gerente saber lo que dicta la Carta Magna al respecto. Es su chamba saber todo lo concerniente al recurso que administra en el País en que lo hace.

A mí, por supuesto, me da la impresión de que lo sabe perfectamente bien, pero se hace soberano maje para seguir administrando el líquido responsable de la vida con el carácter despótico que distingue a Aguas de Barcelona, ese socio con el que tuvo a bien emparentarnos el exalcalde Óscar Pimentel, como quien nos echa un alacrán al pescuezo.

La cuestión es que si alguien no tiene para pagar el recibo del agua, difícilmente va a tener para pagarle a un abogado y echarle pleito a la tres veces maldita paramunicipal, cuyo equipo legal debe ser capaz de hacer talco a Perry Mason.

Pero cuando, con la ayuda de alguna asociación civil, se logra una victoria como la que comentamos (el determinar que la suspensión del servicio es ilegal) debería servir para sentar un precedente que evite que esto vuelva a ocurrir. Pero, ya sabe, México…

A mí, de cualquier manera, lo que me sigue asombrando es la calidad humana de quienes administran en la localidad el recurso más preciado de la Tierra: gente insensible que considera que es correcto dejar sin una ración mínima de agua a una familia, desconociendo implícitamente con ello el carácter que como derecho humano tiene el líquido con el que trafican.

¿En qué corporativas manos y siniestras mentes descansa lo más valioso que tenemos? ¿Cuándo vamos a recuperar el control del agua en Saltillo?

¿Cuándo va a llegar una autoridad municipal que enmiende el crimen de haber entregado nuestra agua a un corporativo con fines de lucro?

Quizás cuando reparemos en la gravedad de nuestra situación, ésta sea ya irreversible, entonces sí, los apendejados habremos sido todos.