Los ladrones de humo

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Los ladrones de humo

Ilustración: Vanguardia/Mario Palomera

Por: SALLY GREEN

 

TASH

meseta norte, pitoria

 

―¿Todo listo?

—No, lo que ves es sólo producto de tu imaginación, porque en realidad llevo todo el día aquí sentada comiendo miel —Tash ajustaba la soga para que su extremo anudado quedara un palmo por encima del fondo del pozo.

—Un poco más abajo —dijo Gravell.

—¡No estoy ciega! —Tienes que asegurarte.

Tash se volvió hacia Gravell.

—¡Sé lo que tengo que hacer!

Al llegar a este punto, Gravell siempre se ponía serio y quisquilloso y sólo entonces se le ocurrió a Tash que se debía a que estaba asustado. Tash también lo estaba, pero no era  nada reconfortante pensar que Gravell estuviera a punto de manchar sus pantalones.

—No estás nervioso, ¿cierto? —le preguntó.

—¿Por qué tendría que estarlo? —farfulló Gravell—. A ti es a quien atrapará primero. Para cuando termine contigo, yo ya me habré largado.

Eso era cierto, sin duda. Tash era el cebo: ella atraería al demonio hasta la trampa y Gravell terminaría con él.

Tash tenía trece años y había servido de cebo para demonios desde hacía cuatro, cuando Gravell la compró a su familia. Él se había presentado un día soleado —el hombre más grande y peludo que ella jamás hubiera visto— diciendo que había oído hablar de una chica que era muy veloz, y que deseaba confirmarlo. Incluso le daría cinco kopeks si podía correr hasta los árboles antes de que el arpón que él iba a lanzar tocara el suelo. La chica pensó que el tipo no hablaba en serio —nadie pagaría sólo por verla correr, y cinco kopeks era una suma enorme—, pero igual salió disparada, sobre todo para demostrar que era capaz de hacerlo. No estaba segura de lo que podría comprar con ese dinero; nunca había tenido más de una moneda en la mano y tendría que esconder el premio antes de que sus hermanos pudieran quitárselo. Pero no debería haberse preocupado por eso; aquella tarde se marchó con Gravell. Después él le contaría que le había dado a su padre diez kopeks por ella. Fuiste un poco costosa, bromeaba él. Eso explicaba por qué su padre sonreía mientras ella se alejaba.

Ahora Gravell era su familia, y a ojos de Tash él era mucho mejor que la anterior. Gravell no la golpeaba, rara vez tenía que aguantar hambre, y aunque algunas veces pasaba frío, eso no era más que un gaje del oficio. Y desde el primer día con Gravell tuvo botas. Sí, en comparación con antes, su vida con Gravell era de lujos y abundancia. El dinero procedente de la venta del humo de demonio era bueno, si bien los demonios eran escasos y peligrosos. Todo el proceso de vencerlos y comerciar con el humo era ilegal, pero los hombres del alguacil no los molestaban si actuaban con discreción. Por lo general, Gravell y Tash se las arreglaban para atrapar cuatro o cinco demonios por temporada, y el dinero rendía todo el año. Cuando estaban en los pueblos, se alojaban en posadas, dormían en camas, se bañaban y, lo mejor de todo, Tash tenía botas. ¡Dos pares!

Ella adoraba sus botas. Las que usaba todos los días eran de cuero grueso con suelas resistentes. Eran buenas para caminatas y escaladas, y no le raspaban ni apretaban. Tampoco le producían ampollas y el aroma que emanaba de ellas era agradable, más cercano al olor del cuero que al sudor rancio que rezumaba de las botas de Gravell. El segundo par, el que llevaba puesto ahora, lo había conseguido cuando estuvieron en Dornan un par de meses antes. Éstas eran sus botas de correr y se ajustaban a sus pies a la perfección. Tenían tachuelas metálicas en las suelas que le concedían un buen agarre y le permitían arrancar con gran velocidad. Gravell había ideado el diseño e incluso había pagado por ellas dos kopeks, un precio demasiado alto para unas botas. Cuando Tash se las estaba poniendo por primera vez, él le dijo: Cuídalas y ellas te cuidarán.

Tash las cuidaba, y se negaba total y rotundamente a ser desagradecida, pero lo que en verdad quería, lo que codiciaba más que cualquier otra cosa en el mundo, eran los botines que pensó que Gravell le daría cuando le anunció que tenía un regalo muy especial para ella. Había visto esos botines en el taller del zapatero de Dorn an y se los había mencionado a Gravell unas cuantas veces. Eran las botas de gamuza más delicadas y hermosas que hubiera visto, de un color gris pálido, tan suaves y finas que parecían hechas de orejas de conejo.

Cuando Gravell le mostró las botas con tachuelas y le contó cómo se le había ocurrido la idea, Tash fingió muy bien que había quedado encantada con ellas. Se dijo que no debía sentirse decepcionada. Todo saldría bien. Las botas con tachuelas serían útiles en las cacerías y con el dinero que recibiría por la matanza de demonios podría comprar las de gamuza gris por su cuenta.

Y pronto capturarían al primero.

Gravell había encontrado la guarida de este demonio sólo una semana después y él había cavado el pozo; sin embargo, en los últimos días, Tash había armado y comprobado el mecanismo de escape por sí misma y, de hecho, no permitía que Gravell se acercara.

El hombre le había enseñado a Tash a ser cuidadosa, a verificarlo todo dos veces. La joven llevaba a cabo una prueba de funcionamiento en aquel momento: se apartó del pozo cien pasos, luego trotó entre los árboles, ganando velocidad en los sitios en los que había poca nieve en el suelo hasta llegar a una parte despejada donde la nieve era más profunda, pero que de tanto pisarla se había endurecido hasta quedar crujiente, después, a toda velocidad, alzando más las piernas, se inclinó hacia adelante, con las tachuelas de sus botas dando buena sujeción al suelo pero sin retenerla, y luego sorteó de un salto el borde, cayó con un chasquido en el piso congelado al fondo del pozo, con las rodillas dobladas a fin de amortiguar la caída, para de inmediato ponerse en pie y desplazarse hasta el extremo y… esperar.

 

 

Sally Green, novelista

Es una autora poco común. En 2010 comenzó a escribir sin haberlo hecho nunca antes y su trilogía Una vida oculta se convirtió en uno de los hitos de la novela juvenil moderna. Los ladrones de humo es un nuevo proyecto literario totalmente distinto a lo que ha escrito hasta el momento, y el comienzo de una nueva trilogía.