Los Miserables, la preocupación de Víctor Hugo

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Los Miserables, la preocupación de Víctor Hugo

Ilustración: Vanguardia/Esmirna Barrera
México se ha convertido en un país pobre y no solo desde la perspectiva económica, sino también moral

Un día como hoy, pero  de  1802, nació Víctor Hugo,  poeta, dramaturgo y novelista francés quien, a través de sus obras, denunció la desigualdad y exclusión social, la pobreza y la injustica en la que vivían ahogados infinidad de franceses.

Su obra “Los Miserables”, publicada en 1862, tal vez sea la más conocida y aclamada. Esta novela magistralmente aborda las características de la sociedad francesa de esa época, mostrando su terrible pobreza y desigualdad social, pero también las virtudes humanas para enfrentarla.  Es una obra que llama a dejar a un lado la indiferencia que carcome el alma de un pueblo hasta dejarlo a la deriva.

La monumental novela trasciende el tiempo en la cual fue creada; ya que, independientemente,  de  la época en que sea leída,   tiene la capacidad de trastocar el alma del lector de cualquier nacionalidad y cultura, al  llegar a lo más íntimo de su ser.
Víctor Hugo a través de sus personajes expresa la búsqueda de la libertad, la justicia, la igualdad, el amor, el perdón y la capacidad de las personas para rectificar el camino andado. 

En sus palabras:
“El humano sometido a la necesidad extrema es conducido hasta el límite de sus recursos, y al infortunio para todos los que transitan por este camino.

“Trabajo y salario, comida y cobijo, coraje y voluntad, para ellos todo está perdido. La luz del día se funde con la sombra y la oscuridad entra en sus corazones; y en medio de esta oscuridad el hombre se aprovecha de la debilidad de las mujeres y los niños y los fuerza a la ignominia. Luego de esto cabe todo el horror. La desesperación encerrada entre unas endebles paredes da cabida al vicio y al crimen…

“Parecen totalmente depravados, corruptos, viles y odiosos; pero es muy raro que aquellos que hayan llegado tan bajo no hayan sido degradados en el proceso, además, llega un punto en que los desafortunados y los infames son agrupados, fusionados en un único mundo fatídico. Ellos son ‘Los Miserables’, los parias, los desamparados”.

Asfixia social

En la novela Jean Valjean, el personaje principal, “nació y vivió en la pobreza absoluta, era uno de los miserables, una víctima de la “asfixia social” que parecía estar destinado a la fatalidad; sin embargo, tuvo una enorme fuerza y valentía para cambiar de rumbo. La historia de redención de este hombre, que rescata a varias personas de la miseria y dedica el resto de sus días a ayudar al prójimo (como el campesino al que acusan injustamente, la niña huérfana Cosette o Mario Pontmeccy) hace posible albergar esperanzas en la salvación del ser humano por el amor y la bondad”.

Es cierto, esta obra más allá de la fatalidad, esta colmada de esperanza al mostrar la fortaleza de los seres humanos para superar los momentos difíciles, su capacidad de perdonar y las implicaciones positivas que esto tiene en las personas.
Como muestra…

A pesar de haber pasado tantos años en que Víctor Hugo escribió este libro, pareciera que millones de seres humanos en pleno Siglo 21,  aún viven en la miseria. En la total pobreza y abandono.

La organización Oxfam que lucha contra la pobreza estima que el 2% de la riqueza en el mundo creada en 2017,  terminó en manos del 1% de los más ricos; lo grave es que 3.700 millones de personas, el 50% de la población mundial, no se benefició para nada de ese crecimiento y su pobreza sigue generándoles mayor marginación. Un camino sin salida.

Winnie Byanyima, directora de esa organización,  con motivo de la presentación del informe titulado “Recompensar el Trabajo, no la Riqueza” en el Foro Económico Mundial de Davos desarrollado en el mes de enero pasado, remata: “explotamos a las personas que fabrican nuestra ropa, que construyen nuestros teléfonos portátiles y cultivan los alimentos que comemos, para garantizar un suministro constante en productos baratos, pero también para aumentar los beneficios de las empresas y sus ricos inversores”.

En México, según esa organización en 2017, “el 1% de los mexicanos más ricos concentró el 28% de la riqueza del país, cuatro puntos porcentuales más que la riqueza que tenían en el año 2000. Mientras que los niveles de pobreza por ingresos se quedaron igual en el mismo periodo”.

