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'Los remataban en la acera'
PARÍS.- Jean Luc les vio la cara perfectamente. Estaban justo debajo de su ventana. Eran “muy jóvenes” y llevaban cada uno un Kalashnikov. Pudo ver a dos, aunque quizá hubiera un tercero. Sabe seguro que no llevaban cinturones con explosivos y sabe también que no levantaron el dedo del gatillo en ningún momento, como si no fueran a terminarse nunca las balas. “Durante cuatro minutos no dejaron de disparar. Era una masacre. Cuando alcanzaban a alguno, lo remataban en la acera con varios tiros más”, recuerda en la puerta del Café Le Belle Équipe, lugar donde murieron 18 personas a manos de los terroristas.
BUSCANDO REFUGIO
El ataque al Belle Équipe fue de los más sangrientos la noche del viernes. Muchas de las víctimas se vieron acorraladas, otras lograron huir hacia las porterías cercanas. Berta y Lena tienen 18 años y viven en la esquina del local. Oyeron las ráfagas de disparos enseguida. “La gente empezó a correr hacia los portales y suplicaba que les dejásemos entrar para protegerse de los terroristas. Oímos disparos durante 30 minutos”, recuerda Berta, una estudiante vasca residente en París. Junto a ella, el sábado a la hora de comer, todavía había amigos y familiares de víctimas que lloraban desconsoladamente junto al altar de velas improvisado que la gente había montado en la puerta del bar. Aún no daban crédito a lo sucedido.
EL ROSTRO DEL MAL
Los dos asaltantes que atacaron el Carrillon recorrieron la calle que separa este bar del restaurante Petit Cambodge, en la zona del canal de Saint Martin. Disparando contra todos los que encontraron a su paso, acribillaron a la gente que estaba en la terraza y en las primeras filas del interior de los locales. Murieron 14 personas.
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Marie Lours, una vecina que presenció aquel ataque desde la distancia y que se acercó al día siguiente a la sala Bataclan con un ramo de flores, lo recordaba así: “Nunca más podré quitármelo de la cabeza. Es el rostro del mal. Es el horror absoluto”.