Usted está aquí
Los interrogantes de la banca en Saltillo a 123 años de su nacimiento
La banca coahuilense nació en 1897, impulsada por el dinamismo de su crecimiento y su pujante industria. Torreón crecía a pasos agigantados y Saltillo apoyaba a varios sectores, con sus grandes fortunas y el sustento de capitales de Monterrey y el sur de Texas, propiciando un más rápido crecimiento de la economía estatal. El progreso parecía imparable. La conexión de las principales ciudades del estado mediante los grandes adelantos tecnológicos del momento: el telégrafo, la electricidad y el ferrocarril, hizo posible el nacimiento del Banco de Coahuila, primera institución estatal de emisión y ahorro, fundada en Saltillo por un grupo de comerciantes y empresarios.
Los numismáticos coleccionan con avidez los billetes emitidos por el Banco de Coahuila, modelo clásico del arte gráfico en papel moneda de la época, en los que aparecen los retratos de don Miguel Ramos Arizpe y Victoriano Cepeda, damas supuestamente mexicanas, el mismo grandioso edificio del banco, una máquina de ferrocarril o escenas de ganadería y bellos paisajes campiranos a veces ajenos a la región.
El Banco de Coahuila prosperó a la par que la banca mexicana, pero sufrió varios atentados en sus finanzas con la revolución. En 1915, la Comisión Reguladora de Instituciones de Crédito creada para unificar las distintas emisiones de billetes en el País declaró su caducidad como institución de emisión y ahorro al no poder respaldar su capital debido a que una parte del mismo consistía en vales de los préstamos forzosos impuestos principalmente por el huertismo, declarados sin valor. Se convirtió entonces en Banco Refaccionario y Fideicomiso de Coahuila facilitando préstamos para operaciones mineras, agrícolas e industriales. En 1953 abandonó su edificio original y fue adquirido por Banco Internacional, después BITAL, y HSBC después del fracaso de la nacionalización de la banca mexicana y su reprivatización y venta posterior a los grandes bancos de capital extranjero, a quienes no les interesa mucho el bienestar de los mexicanos.
A poco más de un siglo y dos décadas, irónicamente hoy son los avances tecnológicos, los de este momento por supuesto, los que parecen ahuyentar a la clientela de la banca comercial, igual que en su momento facilitaron su construcción. Posiblemente hoy sean los mismos los que abonen al final de la banca como la conocimos, aquella banca a la que llegaba el campesino a depositar su dinerito en una cuenta de ahorro, la señora de la tiendita del barrio a retirar de su cuenta para pagarle a su proveedor y los enviados de los industriales a depositar los cheques emitidos a su favor y retirar grandes cantidades para cubrir su nómina.
Con el pretexto de la pandemia, la mayor parte de las instituciones bancarias en México han visto la oportunidad de transformarse, no para bien de sus usuarios sino de sus propios bolsillos, reduciendo sus servicios a una fría y despersonalizada relación digital que cierra toda posibilidad de contacto personal con el banquero para resolver problemas en el manejo de las finanzas personales. Citibanamex, por ejemplo, ha mostrado su desprecio a Saltillo manteniendo únicamente tres sucursales abiertas y con horario reducido, en una ciudad de casi un millón de habitantes. Ni su banca por Internet puede resolverlo todo, ni su banca por teléfono, reducida a unos pocos servicios que no requieren atención personal.
A las afueras de casi todos los bancos locales de cualquier denominación se ven filas interminables de clientes que esperan ser atendidos personalmente. Sin poder comprobarlo, me atrevo a decir que un 50 por ciento de sus clientes han visto afectadas sus finanzas por la situación actual. Es lamentable la conducta de los bancos en México. A ellos sí, como dijera AMLO en relación a su gobierno al principio de la emergencia sanitaria, la pandemia vino a caerles “como anillo al dedo”.