Los partidos políticos, ¿qué son?...

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Los partidos políticos, ¿qué son?...

Los motivos que tenga quien decide afiliarse a un partido político son variopintos, en los últimos años, no obstante, las críticas de toda laya que se les han hecho a estas organizaciones, la gente sigue registrándose. Ser miembro de un partido político en nuestro País no es cosa simple. A los ya de por sí altos costos de la acción partidaria se suman –aparte de los del mundo exterior– los coloquialmente conocidos como  “fuego amigo”. El desprestigio de la política y particularmente la que se cargan los partidos a cuestas, así como la señalada vinculación con todo lo que huela a raterías y sinvergüenzadas, y directamente la que le imputan a sus miembros, no abona en lo absoluto a que las opiniones cambien. Infortunadamente, también en el imaginario colectivo es muy común asociar a las partes con el todo y de ahí el: “todos son iguales, la misma mugre”.

Adherirse a un partido trae consigo una serie de derechos y obligaciones para el militante. Las obligaciones son variadas, las básicas: pagar una cuota y asistir a los eventos intra y extra muros que se convoquen. Cabe decir que no todos los miembros asumen con el mismo grado su dedicación. Son los participativos por naturaleza quienes verdaderamente militan, son éstos los que hacen que el partido funcione, son quienes están en el seguimiento, y al final del día son los que toman las decisiones. De entre ellos se selecciona generalmente a quienes ocupan cargos partidistas o los públicos para  elección o designación. También, y hay que destacarlo, hay mucha membresía que está en ellos por convicción y por ideales, por contribuir a la realización de una causa, y hay otros, cuyo pragmatismo –arribismo– es absoluto. Puesto así, los intereses de unos y otros, no necesariamente tienen que ser coincidentes. De ahí entonces que un partido no tiene por que ser concebido como un monolito. Por otro lado, los partidos no van a desaparecer del mapa de la arena política, y lo apunto sin alardes ni purismos, lo expreso respetuosamente, porque a pesar de cuanto se opine, siguen siendo incentivos de naturaleza ideológica. El profesor emérito de Ciencia Política de la Facultad de Economía y Ciencias Sociales de la Universidad de Heidelberg, Klaus von Beyme, señalaba que sólo los partidos con una sólida base ideológica consiguen establecerse. Hoy día los partidos políticos siguen siendo protagonistas sustantivos en el contexto de un sistema representativo democrático, son reconocidos como uno de los espacios por excelencia, de expresión, representación y procesamiento de las demandas de los ciudadanos; son considerados al mismo tiempo como eje central del Estado democrático moderno. Podemos afirmar, en términos generales, que son instrumento que mediatiza la vinculación de la población con el poder público. Giovanni Sartori, subraya que los partidos políticos no son facciones, son parte de un todo y son conductos de expresión ciudadana. Las facciones, dice el maestro, son expresión de conflictos personales, de un comportamiento que valora el “yo” y desprecia lo público, su lucha es por obtener prebendas, nunca el bien común. Son parte de un todo, no el todo, el todo es la comunidad política de la que son integrantes. Son instrumento de esa parte de la comunidad que se identifica con ellos, sin que esto sea excusa para deslindarse de la obligación de alcanzar el interés colectivo en la búsqueda del progreso y desarrollo generalizados. Por eso su papel de mediadores es tan relevante. La manipulación hacia el interior de los partidos prolifera cuando disminuye el pluralismo y la competencia política. Ha dicho una autoridad en la materia, José Woldemberg. Y tiene razón. Esto es lo que se tiene que cuidar, esto es lo que se tiene que evitar. Que no es fácil, no, no lo es. Es una situación nefasta para cualquier democracia, para la nuestra, a la que le faltan tantos nutrientes, le resulta fatal.

De cara a la elección del 2018, la responsabilidad de los partidos políticos aumenta, su principal y común problema seguirá siendo el abstencionismo, y también aunque resulte paradójico, y las evidencias las tenemos en las recientes elecciones de Estados Unidos y Alemania, los sufragantes extremos que apoyan  perfiles como el de Trump, en el caso norteamericano, le dieron la victoria; o como en las alemanas, el arribo de una extrema derecha representada por el AfD que le dio voz y voto a los pronazis que jamás antes habían tenido curul en el Bundestag. México no está exento de una reacción de este tipo. Este es el gran riesgo para el año próximo. 
Evitar esta debacle debiera ser prioritario para todos los actores políticos. Y el antídoto no se hace ni con populismo ni con protagonismos ni con escándalos. La gente está harta de esas dosis.

En 1978, durante el homenaje que se rendía a don Manuel Gómez Morín por el sexto aniversario de su fallecimiento, Diego Fernández de Cevallos decía, y la frase tiene vigencia, que: “ya, es tiempo que la familia del PAN haga a un lado vanidades y resentimientos y vuelva a militar unida en las filas de nuestro partido”. Va por México, nuestra amada y noble patria. 

Posdata: El PAN “no se está desmoronando entre las manos”, Sr. Enrique Ochoa, ocúpese del suyo. Y al senador Barbosa, no se equivoque, no estamos “escalando” hacia la gran crisis, como usted lo aseveró. Usted no sabe de crisis, ni siquiera vivió una interior cuando “chapulineó” del PRD a Morena, no hable de lo que no conoce. No celebro la salida de Margarita Zavala, pero respeto sus motivos para irse.