Esta concentración denuncia, por si misma, injustica social y dimensiona la cruda realidad en que viven millones de mexicanos; manifestando, a la vez,  el fracaso de las políticas públicas que pretenden luchar contra la pobreza y la desigualdad social. 
Desgraciadamente, este fenómeno se encuentra estrechamente ligado a la corrupción e impunidad que hoy pueblan a México. 

Creo que en el país el cáncer de la indiferencia nos ciega ante las inaceptables realidades que padecen millones de personas,  y me orilla a pensar que posiblemente hemos perdido la vergüenza que refería Sabato.

El humano sometido a la necesidad extrema es conducido hasta el límite de sus recursos, y al infortunio para todos los que transitan por este camino"
Víctor Hugo

La vergüenza perdida

Dice Ernesto Sabato en su libro “La Resistencia”: “otro valor perdido es la vergüenza. ¿Han notado que la gente ya no tiene vergüenza y, entonces, sucede que entremezclados con gente de bien uno puede encontrar, con amplia sonrisa, a cualquier sujeto acusado de las peores corrupciones, como si nada? En otro tiempo su familia se hubiera enclaustrado, pero ahora todo es lo mismo y algunos programas de televisión lo solicitan y lo tratan como a un señor”. (…) “No se puede llevar a la televisión a sujetos que han contribuido a la miseria de sus semejante y tratarlos como señores delante de los niños. ¡Esta es la gran obscenidad! ¿Cómo vamos a educar si en esta confusión ya no se sabe si la gente es conocida por héroe o por criminal?”  

Concuerdo con Sabato, nuestra sociedad constantemente es sacudida por la injusticia, la violencia y la inmoralidad. El hartazgo ciudadano es ya insostenible.

México se ha convertido en un país pobre, y no hablo exclusivamente desde la perspectiva económica, sino también en el ámbito moral.  Los valores parecen que ya no valen, las virtudes se anuncian escasas - o por lo menos impotentes -, para lidiar y evitar sucumbir ante tanta insaciabilidad, desvergüenza y cinismo.  No por nada el trabajo de los padres de familia y docentes para educar en el bien y para el bien, se ha vuelto gigantesco.

Adelante siempre

Tal vez deberíamos seguir las enseñanzas del Miguel de Unamuno en su Quijote:
“Y haz como el Caballero: endereza el agravio que se te pone delante. Ahora lo de ahora y aquí lo de aquí.  Poneos en marcha ¿que a donde vais? La estrella os lo dirá: ¡al sepulcro! ¿Qué vamos a hacer mientras marchamos? ¿Qué? ¡Luchar! Luchar, y ¿cómo? ¿Cómo? ¿Tropezáis con uno que miente?, gritarle a la cara: ¡mentira! y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que roba?, gritarle: ¡ladrón!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que dice tonterías, a quien oye toda una muchedumbre con la boca abierta?, gritarles: ¡estúpidos!, y ¡adelante! ¡Adelante siempre!

“¿Es que con eso – me dice uno a quien tú conoces y ansía ser guerrero -, es que con eso se borra la mentira, ni el latrocinio, ni la tontería del mundo? ¿Quién ha dicho que no?  La más miserable de todas las miserias, la más repugnante y apestosa argucia de la cobardía es esa de decir que nada se adelanta a denunciar  a un ladrón porque otros seguirán robando, que nada se adelanta con decirle en su cara majadero al majadero, porque no por eso la majadería disminuirá en el mundo.

“(...) Los embusteros ahogan a los visionarios. Y no sabremos ver visiones reconfortantes y gozar de ellas mientras no aprendamos a afrontar el ridículo y a sufrir el que los tontos y los menguados de corazón nos tomen por locos o caprichudos o soberbios, y a saber que el quedarse solo no es quedar derrotado, como dicen los mentecatos, y a no andarnos siempre calculando de antemano el llamado triunfo”. 

Hölderlin cantó: “El fuego mismo de los dioses, día y noche, nos empuja a seguir adelante. Ven, miremos los espacios abiertos, busquemos los que nos pertenecen por lejanos que estén.” 

Víctor Hugo, siempre preocupado por la injustica social, también sostuvo la fe en el futuro de la humanidad basado  en el triunfo de la verdad, la justicia, la armonía y la solidaridad. Concuerdo con él.

¡En marcha pues, en contra de la gran obscenidad que habita en el alma de los indiferentes y que auspicia el desprecio por los marginados y desprotegidos! 

Programa Emprendedor
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