A los más necesitados

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A los más necesitados

Al bajar el cristal del coche se deja escuchar el canto dedicado a la Virgen de Guadalupe. A un día de su fiesta, en el parque Las Maravillas se ha congregado un alto número de personas que le dedican el domingo por la mañana. El aire se cuela frío hacia adentro del auto. Hay que andar unos pasos para conseguir la entrada por Urgencias al Hospital General. Ahí, un numeroso grupo de personas espera, con ansias mal contenidas, noticias acerca de sus enfermos. Unos sentados en el piso y otros de pie están al pendiente de la ventanilla de Urgencias.

Atiende en la recepción un hombre de buen corazón, que da las indicaciones con una sonrisa en la mirada. Lo necesitan quienes se encuentran en el área, pues la desesperación, de quizás una o más noches en vela les mantiene irritables. Algunos, ya más resignados, esperan pacientemente las novedades.

De pronto, empieza a gestarse un movimiento que se observa entre los familiares de los pacientes en la sala de espera. Parten de ahí para dirigirse a la explanada del Hospital. Se hace una fila que apunta a lo que parece ser una familia: una mujer y un hombre adultos y un joven y un niño componen el cuadro. Están regalando tamales y café.

Los ofrecen a todos quienes esperan en Urgencias; es evidente que son un alivio que se manifiesta profusamente con muestras de agradecimiento.

Inevitable pensar en que, próximas las fechas de Navidad, son éstas las acciones que proclamó a quien se festeja en Nochebuena.

Acciones buenas de gente buena que sin pedir nada a cambio dedicaron trabajo y tiempo a los más necesitados.
Dentro, en el Hospital, salvo algunos que ya tomaron sus responsabilidades y encomiendas como el áspero resultado de una mal llevada tarea burocrática, es posible encontrar a muchos otros que asumen su encargo como la vocación a la que consagraron años de estudio, entrega y dedicación.

Constatar la rapidez con que, por ejemplo, una de las recepcionistas atiende a una jovencita a punto de dar a luz. Tres preguntas son suficientes para de inmediato darle el paso directo a la sala donde será atendida. De igual manera, doctoras que al paso de las personas no identificadas con el tránsito del Hospital se ofrecen para conducirlas hasta el sitio exacto en donde deberán ser atendidas. O aquel recepcionista que al escuchar una mala indicación sobre el camino a seguir, sale de su cubículo y con cortesía apunta el sitio exacto de la dirección.

¡Cuántos dramas se escriben día a día en los hospitales! ¡Cuánta sensibilidad debe existir por parte de los cuidadores, de los doctores, de las enfermeras, vaya, hasta de la persona que atiende en las cajas! ¡Cuánta de esa sensibilidad es necesaria para aliviar la tensión de los familiares, para ayudar a las personas que llegan asustadas por los síntomas que les han dicho son graves!

Cada persona lleva su propio drama, y acostumbrarse a ellos es lo peor que le puede pasar a los que atienden las delicadas áreas de la salud.

“En numerosas ocasiones”, me compartía una doctora hace tiempo, “son más las muestras de comprensión y cariño lo que llegan a pedir de nosotros”.

Así como la anónima y desinteresada familia que ayuda y contribuye con su gesto de solidaridad hacia personas vulnerables por el dolor o la angustia, así es deseable que sea el comportamiento de todos cuantos atienden en el sector salud, sean del orden público o del sector privado.
 

LA REALIDAD CON TRUMP
Para Coahuila ya se hicieron efectivas algunas de las amenazas de Donald Trump. Ya hay empresas de Ramos Arizpe que despidieron a muchos de sus trabajadores, en una de ellas, me dicen, que hasta 300 en una sola semana. ¿En dónde encontrarán acomodo las personas desempleadas? Por lo pronto, algunas de ellas se apresuraron a engrosar el comercio informal. ¿Qué es lo que pensamos que es posible hacer?

Me parece indispensable que las estrategias que se hayan imaginado para afrontar estos escenarios adversos empiecen a echarse a andar, pues la realidad Trump ya empezó a dejarse sentir en nuestras tierras, entre nuestros familiares, nuestros amigos, nuestros conocidos. Las bravatas del por desgracia Presidente electo de Estados Unidos están tocando a nuestra puerta.